El conmovedor texto final de la colección titulado "Los dos chóferes" parece relacionarse con el tema del viaje introducido en "Los siete mensajeros" y evocado aquí y allá con fuerza en otros relatos. "la construcción de mi misma vida, mi único verdadero sostén, la única criatura capaz de comprenderme y de quererme, el único corazón capaz de sangrar por mí…” "Pero ahora es tarde, espantosamente tarde…” para colmar la soledad de la anciana madre enferma y calmar así los propios remordimientos. "No, aquellos días en que ella estuvo enferma y sabía que iba a morir no pueden volver atrás. Ella calla, no me reprocha, probablemente también me ha perdonado, porque soy su hijo. Más aún, con seguridad me ha perdonado. Sin embargo, cuando lo pienso, no logro darme paz.” El misterio de la muerte y el dolor padecido o procurado se impone pues en este relato dedicado a la desaparición de la criatura más querida por él. “Ella no me ve. Está muerta y destruida, no sobrevive, más aún, no quedan más que los despojos de su cuerpo horrendamente humillados por los años, por el mal, por la descomposición y por el tiempo." A falta de una fe que permita adentrarse en el misterio de la muerte, la razón del hombre se rebela y estalla en un grito: Cuando ya el desaliento parece tomar la ventaja, asoma todavía la cabeza la esperanza (Quizá), un pequeño agujero abierto por alguna 'intermitencia del corazón': "Quizá. De vez en cuando, especialmente por la tarde, si me encuentro solo, pruebo una sensación extraña. Como si algo |
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7. Los dos choferes