Albert Camus - Caligula
autor: Albert Camus (1913-1960)
fecha: 1944
fuente: Calígula, Escena IV

Helicón: (de un extremo a otro del escenario) Buenos días, Cayo.

Calígula: (con naturalidad) Buenos días, Helicón.

(Silencio.)

Helicón: Pareces cansado.

Calígula: He caminado mucho.

Helicón: Sí, tu ausencia se ha prolongado mucho.

(Silencio.)

Calígula: Era difícil de encontrar.

Helicón: ¿El qué?

Calígula: Lo que yo quería.

Helicón: ¿Y qué es lo que querías?

Calígula: (sigue con naturalidad) La luna.

Helicón: ¿Qué?

Calígula: Sí, quería la luna.

Helicón: ¡Ah! (Silencio. Helicón se acerca.) ¿Para qué?

Calígula: Bueno… Es una de las cosas que no tengo.

Helicón: Claro. ¿Y ya está todo resuelto?

Calígula: No, no he podido conseguirla.

Helicón: ¡Qué lástima!

Calígula: Sí, por eso estoy cansado. (Pausa.) ¡Helicón!

Helicón: Sí, Cayo.

Calígula: Piensas que estoy loco.

Helicón: De sobra sabes que nunca pienso. Soy demasiado inteligente para eso.

Calígula: Sí. ¡En fin! Pero no estoy loco y aún más: nunca he sido tan razonable. Simplemente, sentí en mí, de pronto, la necesidad de lo imposible. (Pausa.) Las cosas, tal como son, no me parecen satisfactorias.

Helicón: Es una opinión bastante difundida.

Calígula: Es cierto. Pero antes no lo sabía. Ahora lo sé. (Continúa con naturalidad.) El mundo, tal como está hecho, no es soportable. Por eso necesito la luna o la felicidad, o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo.

Helicón: Es un razonamiento que se tiene de pie. Pero en general no es posible sostenerlo hasta el fin.

Calígula: (levantándose, pero con la misma sencillez) Tú de eso no sabes nada. Si las cosas no se consiguen es porque nunca se las persigue hasta el fin. Pero quizá baste con permanecer lógico hasta el fin. (Mira a Helicón.) También sé lo que estás pensando. ¡Cuántas complicaciones por la muerte de una mujer! Pero no es eso. Creo recordar, es cierto, que hace unos días murió una mujer a quien yo amaba. Pero ¿Qué es el amor? Poca cosa. Esa muerte no significa nada, te lo juro; sólo es la señal de una verdad que me hace necesaria la luna. Es una verdad muy simple y muy clara, un poco tonta, pero difícil de descubrir y pesada de llevar.

Helicón: ¿Y cuál es esa verdad, Cayo?

Calígula: (apartado, en tono neutro) Los hombres mueren y no son felices.

Helicón: (después de una pausa) Vamos Cayo, es una verdad a la que nos acomodamos muy bien. Mira a tu alrededor. Eso no les impide almorzar.

Calígula: (con súbito estallido) Entonces. Todo a mi alrededor es mentira, y yo quiero que vivamos en la verdad. Y justamente Tengo los medios para hacerles vivir en la verdad. Porque sé lo que les falta Helicón. Están privados de conocimiento y les falta un profesor que sepa lo que dice.

Helicón: No te ofendas, Cayo, por lo que voy a decirte. Pero deberías descansar primero.

Calígula: (sentándose y con dulzura) No es posible Helicón, ya nunca será posible.

Helicón: ¿Y por qué no?

Calígula: Si duermo ¿Quién me dará la luna?

Helicón: (después de un silencio) Eso es verdad.

Calígula: (se levanta con visible esfuerzo) Escucha Helicón. Oigo pasos y rumor de voces. Guardad silencio y olvida que acabas de verme.

Helicón: He comprendido

Calígula: (se dirige hacia la salida. Se vuelve.) Y te lo ruego: en adelante ayúdame.

Helicón: No tengo razones para no hacerlo, Cayo. Pero yo sé muchas cosas y hay pocas que me interesen. ¿En qué puedo ayudarte?

Calígula: En lo imposible.

Helicón: Haré lo que pueda.

Unless otherwise stated, the content of this page is licensed under Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 License