En el corazón de la experiencia, la investigación ...
autor: Maria Teresa Landi
Senior Investigator al National Institutes of Health (NIH) de Bethesda, MD (EE.UU.)
Giancarlo Cesana (moderador)
Docente de Higiene en la Universidad de los Estudios de Milán, Bicocca
fecha: 2010-08-23
fuente: Al cuore dell'esperienza: ricerca scientifica alla prova
acontecimiento: Meeting per l’amicizia tra i popoli: "Quella natura che ci spinge a desiderare cose grandi è il cuore", Rimini, Italia
(Meeting para la amistad entre los pueblos: "Esa naturaleza que nos empuja a desear cosas grandes es el corazón")
traducción: María Eugenia Flores Luna

Trabajo en los Estados Unidos en el National Institutes of Health (NIH), es decir los Institutos Nacionales de Salud, y en particular en el National Cancer Institute (NCI), en el Instituto Nacional de los Tumores, en Bethesda, en las cercanías de Washington, DC. El NIH, con 27 institutos científicos y centros de investigación, tiene un presupuesto de cerca 30 mil millones de dólares al año y apoya el trabajo de más de 325.000 investigadores en 3.000 universidades e institutos científicos en el mundo. Más de 100 premios Nobel han trabajado en el NIH o han recibido fondos para la investigación del NIH. En fin, es un lugar donde se "respira" la investigación de la mañana a la noche.
En el NIH actualmente mi trabajo es estudiar los determinantes genéticos y ambientales asociados al desarrollo de algunos tumores. En la última investigación, por ejemplo, hemos registrado el genoma de personas enfermas de tumor y lo hemos confrontado con el de personas sanas para individuar las variantes genéticas que podrían volver a las personas más susceptibles para desarrollar tumores. Para este proyecto hemos estudiado más de 33.000 personas; el tipo de investigación del que me ocupo es por lo tanto el que se desarrolla a gran escala más que en un laboratorio individual o en animales para experimento. Estudiamos al hombre, las poblaciones. Sólo señalo uno de los descubrimientos del último período: hay zonas del genoma, del ADN, que en el pasado no se sabía para qué cosa sirvieran o se pensaban inútiles; algunos las llamaban junk DNA (ADN de desecho), también porque carecen de genes. Ahora bien, nosotros hemos observado que justo estas zonas están asociadas al desarrollo de algunos tumores: nos encontramos, por lo tanto, en el límite de algo nuevo y estamos tratando de entender el por qué de esta asociación.

He usado este ejemplo para hacer entender qué encanto te puede invadir cuando haces investigación a un cierto nivel y te acercas a conocer algo que podría ser importante, nuevo. A mí me ha ocurrido hacer un descubrimiento y probar la exaltación. La dinámica es impresionante: tú puedes tener una hipótesis, y en esta hipótesis a lo mejor haber trabajado por años, pero cuando se confirma, aunque es justo lo que tú habías pensado, es una sorpresa, es una cosa que te deja humilde, en silencio. Tú entiendes que hay algo más, entiendes que es algo que va más allá de lo que te esperabas y más allá de tu aproximación. Es una experiencia única: te parece llegar casi a tocar el infinito, el Misterio. Pero lo que sucede - lo he visto en mí y en otros - es que tú no logras estar en aquella posición vertiginosa, en la cual dependes, en la cual no conoces, y por lo tanto inmediatamente reduces, un instante después reduces y dices: «Si hemos sido capaces de llegar hasta aquí, de ahora en adelante sólo es cuestión de tiempo, utilizamos una tecnología mejor y al final entenderemos todo». Pero haciendo así te apartas del presentimiento del Misterio que te había hecho temblar al inicio y el infinito, inmediatamente, se reduce. Esta dinámica también es condicionada por el hecho de que la investigación científica en estos centros implica ya una competición salvaje: hace falta llegar primeros a descubrir algo nuevo, así se puede publicar en el periódico más importante, se vuelve famosos y en seguida, cuando se hace una solicitud de fondos para otra investigación, es más fácil obtenerlos; así se hace más investigación, se publica de nuevo y se consiguen más fondos: el ciclo se eterniza. Por lo tanto es siempre una carrera para llegar primeros. El tipo de investigación que hago necesita luego que yo trabaje con gente de todo el mundo: en mis últimos proyectos estaban implicadas todas las mejores universidades y centros de investigación americanos: Harvard, Johns Hopkins, Yale, la Clínica Mayo, MD Anderson etc., pero también algunas de las universidades más importantes del Norte de Europa, y de Japón, China, Taiwán, Australia…. Cada vez que se trabaja juntos, cada uno tiene un interés por defender, quiere llegar primero y la dinámica que se crea es realmente complicada.

Yo he llegado a este contexto desde Italia con un deseo muy grande, de hacer investigación. Había encontrado a don Giussani y él me había realmente hecho animar por el Ideal, por algo infinito, muy grande en la realidad; con él la realidad se había vuelto llena de promesa. Había algo por lo que valía la pena dar la vida, una cosa más grande. He ido a América fortalecida por este encuentro y me ha correspondido enseguida un cierto aspecto de la mentalidad americana, que está basada en el impulso a probar, a arriesgar, a buscar de todos los modos realizar el propio deseo. En América es muy fuerte la ambición, el “puedes hacerlo”; ninguna tentativa es despreciada, se apuesta sobre el hombre. Por eso ¡me he encontrado muy bien al inicio! Pero he tenido ya desde el primer año la experiencia de ser prendida, capturada diría, también por otro aspecto de la misma mentalidad, es decir aquel de la competición, del poder, del buscar ante todo el éxito.
Había llegado, había proyectado un estudio que me interesaba mucho, había apostado en eso. Sin embargo mis jefes y otros no estaban muy de acuerdo con que yo guiase esta investigación, porque era joven, extranjera; el estudio costaba millones de dólares y no estaban seguros de querer invertir en mí. Al menos ésta era mi percepción; y por lo tanto estaba muy enfadada porque quería guiar el estudio. Entonces he llamado a don Giussani para pedirle una opinión y él me ha dicho: « ¿Pero tú crees realmente en este proyecto? ¿Piensas que pueda servirle a la gente que tiene el tumor?» Y yo le he respondido: «Cierto, lo he diseñado porque espero justo encontrar algo importante para ellos», también le he explicado qué cosa me esperaba encontrar. Y él me ha dicho: «Si tú te impones y quieres ser a toda costa el principal, ¿no amenazas con crear enemistad y que a lo mejor tus jefes paren el estudio porque tú estás contra todos?». Yo le he dicho que seguramente se habría creado alguna enemistad dado el nivel de la competición y él ha añadido: «Entonces no entiendo por qué no vas sencillamente a tus jefes y les dices que te interesa realmente este proyecto, y que estás dispuesta a hacer cualquier cosa, aun la asistente, la secretaria, cualquier cosa, con tal de que el proyecto se haga». Y yo: "¡Don Giussani, no! La idea ha sido mía, yo he escrito el proyecto, yo he conseguido los fondos, estoy lista para iniciar, el estudio es mío". Y él: «No entiendo por qué tienes que ser necesariamente el principal: si la cuestión es que este proyecto se realice… ». En esta dialéctica, a cierto punto, he intuido que el punto de vista del que él miraba la cuestión era completamente diferente. Antes pensaba: « ¡Por qué no entiende!». Pero luego he pensado: «Quizás sea yo que no entiendo». Después de toda esta discusión, a un cierto punto, me ha dicho: « ¿Pero tú por quién vives?». Cuando me ha hecho esta pregunta, me ha hecho revivir en el instante, el ideal que me había conquistado al inicio, aquel deseo de infinito. Y he contestado, con un hilo de voz: «Vivo por Cristo». Y allí me ha parecido ridículo que me fuese apegada a hacer el "jefecito" de aquel proyecto, sin embargo hasta un segundo antes habría "disparado" a cualquiera que hubiese intentado quitármelo…
Entonces le he preguntado a don Giussani: «Pero ¿cómo es posible que yo arda así por este ideal y sin embargo me haya dejado convencer por otra cosa?». Y él: «En la medida en que tú estás en un ambiente es normal que la mentalidad de este ambiente te determine. La cuestión es que si penetra algo diferente, alguien que te dice una cosa o algo que lees o escuchas, algo que de repente te reclama más al deseo del corazón, entonces tú te adhieres: está allí la libertad, es allí que se juega todo».
Para mí este evento, sucedido hace más de 10 años, se ha convertido en un punto sin retorno, no tanto porque luego el trabajo se haya vuelto fácil, sino porque allí ha penetrado la pretensión de Cristo justo dentro de la modalidad con la que yo hacía la investigación; no después, sino en la modalidad con que miraba y decidía las cosas. Él ha penetrado con la pretensión de decir: «Yo puedo corresponder más a tu deseo de verdad, de justicia, (porque para mí también se trataba de una cuestión de justicia: aquél era "mi" proyecto), de felicidad, más de lo que pueda hacerlo tu plan, lo que tienes en la cabeza o tu pequeño poder». Y en efecto, cuando me han comunicado el título de este testimonio, «La investigación científica a la prueba», reflexionando sobre eso, me he percatado de que para mí la prueba no es tanto la competición, la lucha para lograr, para tener los fondos, para publicar, para ser los primeros, sino la prueba verdadera es este drama que penetra porque Cristo toma posición dentro de tu vida y es como si te dejara allí en vilo: te enreda todos los planes, pero no te dice qué cosa tienes que hacer. Eres dependiente de Él en esta continua prueba, y esto es dramático. Pero también es, (¡por fin!), humano.

Quiero contar algunos ejemplos de cómo he vivido este drama con los años. Parto de una experiencia bastante reciente: había cuatro centros de investigación entre los más importantes del mundo que, en un proyecto común, habían descubierto un gen que decían era asociado con el desarrollo de un particular tipo de tumor. La noticia había hecho sensación, había aparecido en los periódicos; en pocos días el descubrimiento habría sido presentado a un congreso mundial de la investigación sobre el cáncer. En aquel entonces yo poseía muchos datos sobre este tumor y, habiendo registrado el genoma, también tenía los datos sobre aquel gen. He ido a mi banco de datos para verificar si este gen fuese asociado con este tipo de tumor y he visto que no lo era. Yo estaba bastante segura de mis resultados, porque la numerosidad de mi campeón era mucho más grande que aquella de los cuatro centros; por tanto, al menos desde el punto de vista estadístico, estaba segura. También tenía la sospecha de que ellos hubieran cometido un error en el diseño del estudio o en la interpretación de los datos, pero no sabía bien qué tenía que hacer: por un lado, quería decir que mis datos no confirmaban este resultado (en caso contrario se habrían desarrollado toda una serie de investigaciones, varias universidades habrían trabajado sobre este gen que yo sabía no era importante); por otro lado, no quería atacar a estas personas, estos cuatro centros de investigación, porque en todo caso se jugaba la carrera de ellos y mía (porque atacar a cuatro centros tan potentes no es propio la cosa más simple que hacer…). Por lo tanto estaba incierta y hablando con mis colegas hemos decidido que, visto que este congreso mundial se habría tenido en Washington, cerca del NIH, podíamos organizar para nosotros un encuentro-satélite el día antes del congreso, invitando a todos los expertos a discutir también aquel tema y tratar de entender cómo afrontar esta diferencia en los datos. En el encuentro yo estaba muy tensa; han sido presentados sus datos y, en aquel entonces, un representante europeo ha levantado la mano y ha dicho: «Yo no he encontrado esta asociación, no hay este resultado en los datos europeos». Sintiendo su afirmación, he tomado coraje y he dicho: «Realmente también nosotros en el NIH no lo hemos encontrado». Ha habido primero un gran silencio, luego los representantes de los cuatro centros han empezado a atacar con fuerza, a defender su resultado y rehusar nuestros análisis…. Yo había empezado con la voluntad de tratar de entender por qué los resultados eran diferentes, pero cuando me he visto atacada, he contestado con igual tono y se ha creado un clima tal que todo mi temperamento ha estallado, tanto que al final el moderador ha interrumpido la discusión. Durante la pausa una colega italiana, que estaba presente en la discusión, me ha preguntado si podía hacer una llamada internacional; entonces la he llevado a mi despacho en el edificio de al lado. Mientras ella llamaba por teléfono yo he quedado cinco minutos en absoluto silencio delante de una ventana, lejana del caos de antes, y allí he sentido una gran tristeza; estaba realmente mal y pensaba: «Puedo aun haber vencido la batalla, pero que victoria es ésta si la lucha no ha sido para tratar de entender cómo realmente están las cosas, sino para imponer cada uno el propio punto de vista, para demostrar de tener razón sólo por una cuestión de poder… ". ¡Y el último pensamiento, al menos para mí, ha sido aquel de las personas enfermas para las que trabajábamos! Estaba realmente triste: "¿Quién, presente allí, habría pensado que yo soy cristiana?”. Me he preguntado en qué cosa se viera la diferencia… y me he sentido justo morir. Pero con los años había aprendido que cuando las circunstancias se hacen dramáticas, cuando hay algo que me hace estar mal, a lo mejor por un error mío, quiere decir que hay algo para mí, y por lo tanto también allí había algo que tenía que entender, y esperaba. He vuelto con mi colega a la reunión; allí se ha decidido que habría sido mejor continuar la discusión directamente en el congreso al día siguiente, jugándose allí la batalla, para ver quién habría "vencido". Desde aquel momento he empezado a pensar en qué cosa habría tenido que decir, en las tablas por preparar, etc. He vuelto a mi oficina para descargar datos y he visto que una querida amiga me había mandado un mensaje en que me preguntaba sí había leído un cierto editorial de monseñor Lorenzo Albacete - un teólogo americano que me gusta mucho a mí - en IlSussidiario.net. He ido a buscar el artículo para leerlo - era tarde, estaba muy cansada, pero me atraía -: Albacete hablaba de una película, Groundhog Day (literalmente: el día de la marmota), cuyo título italiano es Ricomincio da capo [Recomienzo otra vez]. Por una serie de circunstancias el protagonista se encontraba a revivir siempre el mismo día: vive su jornada, se va a la cama, la mañana después se alza y siempre es el 2 de febrero, se acuesta… siempre el 2 de febrero, siempre así. Al principio saca ventaja de ello, pero después de un poco no aguanta más, busca todos los modos para salir, pero no lo logra (hasta intenta el suicidio). Al fin logra salir de este ciclo gracias al amor por su mujer, que se llama Rita. Y monseñor Albacete terminaba el editorial de este modo: «…También yo tengo mi Rita, es decir una Presencia reconocida por la fe, que nos enseña cómo transformar el actual círculo temporal en un manantial de caridad por los otros, y es la Presencia de Cristo Resucitado. Él es capaz de hacer de cada día un nuevo día, permitiendo despertarse cada mañana en un 3 de febrero completamente nuevo» (Lorenzo Albacete, IlSussidiario.net, 21 de abril de 2010). Cuando he leído este artículo he quedado "fulminada", porque he entendido enseguida que también yo estaba dentro de un círculo temporal, porque también aquello que había preparado para el día siguiente aún estaba dentro del mismo esquema: ¡quién tiene razón, quién tiene más datos… en fin, lo mismo! Era muy tarde y al día siguiente habría sido este encuentro, pero había entendido que no podía ir a la reunión como la había preparado, no podía simplemente hacer ver mis datos y demostrar que era mucho mejor. No podía estar ya dentro de ese esquema, ya no bastaba. Pero no sabía qué tenía que hacer, de veras no sabía cómo moverme, aunque me esperaba algo. Me he ido a la cama tensa, rogando. La mañana después, yendo al congreso, a un cierto punto me ha venido una idea, al improviso: en lugar de ir allí a decir «yo tengo razón», por qué no decir: "Disculpen, pongámonos todos juntos, todos los centros del mundo que tienen estos datos. Juntémonos todos, de modo que, a lo mejor, teniendo una casuística más grande, logremos entender más, no sólo sobre este gen, sino también sobre otro, por el bien de la gente». Estaba manejando el carro, me he conmovido y casi he tenido que parar porque decía: "¡esta cosa no es mía, no viene de mí", porque lo que había venido de mí lo había ya visto! Esta idea tenía en cuenta todos los factores, tenía en cuenta el hecho de que podía ser un bien para la gente, tenía en cuenta el hecho de que lográbamos entender más cómo estaban las cosas, la verdad, tenía en cuenta el hecho de que no tenía que atacar a aquellos cuatro, que no era una cuestión de competición, sino de trabajar juntos por la verdad. Y más allá del hecho de que han aceptado casi todos los centros, la victoria ha sido poder estar delante de esta circunstancia yo misma integralmente, sin censurar nada, y en esto descubrir la acción, la presencia de Otro. He entendido que aquella circunstancia me era dada ante todo para ver que Él está en lo real y es verificable.

Otro ejemplo. Me habían ofrecido una cátedra en la universidad americana más importante en mi campo, la número uno. Yo estaba muy atraída, sea por una cuestión de prestigio, sea porque me habrían dado muchos fondos para abrir un programa de investigación mío. En cambio, no sé por qué, había algo que no "cuadraba". A un cierto punto, vista la incertidumbre, he ido a hablar con don Carrón y él me ha dicho: «Deja a parte un instante tu idea del prestigio, del dinero, de ser el jefe etc… Y contesta a esta pregunta: "¿Dónde, según tú, puedes hacer mejor investigación para el bien de la gente?"». En un instante, enseguida, he entendido que tenía que quedarme donde estaba, al NIH, porque en ocho años habíamos llevado adelante un proyecto importante, estábamos por tener resultados y dejarlo en aquel punto no habría ayudado a nadie. Además, el tipo de mi investigación, por sus dimensiones, tiene necesidad de grandes financiaciones, recursos que solamente el NIH podía dar en aquel entonces. Ha sido muy fácil, en aquel punto, reconocer que tenía que estar allí, pero se ha requerido una llamada que me recondujera al ideal. Y también allí, lo que me ha conmovido ha sido que en juego no estaba simplemente un puesto de trabajo, como yo pensaba, sino la posibilidad de entender más qué cosa deseo y Quién puede contestar a este deseo.

Antes de ir a América, cuando trabajaba en la Universidad de Milán, había ido a un congreso internacional donde habían sido premiados dos profesores que habían hecho descubrimientos interesantes; hubo gran énfasis, grandes discursos etc. A mi vuelta era bastante escéptica, no entendía toda la exaltación, el entusiasmo; habría preferido quizás tener aquella posición hecha de entusiasmo, orgullo, seguridad y en cambio yo sentía que no me bastaba. Entonces he pedido una opinión a don Giussani, y él me ha dicho: «Si falta la totalidad de los factores en juego, no es conocimiento», y al congreso le faltaba un factor fundamental, es decir se pensaba que aquellos resultados eran todo, en cambio la realidad es infinita. Y luego: «Quien tiene conciencia de la perspectiva infinita, ante todo se siente humillado en el mundo, porque el mundo echará humo e incienso a los Einstein y a los Pasteur» – Einstein y Pasteur han hecho tres metros con respecto a los usuales tres centímetros; pero son siempre tres metros con respecto al infinito. ¿No? – «El mundo echará humo e incienso a los Einstein y a los Pasteur, y no a ti, pequeña profetisa desconocida, que dices: "¡Pero es infinita! ¡La realidad es relación con el infinito!"… Y tú que tienes sentido de lo último serás llamada "fanática" y ellos en cambio científicos, y harán las guerras, hasta las guerras estelares, para imponer la propia fórmula o para robar la fórmula de los otros…. Tú, en cambio, con el aliento normal de una persona que come, bebe y ríe todos los días como hacen todos, sustentarás el ánimo de muchos, de todos tus amigos, de tu casa, e irás a Estados Unidos de América justo para llevar este aliento. Serás la investigadora, serás la científica, teniendo perfecta conciencia de la pequeñez de esta cosa y de la grandeza del motivo por el cual has ido" (Luigi Giussani Vivendo nella carne [Viviendo en la carne], pág. 154-157).
Tengo que ser sincera - por un buen tiempo no lo admitía ni siquiera a mí misma - no estaba muy convencida de aquello que me había dicho, porque a mí me parecía "poco". Me decía a mí misma: puesto que no puedo estar entre los grandes, me conformo con tener un "aliento normal" entre los amigos. ¡Pero yo quería estar entre los grandes! Mi idea, entonces, del ser grande tenía que ver con el estar en el escenario… ha sido sólo con el tiempo, cuando he ido al escenario, los premios los he tenido también yo, las publicaciones también yo las he hecho, que he entendido que aquella cosa que don Giussani me había dicho años antes tenía un alcance cultural revolucionario. No sólo porque, ante todo, afirma que es la realidad, que es infinita - ¡y nosotros que hacemos investigación lo sabemos! ¡Cuando algo se descubre, se siente que se abren infinitas preguntas, que la cuestión no acaba nunca! ¡Sí uno es sincero, sabe que es así! - Pero no era sólo por eso: él me ha hecho entender que este aliento es "normal" porque reconoce el contexto, es relación con el infinito en el presente, es decir en la cosa que estás haciendo. Y esto te permite tener una posición en el trabajo diferente, que es también muy incidente en el conocimiento mismo. Porque no tienes que esperar la satisfacción del resultado futuro, de la publicación o del discurso en el congreso. Te permite estar allí, en el presente, como quiera que sea, porque allí estás en relación con el infinito. ¡Y es una experiencia! Es como cuando tú haces bien un trabajo, a lo mejor acabando tarde, por la noche, y nadie lo sabe, nadie ve, no sabes si llegará al resultado que quieres, sin embargo estás satisfecho. ¿Por qué esta satisfacción? Es porque allí estás respondiendo a Alguien, de otro modo no te lo puedes explicar. ¡Hay otra Cosa en lo real! Y la conciencia que tú en el presente estás en relación con el infinito te permite estar allí también cuando el trabajo se hace duro o repetitivo. En efecto los grandes descubrimientos raramente ocurren, mientras normalmente tú estás allí cada día, horas y horas delante de un computador tratando de interpretar datos, probando e intentando de nuevo, volviendo atrás, tomando de nuevo, a menudo sin resultado inmediato. ¡Tú puedes quedarte porque estás respondiendo a Alguien! La satisfacción o está dentro de la circunstancia o sucede que cuando las cosas no cuadran, tú las dejas perder, tratas de cambiar, persigues nueva tecnología… pero esto puede interrumpir el proceso de conocimiento.
Por ejemplo, hace unos años – en aquel tiempo no hacíamos ningún registro del genoma, buscábamos gen por gen – habíamos supuesto que una serie de mutaciones en un gen determinara el desarrollo de un tumor, pero de modo tan potente que este tumor se desarrollaba muchas veces en la misma familia, que podía tener por lo tanto muchos miembros enfermos. Hemos empezado a estudiar algunas de estas familias, pero al principio no encontrábamos estas mutaciones; empezábamos a creer de haber equivocado hipótesis, de tener que dejarlo. Entretanto, gracias a la colaboración con Donato, un colega mío de Cesena, ha llegado una familia con cinco miembros que habían tenido el mismo tumor, de la cual cuatro habían ya muerto y el quinto, un pariente lejano, no tenía esta mutación. Pero una persona sana de esta familia tenía una mutación en el gen supuesto que nunca había sido vista antes. Se pensaba que no era una mutación importante, de otro modo esta persona habría desarrollado el tumor. ¡Parecía la enésima prueba que indicaba que teníamos que desistir! Pero yo no estaba tranquila porque aquella persona tenía 39 años y si la mutación hubiera sido maligna, con el tiempo se hubiera podido desarrollar un tumor; por lo que merecía la pena estudiarla más. He convencido a los colegas a hacer una simulación en el ordenador para tratar de entender el efecto de la mutación sobre la proteína, al menos teóricamente. La mutación llevaba al simple cambio de un aminoácido que determinaba una configuración de la proteína de tal manera que los átomos de hidrógeno en superficie no parecían libres de ligarse a otras proteínas. Mientras estaba mirando este dato, me ha vuelto a la mente una carta que don Giussani había escrito dos o tres días antes a la Fraternidad de Comunión y Liberación. En esta carta hablaba del Ser; decía que el Ser reacciona a lo que existe, el Ser responde, se mueve, por el advenimiento de otra cosa distinta que lo atrae, toma forma en relación a la presencia de lo que existe. Justo porque refleja a la Trinidad, el Ser al final es relación. Entonces he pensado que si aquello que había escrito don Giussani funcionaba en todos los aspectos de la realidad, a lo mejor también el cambio de un aminoácido, justo por el hecho de que podía impedir la relación con otras proteínas, podía tener graves consecuencias. Entonces, he "contagiado" a los colegas de la universidad de Toronto que hacían este tipo de investigación y hemos descubierto que la proteína cambiada tenía una interacción reducida con otra proteína que controla el ciclo celular, hecho importante para el desarrollo de un tumor. Y la confirmación la hemos tenido algún tiempo después, porque ha llegado una familia con cuatro personas enfermas de tumor y todas tenían esta misma mutación. Si yo hubiera dejado de estudiarla, si no hubiera tenido ese punto de vista sobre la realidad, a lo mejor no hubiera tenido este descubrimiento. Don Carrón a menudo ha citado una frase del Papa que dice: «Nuestra contribución como cristianos sólo será decisiva si la inteligencia de la fe se convierte en inteligencia de la realidad», (Benedicto XVI, 21 de mayo del 2010). Pienso que esto que he contado puede ser un ejemplo, y ha ocurrido gracias a una educación en el tiempo.

Y el tiempo es fundamental. Porque en el tiempo - éste es el gran descubrimiento - el ideal de la juventud se realiza, justo el ideal que me había inflamado el corazón y que me parecía casi imposible de alcanzar incluso queriéndolo con todo mi ser. Como cuando don Giussani decía: «El trabajo para un cristiano es como el aspecto más concreto, más árido y concreto, más pesado y concreto, del propio amor a Cristo». Y había dicho que amor no es un sentimiento sino «un juicio de la inteligencia que arrastra consigo toda nuestra sensibilidad, toda la sensibilidad humana». (Luigi Giussani, El yo, el poder, las obras, Pág. 62). Y hoy puedo decir que así ha ocurrido un poco, que esta verificación, todo este trabajo en el trabajo, esta continua lucha, este drama, me ha hecho verificar que Él existe, por eso me he apegado. En efecto cuando ahora voy al trabajo no estoy a ver si "funciona" o "no funciona", Él me cambia o no me cambia, gane o no gane. Estoy allí por Él y basta ya. Así, como mis amigos que han perdido el trabajo en este período de crisis y están haciendo de todo para encontrar un trabajo o bien hacen dos o tres trabajitos al día para alimentar a sus seres queridos, o como mis amigas que tienen muchos hijos y se levantan por la noche por ellos, así yo estoy delante de un ordenador, a lo mejor 10-12 horas al día, para afirmarlo a Él, para afirmar a Cristo. Yo ofrezco, Le ofrezco mi vida y luego se encarga Él; a lo mejor usa mi oferta para hacerme descubrir algo para el cáncer, como desearía, o bien para ayudar a las personas en Haití, no lo sé. Se encargará Él. Y tengo que decir que Él me ha hecho ver que esto también es verdadero muy recientemente, por una carta, de la que he obtenido el permiso para leer algún párrafo: «Querida Teresa, me llamo Santina y vivo en Abruzzo con mi marido y dos hijos. En 2005 me han diagnosticado un melanoma en la espalda. Ya desde el primer momento he tratado de documentarme buscando informaciones en internet. He leído de todo y más, pero no logré encontrar las publicaciones del médico que me había curado, sólo encontraba extractos de full test disponibles a pago. He iniciado por lo tanto a buscar las mismas publicaciones digitando los nombres de otros autores [y así digitaba mi nombre] y entre los artículos ha aparecido su testimonio: ¿Por quién vives? [buscando sobre Google, lo ha encontrado entre los artículos científicos. Y era justo el episodio que he contado al principio]. Desde aquel día mi vida ha cambiado. Era el verano de 2006. Su testimonio, releído más veces, me ha transmitido una inquietud mezclada con estupor. No entendía y sin embargo quedaba atraída y curiosa por la respuesta: "vivo por Cristo". Me pregunté qué cosa pudiera impulsar a una mujer, médico acreditado, a vivir por Cristo". Luego me cuenta la historia bellísima de su conversión y acaba: «Querida Teresa, ahora la enfermedad ha aparecido de nuevo. Y el miércoles me presentaré para la cirugía torácica de Forlì para una intervención al pulmón, para remover 5 nódulos. No escondo que estoy un poco preocupada, pero quedo en todo caso tranquila porque me he encomendado al Señor, consciente de que todo lo que hace es bueno para mi vida". Y al final de la carta me agradece el ser para ella un testigo, una compañía real, aunque sea así a distancia. Además, he recibido esta carta el día después que le había pedido a la Virgen que me hiciera entender un poco más mi tarea dentro del NIH, porque era un momento difícil para mí. ¿Quién habría dicho que un error mío y la corrección de don Giussani pudieran hacer compañía a una persona, a 10 años de distancia, de la otra parte del océano, en un momento tan dramático como cuando descubres de tener un tumor? ¿Cómo se puede explicar esto? Y con esta persona también ha nacido una amistad; Santina no la había nunca antes visto, no sabía tampoco quién fuera, sin embargo ¡se daría la vida el uno por el otro! ¿Qué es esta amistad? He aquí, que he entendido que el ideal, aquél que en el fondo de veras deseas, puede ocurrir porque Él es fiel, no porque yo soy capaz. Y Él es fiel dándome amistades así, dándome una compañía que siempre me vuelve a llamar al ideal y yo, siguiendo, a veces también cayendo, me encuentro cambiada, un poco más capaz de amar.

Un último ejemplo, ocurrido recientemente, que me ha hecho entender dos cosas: ante todo, que no hay un deseo o una pregunta que no se pueda hacer, dejándola abierta en espera de una respuesta; y luego que la mirada inicial de don Giussani que me ha hecho inflamar por Cristo, por el ideal, en el tiempo, por todas estas verificaciones, se vuelve tuyo; Él te asimila a sí mismo y tú te encuentras teniendo una mirada humana, que contagia, que cambia. Cuando seleccionamos los postdocs, los post doctorados, para trabajar con nosotros, miramos el currículum de los candidatos, dónde han estudiado, los exámenes que han hecho, la preparación que tienen, los intereses, si podrán hacer lo que querríamos que ellos hicieran etc. …. Elegir los postdocs es fundamental porque son ellos los que hacen la gran parte de los análisis, que llevan adelante las publicaciones tan importantes para la carrera. Pero un día me han preguntado si podía tomar un postdoc que venía de un programa particular del NIH, que localiza a personas de talento que viven en condiciones muy difíciles, les permite estudiar con becas y luego, una vez conseguida la licenciatura en medicina o un doctorado, les piden hacer investigación al NIH por algún año bajo la guía de un tutor. Mis colegas me decían que debía estar atenta porque este postdoc no habría tenido la formación de la cual tenía necesidad y habría tenido que tardar mucho tiempo para llevarlo a la altura de entender aquello que estudiamos nosotros. En otras palabras, él no habría sido enseguida productivo y por lo tanto aceptar parecía poco conveniente. Pero yo he pensado que si en su momento no hubiera tenido Pier Alberto en Milán y los otros que trabajan con él, Angela, Darío etc., y si no hubiera tenido a un maestro excepcional como Wallace en el NIH, yo no hubiera llegado adonde estaba; también yo había sido ayudada, guiada. Por eso he querido probar a tomar a este chico. Así ha llegado David y con él hemos empezado un gran trabajo porque, prácticamente, cuando terminaba el día, todos volvían a casa y yo me metía con él por horas, en la tarde, a releer los datos, a tratar de explicarle cómo interpretarlos, qué cosa querían decir los resultados… Él era un chico muy despierto, un chico fantástico, apasionado, fue bello trabajar con él, pero había un montón de trabajo y de tiempo para dar. Pero un día, cuando pensaba que estuviera iniciando a caminar por sí solo, me ha dicho: “Pero yo quisiera hacer otra cosa. Querría ocuparme de política sanitaria, de organización sanitaria a nivel nacional para ayudar a la gente pobre de mi País”. Él viene de un País en condiciones realmente difíciles. Cuando me ha dicho así, he pensado que en aquel País no habría podido usar todo lo que estaba enseñándole. ¡Yo, luego, entiendo poco de política sanitaria, no es aquello de lo que me ocupo! Él me miraba con esa mirada toda llena de deseo y yo no sabía qué cosa hacer. Lo que él me proponía no era según mis planes, pero me ha venido a la mente lo que me sucedió con don Giussani y me he dicho que a lo mejor allí había algo para mí, a lo mejor Jesús me quería hacer entender algo. Entonces he decidido tratar de afirmar su deseo antes que doblegarlo a un proyecto mío. He empezado a hablar con los colegas, hemos tratado de entender quién era experto de política sanitaria, me han encontrado datos para analizar así que él pudiera aprender, nos hemos puesto a hacer un proyecto para que él pudiera hacer un master, etc. Verlo tan realizado, feliz de trabajar con el fin de ayudar a su País, me ha dado una satisfacción tal que he verificado que esto valía más la pena con respecto a hacerle hacer lo que me servía a mí; pero el hecho no se acabó allí. Meses antes, cuando hubo el terremoto de Haití, me había preguntado si debía dejar todo e ir allá, como muchos americanos. Sucesivamente había entendido que el tipo de título del cual los socorredores necesitaban no era el mío, y visto todo lo que tenía que hacer, era mucho más razonable estar en la circunstancia que me era dada. Sin embargo decía a Jesús: «Yo ya no curo a los enfermos, no voy como muchos de mis amigos a los Países pobres. Tú, que me has dado esta circunstancia de trabajo que es objetivamente mía, también me has dado este deseo de hacer algo por la gente pobre. Quiero ver cómo Tú juntas estas dos cosas, quiero justo ver, dame una respuesta". Luego, un poco me he olvidado de ello y he ido adelante por meses, hasta que he visto un programa en la CNN sobre la reconstrucción de Haití y sobre sus condiciones todavía difíciles. Al improviso me ha vuelto a la mente que había hecho aquella pregunta y me he sobresaltado al pensar que quizás todo lo que había sucedido con David de algún modo Jesús lo había permitido para contestar a mi pregunta. Porque yo había ayudado a David pero él ahora se ocupa justo de estas políticas sanitarias, trata de ayudar justo a la gente pobre. Lo que yo quería hacer, él lo puede hacer porque yo lo he ayudado; sin embargo yo no había conectado nunca las dos cosas. Darme cuenta ha sido conmovedor. Cuando le he dicho que habría querido contar esta historia en el Meeting de Rímini, él me ha dicho: «Comenta también que yo te estaré agradecido por toda la vida porque al NIH no he aprendido sólo a analizar e interpretar datos, sino he entendido cómo programar el tiempo, cuáles son las prioridades, cómo trabajar, pero sobre todo cómo mirar las cosas sin tener miedo de arriesgar mi deseo. Y te prometo que haré de todo para ayudar a mi gente y tú estarás conmigo. Tú la ayudarás conmigo. Y lo que quiero llevarles, ahora, es ante todo esta mirada».

-

Copia local
Unless otherwise stated, the content of this page is licensed under Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 License