Alexis Carrell - La incógnita del hombre
autor: Alexis Carrell (1873-1944)
fecha: 1933
fuente: La incógnita del hombre

El que ha escrito este libro no es un filósofo. No es más que un hombre de ciencia. Pasa la mayor parte de su vida en laboratorios estudiando a los seres vivientes, y el resto del tiempo en el vasto mundo, contemplando a los hombres y procurando comprenderlos. No tiene la pretensión de conocer las cosas que se encuentran fuera del dominio de la observación científica. En este libro se ha esforzado por distinguir claramente lo conocido de lo que pudiera conocerse; por averiguar con la misma claridad, la existencia de lo desconocido y de lo incognoscible. Ha considerado al ser humano como la suma de las observaciones y de las experiencias de todos los tiempos y de todos los países, pero, lo que ha descrito, lo ha visto por sí mismo o bien lo ha obtenido directamente de los hombres con los cuales se ha asociado. Ha tenido la buena fortuna de encontrarse en condiciones que le han permitido estudiar, sin esfuerzo ni méritos de su parte, los fenómenos de la vida en su turbadora complejidad. Ha podido observar casi todas las formas de la actividad humana. Ha conocido a los pequeños y a los grandes, a los sanos y a los enfermos, a los sabios y a los ignorantes, a los débiles de espíritu, a los locos, a los habilidosos, a los criminales. Ha frecuentado campesinos, proletarios, empleados, hombres de negocios, comerciantes, políticos, soldados, profesores, maestros de escuela, sacerdotes, aristócratas, burgueses. El azar lo ha colocado en el camino de los filósofos, de los artistas, de los poetas y de los sabios. Y a veces, también, junto a los genios, los héroes, los santos. Al mismo tiempo ha visto desarrollarse los mecanismos secretos que, en el fondo de los tejidos, en la vertiginosa inmensidad del cerebro, son el substratum de todos los fenómenos orgánicos y mentales.

Lo que le ha permitido asistir a este gigantesco espectáculo es el modo en que se conduce la existencia moderna. Gracias a ello ha podido extender su atención sobre los más variados dominios, cada, uno de los cuales, normalmente, absorbe enteramente la vida de un sabio. El autor ha vivido tanto en el Nuevo como en el Viejo Mundo. Pasa la mayor parte de su tiempo en el “Rockefeller Institute for Medical Research” porque es uno de los hombres de ciencia a quienes Simón Flexner ha reunido en este Instituto. Allí ha tenido ocasión de contemplar los fenómenos de la vida, entre las manos de expertos incomparables, tales como Jacques Loeb, Meltzer y Noguchi y otros grandes sabios. Gracias al genio de Flexner, el estudio del ser vivo ha sido abordado en estos laboratorios en una amplitud no igualada hasta el presente. La materia es estudiada aquí en todos los grados de su organización y de su impulso hacia la realización del ser humano. Se examina la estructura de los más pequeños organismos que entran en la composición de los líquidos y de las células del cuerpo: las moléculas, de cuya arquitectura nos dan noticias claras los rayos X, y en un nivel más elevado de la organización material, la constitución de moléculas enormes de sustancia proteica, y los fermentos que sin cesar las construyen y las desintegran. También se ha observado el equilibrio físico-químico que permite a los líquidos orgánicos mantener constantemente su composición y constituir el medio interior necesario en la vida de las células. En una palabra, el aspecto químico de los fenómenos fisiológicos, se considera simultáneamente con las células, con la organización de éstas en sociedades y con las leyes de sus relaciones con el medio interior.
(…)
El inmenso número de conocimientos que poseemos hoy día sobre el hombre, es un obstáculo para su empleo. Para que resulte utilizable, nuestro conocimiento debe ser sintético y breve. Por lo demás, el autor de este libro no ha tenido la intención de escribir un tratado acerca de nosotros mismos, porque un tratado tal, aun conciso, se compondría de varias docenas de volúmenes. Ha querido hacer tan sólo una síntesis inteligible para todos. (…).
Antes de comenzar este trabajo, el autor ya se daba cuenta de sus dificultades, de su casi imposibilidad. Lo ha emprendido sencillamente porque alguien tenía que emprenderlo. Porque el hombre es hoy día incapaz de seguir a la civilización por la vía en que ésta se desliza. Porque, en resumidas cuentas, degenera. Fascinado por la belleza de las ciencias de la materia inerte, no ha comprendido que su cuerpo y su conciencia siguen las leyes más oscuras, pero también inexorables del mundo sideral y que no puede infringirlas sin peligro. Es, pues, imperativo que tenga conocimiento de las relaciones necesarias que lo unen al mundo cósmico y a sus semejantes. Hace falta también que conozca algo de sus tejidos y de su espíritu. A la verdad, el hombre prima sobre todo. Con su degeneración, la belleza de nuestra civilización y aún la grandeza del universo se desvanecerían. Por esta razón, ha sido escrito este libro. Ha sido escrito no en la paz de los campos sino en la confusión, el ruido y la fatiga de Nueva York. Su autor ha sido empujado a este esfuerzo por sus amigos, filósofos, sabios, juristas, economistas, hombres de grandes negocios, con los cuales conversa desde hace años sobre los grandes problemas de nuestro tiempo. De Federico R. Coudert, cuya mirada penetrante abraza más allá de los horizontes de América, los de Europa, es de quien ha provenido el impulso generador de este libro. Ciertamente, la mayor parte de las naciones siguen el camino abierto por la América del Norte. Todos los países que han adoptado ciegamente el espíritu y los métodos de la civilización industrial, tanto Rusia como Inglaterra, Francia y Alemania, están expuestos a los mismos peligros de los Estados Unidos. La atención de la humanidad debe dirigirse desde las máquinas y el mundo físico al cuerpo y al espíritu del hombre. Debe interesarse en los procesos fisiológicos y espirituales, sin los cuales las máquinas y el universo de Newton y de Einstein no existirían.
(…)
Muchos desean escapar, hoy día, de los dogmas de la esclavitud moderna. Para ellos ha sido escrito este libro. Y también para los audaces que enfrentan la necesidad, no sólo de cambios políticos y sociales, sino de un cambio total de la civilización industrial junto con el advenimiento de otra concepción del progreso humano. Este libro se dirige a todos aquellos cuya tarea cotidiana es la educación de los niños, la formación o dirección del individuo. A los directores de instituciones, a los higienistas, a los prelados, a los profesores, a los abogados, a los magistrados, a los oficiales de ejército, a los ingenieros, a los jefes de industrias, etc. También a los que reflexionan sencillamente sobre el misterio de nuestros cuerpos, sobre nuestra conciencia y sobre el universo. En suma, a todo hombre y a toda mujer. Se presenta a todos en forma de breve exposición de lo que la observación y la experiencia nos revelan respecto de nosotros mismos.

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