6. Eliot intérprete profético de la cultura moderna
autor: Luca Montecchi
fecha: 2009-02-14
fuente: Eliot interprete profetico della cultura moderna
traducción: Mareilys Perez

Sólo algunas palabras esenciales para justificar y encuadrar la ineludible personalidad de T.S Eliot, entre las más grandes del Novecientos y de la modernidad entera. Estamos hablando de un intérprete de la máxima lucidez del siglo de los genocidios y de las persecuciones y de la atómica, el que, al mismo tiempo, en vez de detenerse al desdén y a la maldición, se ha encargado de hallar las huellas extraviadas o devastadas del sentido y de enseñar de ello, si no la evidencia o la vitalidad, ciertamente la practicabilidad en el presente, también en el desierto de un mundo dañado. A pacto pero de emprender de nuevo el camino de la fe religiosa de los pueblos de Europa, es decir de la fe cristiana de los santos y de la sangre de los mártires que han hecho brotar el árbol material y espiritual de la tradición europea clásica, hebrea y cristiana. La contribución llevada por Eliot es precisamente aquella del hombre de cultura que ha sabido unir agudeza crítica y ánimo intelectual indispensable para sustraerse a los chantajes de la ideología de cada especie, desde los totalitarismos paganos hasta el cientismo tecnológico, desde el fundamentalismo político-religioso, hasta la pedagogía de Estado, a la Ley; ídolos que, al revés, exigen habilidad, brillo, ingenio, mundanidad o bien suavidad, afectación, apaciguamiento, pero no están dispuestos a aceptar el pensamiento cierto, profundo, argumentado, sosegado que se basa en una experiencia auténtica, un pensamiento nunca reducible al poder porque empernado en el deseo original de verdad. Sea claro: definiendo el aristócrata y afable Eliot "hombre de cultura", estamos lejanos del tipo del libre pensador o del intelectual orgánico o comprometido o del periodista a la moda o del esteta: hombres aunados por afán de remuneraciones y veneración del poder, interesados solamente a los esquemas teóricos, a los análisis, a la investigación subjetiva, a las conversaciones de alto nivel social o a las chácharas de talk-show, alérgicos a todo lo que sabe a real y exterior a sí, caracterizados por el odio por el pueblo o al menos por la molestia y el desprecio que las élites iluminadas demuestran respecto a las "masas."
Ahora por fin podemos decir la palabra que lo describe cumplidamente: Eliot fue poeta, con cada probabilidad el mayor del siglo XX. Poeta inmenso, ciertamente, pero a la manera y al seguimiento de Dante y de los profetas bíblicos, es decir de aquellos que ejercieron en máximo grado la facultad intelectual, con el socorro de la potencia imaginativa y alegórica, con el ejercicio de las virtudes morales y con el incansable impulso a communicare (lo decimos con dos eme porque en latín quiere decir “poner en común un bien importante") el recto juicio, a servir, a construir, y reconstruir, nuestro pobre mundo para volverlo de nuevo habitable. Es a recordar que el tiempo no debe ser “matado” ni maldito, que el tiempo no es nunca "libre" (= vacío) y no es tampoco dinero, sino es atravesado sin parar por el destino, es decir por un objetivo último y eterno que da sentido al tiempo y del cual a cada instante nos encontramos a la presencia. También en este caso, estamos a los antípodas del poeta lánguido y fino, rebuscado, estrechamente profesional, concluido en el propio circuito formal y exclusivo. Eliot, un americano en Londres, se ha vuelto sujeto de Su Majestad británico y es un poeta impuro, y no cierto porque despreocupado de la forma - en arte la forma es (casi) todo -, pero porque preocupado solamente de dar forma visual al ser, de significar su belleza. A bien ver, su conversión al cristianismo, (es acogido en el High Church of England en 1927) es efectivamente renuncia definitiva a una poesía romántica y simbolista de la pura, irracional subjetividad, del insanable dualismo de yo y mundo, y por fin abre a la poesía la vía regia del conocimiento y del juicio de la realidad, o sea de los objetivos y de los sentidos del ser. Nada, ninguna circunstancia, ningún objeto material o condición espiritual del hombre contemporáneo, por cuanto horrorosos o viles, quedan fuera de sus composiciones, de sus poemas, de sus dramas en versos, más bien, son cada vez objetivados y transfigurados en su sentido, en su trayecto posible. Tal como no es excluida o callada la presencia explícita de la fe cristiana y de la Iglesia prescindiendo de la confesión anglicana o católica cuales realidades permanentes de que solamente recomenzar a esperar para reedificar la ciudad de los derribos: la ciudad, es decir la arquitectura hospitalaria del significado. No es un caso, evidentemente, si un lector especial cual es don Luigi Giussani haya captado en los Choruses from "The Rock" (Los coros de “La Roca”) aquel interrogante terrible "¿es la Iglesia quien ha abandonado la humanidad, o es la humanidad quien ha abandonado la Iglesia"? que tiene que sacudir el entumecimiento nihilista que envuelve todavía a muchos cristianos y del que es posible volver a tejer el hilo de una conciencia personal despertada y razonable que experimenta la presencia amorosa de Jesús. La entera obra de Eliot testimonia de un pensador que enseña a "ver las ideas", así en los numerosos sabios críticos, como en las Lectures universitarias y en los escritos de reflexión sobre la cultura y sobre la educación, en el cuidado editorial y en la escritura de "Criterion" (1922-1939), el periódico militante de literatura, de economía y de política, denso de pruebas poéticas y juicios precisos y previsores sobre los regimenes totalitarios en camisa negra o marón o envueltos por la bandera roja, mejor: poniendo a una estrecha comparación fascismo y marxismo o sea las máximas elaboraciones teóricas modernas aplicadas a la doctrina del Estado, considerados con el ojo no del filósofo dialéctico, sino del homo religiosus que divisa de ello la raíz impía y anticristiana y condena de ello la voluntad de desarraigo y dominio totalitario sobre la civilización tradicional. Justo por esto hoy hemos querido proponer a la escucha, junto a la belleza de las piezas de poesía, también un par de deducciones de la brillante prosa eliotiana.
Si es verdadero que ciertos detalles revelan un corazón, detalles como una dedicatoria o un exergo a abertura de libro, he aquí, me permito ofrecer aquí a todo el célebre y estupendo Fragmento 2 de Heráclito, que Eliot pone en tono profético a aquella obra maestra absoluta que son los Cuatro cuartetos:
"Aunque el Logos sea universal, la mayor parte de los hombres vive como si tuvieran una sabiduría propia… por esto los hombres están en desacuerdo con el Logos, aunque ello es su constante compañero."

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