Creo que no se tenga el derecho de poner a los hombres en un tiempo suspendido. El frío a bajas temperaturas no hace más que ralentizar la vida de las moléculas. Y cuando se acerca al cero absoluto, todo el movimiento se detiene. Lo que se detiene de veras es el tiempo, el tiempo local ya no pasa. Los embriones humanos guardados en el nitrógeno líquido están como encerrados en un tiempo suspendido. Se pueden amontonar por miles en un pequeño recipiente, un vaso de Darsonval que los mantenga en el frío intenso. ¿Cómo llamar el hecho de amontonar hombres, de prohibirles saber que el tiempo pase, de prohibirles todo movimiento, toda libertad de ser, salvo aquella de sobrevivir a título precario en un espacio extremadamente estrecho donde están concentrados? Eso se llamaba, hasta no hace mucho tiempo, campo de concentración. Los contenedores en los que se quieren poner los embriones 'd sobra' son lugares muy pequeños, muy fríos y a menudo mortales. Se parte del mismo concepto, es decir de aquel que se pueda usar a las personas, para llegar a considerarlos como material o como ganado. Es el error científico más inhumano que pudiera cometer nuestra generación, porque si aceptamos que se puedan congelar seres humanos para utilizarlos posteriormente como se quiera, o para eliminarlos como material de experimento después del uso, para eventualmente descongelarlos según la necesidad, para intercambiarlos como un objeto de compraventa, o más simplemente de conservarlos como un bien perecedero, nosotros habremos perdido la noción elemental según la cual cada hombre es digno de respeto, no porque sea potente, sino porque es hombre. Recuerden que todo cuanto ha acaecido en los campos de concentración se basaba en una doctrina y una sola: “Un prisionero no es un hombre”. Eso permitía de todo. Lo mismo para un embrión, si decimos: un embrión no es un hombre, eso permitirá los más grandes crímenes. Y yo he encontrado muy tranquilizador, hace cuatro meses, el hecho de que los científicos del Max Planck Institut, la más importante institución alemana, escribieran en 'Naturaleza' que todos los científicos deben rechazar esta experimentación sobre los embriones humanos. Es notable que unos biólogos cuyo País ha conocido la doctrina deshumanizada de hace cincuenta años digan al mundo: ¡no cometan el mismo error con el pretexto de que los hornos crematorios serían muchos más pequeños y que los campos de concentración mucho menos visibles! Queda una última cosa: ¿estas fallidas experimentaciones sobre los embriones retardarán los descubrimientos? La respuesta es No. Seré muy breve. Yo he testimoniado, hace tres años, delante del Parlamento británico en el curso de la discusión de un proyecto de ley para proteger los embriones humanos. Algunos manipuladores pretendían utilizar los embriones para descubrir el mecanismo y el eventual remedio de variadas enfermedades, la trisomía 21, las enfermedades musculares, las enfermedades neurológicas, las enfermedades eméticas. Delante del Parlamento he testimoniado pues que no es posible estudiar una enfermedad de los músculos cuando los músculos todavía no se han formado (los manipuladores pedían el derecho a manipular embriones muy jóvenes, de menos de 14 días). He sido fuertemente atacado por los periódicos ingleses, que han titulado: “French influence en Britain”. Algo muy interesante, y que yo querría sólo destacar: la revista 'Naturaleza', que es la más grande revista científica, ha propuesto enseguida a sus lectores: “Si nos envían un artículo que demuestre sobre base puramente racional que lo que ha dicho Lejeune es completamente falso, recibirán una subscripción gratuita de nuestra revista, y publicaremos el artículo”. Eso hace tres años, y les puedo decir que ningún artículo ha aparecido sobre este argumento y, que yo sepa, ningún científico recibe gratis esta interesante revista. Todo eso quiere decir simplemente que quien había dicho: “Dennos el derecho a experimentar sobre los embriones, y nosotros haremos éste y aquel descubrimiento” había engañado conscientemente al legislador. Los descubrimientos que pedían han sido hechos. Se ha efectivamente aislado el gen de la miopatía, se ha aislado hasta la proteína anormal producida por el músculo enfermo, se ha aislado el gen de la mucovicidosis… y todo eso ha sido hecho partiendo de voluntarios adultos condescendientes, sin hacerles correr ningún riesgo, y sin que nadie haya puesto nunca en peligro el mínimo embrión humano!. La respuesta, la tenemos, no es una novedad, es conocida desde siempre. Toda la historia de la medicina está allí para enseñarnos que no son aquellos que quemaban a los apestados en sus casas o aquellos que sofocaban a los enfermos de rabia entre dos colchones, que han liberado a la humanidad de la peste y de la rabia. Los verdaderos médicos han agredido a la enfermedad, no a los enfermos. ¡Desde siempre la medicina lucha por la salud y por la vida, contra la enfermedad y contra la muerte, y no puede cambiar su compromiso! A condición de perder el propio nombre, a condición de convertirse en una especie de biología que hace experimentos sobre la condición humana, pero contraria a su verdadera naturaleza. He aquí, he acabado, no les he hablado de todas las manipulaciones genéticas porque eso nos habría tomado una hora más, pero tienen que saber que nos volveremos siempre más potentes, inexorablemente. Y volviéndonos más potentes, seremos cada vez más peligrosos, porque si la tecnología es acumulativa, la sabiduría no lo es. ¿Entonces, qué nos queda? Nos queda la sabiduría, la sabiduría eterna, la que no han inventado los hombres. Esta sabiduría es resumida en una frase que juzga todas las cosas, que les dirá a cada instante lo que deben o no deben hacer. Esta frase es muy simple: “Lo que han hecho al más pequeño de mis hermanos, lo han hecho a Mí”. Si los hombres no olvidan esta frase, si los técnicos se acordaran, entonces la tecnología más compleja quedará la honesta servidora de la familia de los hombres. Pero si la olvidaran, si los legisladores la ignoraran, entonces ustedes tendrán que temer todo de una biología desnaturalizada. |
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4. Una biología desnaturalizada