El ansia por la paz de Pio IX a papa Francisco
autor: Francesco Occhetta
Periodista de la revista “La Civiltà Cattolica” y consultor eclesiástico de la Unión católica de la prensa italiana
Twitter @OcchettaFra; blog www.francescoocchetta.it
fecha: 2013
fuente: L’ansia per la pace da Pio IX a papa Francesco
Publicado en el n. 30 de Atlantide
traducción: María Eugenia Flores Luna

¿Qué posición ha asumido la Iglesia frente a las guerras del siglo XX, que han provocado un número de muertos tres veces superior a aquellas que se habían tenido entre el siglo I y el XIX? ¿Qué etapas caracterizan la evolución de la «teología de la paz» en los pontificados comprendidos entre Pio IX y Francisco?

A partir de la mitad del siglo pasado la guerra tradicional se ha transformado en «guerra moderna», aquella de la era nuclear. Después de la caída del Muro de Berlín (1989), sin embargo, ha crecido el número de los conflictos dentro de los Estados, como aquel en Kosovo, las «guerras olvidadas» de África, las interminables «guerras civiles» de América Latina, las revueltas del Medio Oriente.

Evoluciona la naturaleza de la guerra: la guerra ya no es combatida por los Estados, en los últimos años del siglo XX ha surgido la guerra de «rostro religioso», causada por los conflictos étnicos o por el terrorismo internacional.

Pero no sólo. Los mayores conflictos provienen de los intereses privados, basta pensar en los conflictos financieros con los consiguientes cambios internacionales la extensión del dominio privado más allá de la política democrática. Luego, por primera vez en la historia de los Parlamentos, no se han limitado a ratificar la decisión de los propios gobiernos (democráticos o autoritarios) sobre las guerras. De Obama a Cameron y Hollande han tenido que hacer frente a sus Parlamentos. Por último el rol de los medios de comunicación se hace siempre más importante como condición para la paz y la guerra. En resumen una primera conclusión breve nos lleva a decir que el futuro de la paz pasará cada vez más a través del control de la opinión pública porque en la sociedad civil ha crecido la consciencia de la paz.

La guerra como estrago inútil

La reflexión sobre la paz, durante el pontificado de Pio IX (1846-78), acercó a católicos y protestantes que organizaron juntos una escuela en Roma para el estudio del derecho internacional y la formación de árbitros internacionales independientes para la resolución de los conflictos entre Naciones.

En estos años una de las contribuciones de mayor importancia ha sido aquella del jesuita Luigi Taparelli d’Azeglio, entre los fundadores de la Civiltà Cattolica, cuyos estudios sobre la paz y la guerra se convertirán en punto de referencia para el pensamiento de los Papas hasta Juan XXIII, de juristas y políticos. Taparelli consideraba inmoral que los Estados soberanos pudieran considerar legítimo entrar en guerra, si una organización internacional, que llamó etnarquía, hubiera impedido todo recurso a la violencia entre Estados.

León XIII (1878-1903), heredero de esta tradición, inició a sistematizar una propuesta de «paz política» y en la conferencia sobre el desarme del Haya del 18 de mayo de 1899, en la cual participaron 26 Estados, el Pontífice viene reconocido por algunas Naciones como garante de los conflictos en virtud de su «paternidad universal».

En este periodo la Santa Sede inicia a tener credibilidad en el campo internacional justo gracias al tema de la paz.

La Nota a los beligerantes del 1° agosto de 1917, en que Benedicto XV definió la guerra un «estrago inútil», ha sido la propuesta de un esquema detallado y práctico que ningún Jefe de Estado logró proponer para negociar la paz. No obstante su propuesta haya sido obstaculizada por las grandes potencias, aún hoy en campo diplomático Benedicto XV viene considerado «el Papa de la paz».

Durante la segunda guerra mundial, Pio XII será el primer Papa a exponer orgánicamente «los requisitos esenciales de un orden internacional», proponiendo de nuevo el pensamiento de Taparelli en el mensaje por radio en la Navidad de 1942.

Se estima que durante la guerra la Iglesia guiada por Pío XII salvó la vida de cerca de 800.000 hebreos. Bastaría este dato para responder a las acusas de silencio frente al genocidio y de su presunto apoyo a los regímenes totalitaristas.

La idea positiva de paz

Con Juan XXIII la idea de paz se vuelve «positiva», su significado se amplía e incluye los derechos humanos, una nueva idea de democracia, la voluntad de crear estructuras internacionales de gobierno que la garanticen.

En el archivo de Civiltà Cattolica está custodiada una carta de Juan XIII al director, el actual cardenal Tucci, en que se subraya la voluntad de poner las bases para una ética civil que busque la paz que no fuera ni religiosa ni antirreligiosa, sino «laica», basada en una racionalidad ética compartida por la mayoría que cree en la construcción de una sociedad democrática. Era el sueño de Taparelli.

Con Pablo VI (1963-1978) la Iglesia introduce una verdadera revolución epistemológica en la doctrina de la paz distinguiendo, en el campo de la moral social, una doble naturaleza de paz: «la paz interior» y la «paz exterior». Los jesuitas fueron encargados por el Papa para escribir los discursos más importantes sobre el tema. Para estudiar la evolución de la teología de la paz, además de su mensaje a las Naciones Unidas en 1965 en que gritó «nunca más la guerra» recordamos otras dos aún poco conocidas: el mensaje por radio del 1967: «El camino de la paz entre los pueblos pasa por la “paz del corazón”» y la homilía del 1°de enero de 1969 en la iglesia del Ara Caeli en Roma. La paz, para Pablo VI, está nutrida por una raíz espiritual, es un don que se acoge y la pueden construir y mantener aquellos que descubren la paz del corazón.

A su pontificado debemos también el inicio de la «educación a la paz», con los once mensajes de la Jornada mundial por la paz (1968-1978), por él inauguradas.

La paz como acción política y profecía

Juan pablo II defiende la «paz a cualquier costo» aun delante de una posible guerra total y de religión, que muchos politólogos preveían tras el ataque de Al Quaeda a las torres gemelas. Bastaba que Juan Pablo II entrara en aquella trampa infernal, atacara genéricamente el Islam… y el mundo se hubiera encontrado dividido y formado en base a la confesión religiosa. No fue así por una opción profética.

En dos encíclicas, la Sollicitudo rei socialis (1987) y la Centesimus Annus (1991), Juan Pablo II había expuesto sus ideas acerca de la paz pero es en la Jornada de Asís del 27 de octubre de 1986 que presentó su propuesta profética de paz. Cristianos, hebreos y musulmanes se reunieron por primera vez para pedir juntos el don de la paz. El mensaje era al mismo tiempo simple y claro: el hombre creyente debe vivir y enseñar la reconciliación, la mediación pacífica en los conflictos sociales, la posibilidad de una vida comunitaria auténtica. Estas son las «armas» en las manos de las religiones para construir la paz.

En 1991 los Jesuitas de Civiltà Cattolica escribieron un artículo afirmando que con el advenimiento de la «guerra total» la guerra no es de ningún modo permitida y es siempre un intrinsece malum. El artículo fue deseado y defendido por Juan Pablo II. Pero el mundo católico se dividió. Viene así superada la doctrina tradicional de la guerra Justa.

Para los Jesuitas, se lee en los archivos aún secretos de Civilización Católica, la cuestión, además de ser de naturaleza epistemológica, es también semántica. Cambiando su naturaleza, la guerra debe cambiar también el lenguaje que la explique. La Iglesia de Juan Pablo II pide abandonar el uso de la palabra «guerra» y habla de «conflictos armados», que justifica en casos de legítima defensa y de intervención humanitaria.

Benedicto XVI ha consolidado la praxis y la doctrina precedente. Durante su pontificado los esfuerzos de la Iglesia en campo diplomático han centrado en la prevención de la paz, también llamada transitional justice. Durante su discurso a las Naciones Unidas del 18 de octubre de 2008, ha acogido el principio de «responsabilidad de proteger» (The responsibility to protect). Pero el compromiso de la Iglesia está también en el ius prae-bellum. La doctrina social de la Iglesia pide invertir en la formación, en el desarrollo económico, en las buenas governances, en organizaciones internacionales, en el compromiso de firmar pactos regionales. Concretamente se están apoyando las políticas de reducción de armamento nuclear y la reforma del Consejo de Seguridad, que tenga en cuenta los equilibrios geopolíticos cambiantes.

La paz por construir en las periferias sociales

En esta “nueva” situación social y eclesial papa Francisco ha asumido una actitud peculiar frente a la gran misión de la Iglesia sobre el tema de la Paz. Por supuesto se dirige a la política, pero sus representantes no son sus interlocutores privilegiados. Ante todo el Papa ha comprendido que el problema hoy ya no se trata en términos «nacionales» como para sus predecesores; también cuando los conflictos son aparentemente limitados, en realidad son conflictos globales en cuanto aun al mínimo están involucrados los mismos actores que gestionan las escenas internacionales. La solución que papa Francisco está proponiendo es aquella del bottom up, desde abajo, desde los cuerpos intermedios, desde las asociaciones, Ong, sindicatos etc., el mundo del tercer sector, aquel del welfare state.

Por eso el Papa habla cada vez más de llevar la paz donde hay violencia. Y lo hace con la oración. Una vigilia de paz ante el Santísimo para pedir evitar un ataque de la Siria ha sido una «bomba de paz» a la que se han adherido todos los hombres de buena voluntad.

Una forma de guerra según el Pontífice es lo que anima a la trata de personas, las injusticias sociales etc. ¡Son pues las “periferias” por pacificar! El modo para hacerlo es aquel estudiado en los últimos años del 1900. Romper, a través de la cultura y la educación, el duopolio de Hobbes donde el otro es el posible enemigo, y favorecer, a través de procesos de reconciliación civil, la amistad cívica en que el otro es conciudadano. Llevar paz a las «guerras sociales» dará lugar a una nueva reubicación de la naturaleza de las guerras: el compromiso por llevar la paz a la economía y a la escuela, hasta la investigación científica para preparar no «individuos egoístas», sino «personas en relación e interconectadas» entre sí para cooperar juntas.

La palabra de orden de la paz de papa Francisco es “pacificación”. Y ésta gracias a la misericordia de un don, que es aquel del perdón, que hace cambiar la suerte de la historia y también escuchar la voz madura de la propia consciencia que ayuda a respetar un principio antiguo: bonum faciendum et male vitandum.

Por más de un siglo la Iglesia ha vuelto a hablar en forma explícita y radical del «Evangelio de paz» (At 10,36) frente a la guerra, y lo hace sin asumir posiciones “ideológicamente pacifistas”, sino realistas, posibles en la contingencia de la historia. Los Pontífices han actuado con una preocupación común: protegiendo a los más débiles en los conflictos, limitando los daños de las guerras, creando consciencias y comunidad de paz.

Para nosotros esta enseñanza es una herencia por vivir.

Para profundizar el argumento:
F. Occhetta, Jesuitas y Papas, la guerra y la paz. La evolución del pensamiento de la Santa Sede sobre la guerra y la paz leída por los Jesuitas de La Civiltà Cattolica, Endymion, Madrid 2007.

F. Occhetta, La pace nel pensiero dei Papi del Novecento (La paz en el pensamiento de los papas del 1900), en La Civiltà Cattolica, 2010, IV, 540-551.

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