Eva y la libertad. Jacob y la fe hoy
autor: Joseph H. H. Weiler
Director, The Straus Institute for the Advanced Study of Law & Justice, Co-Director, Tikvah Centre for Law & Jewish Civilization New York University
Stefano Alberto (moderador)
Docente de Introducción a la Teología en la Universidad Sagrado Corazón de Milán
fecha: 2009-08-28
fuente: La conoscenza della Bibbia è sempre un avvenimento
acontecimiento: Meeting per l’amicizia tra i popoli: "La conoscenza è sempre un avvenimento", Rimini, Italia
(Meeting para la amistad entre los pueblos: "Conocer siempre es un acontecimiento")
traducción: María Eugenia Flores Luna

STEFANO ALBERTO:
Bienvenidos a todos. De todos los 199 encuentros del Meeting éste, me permito decirlo, es el más particular de todos, por dos órdenes de razones: primero por el argumento, porque se trata de dos lecciones sobre el libro por excelencia, la Biblia; segundo, por el protagonista que para muchos de ustedes ya es conocido (es la sexta vez que viene al Meeting), podemos hablar de un gran amigo y de un gran maestro, el doctor Joseph Weiler.
Los títulos y publicaciones son larguísimos, los ahorro a todos, creo que le dará placer también a él, pero al profesor Weiler hoy está con nosotros no en calidad de gran profesor de derecho, sino para introducirnos, con su sabiduría, con su agudeza, con su experiencia, con su fe a lo que es la raíz de nuestra experiencia: la Biblia no es un libro cualquiera; lo que para nosotros es Antiguo Testamento nos habla del drama, inconcebible en cualquier otra experiencia religiosa, fuera de la Biblia, del drama entre la libertad de Dios, el Omnipotente y la libertad del hombre. Y el profesor Weiler ha elegido dos argumentos entre los más dramáticos del drama, si así puedo expresarme: Adán y Eva y el patriarca Jacob y la fe del hombre moderno. Pero permítanme manifestarle enseguida al profesor Weiler nuestra gratitud porque, me decía antes: “no el encuentro de ayer” - que incluso ha sido bellísimo - “pero, para mí, éste es el encuentro que me interesa más este año”. Y él ha querido que este encuentro fuera un homenaje a don Giussani. Me permito decir que esta elección nos hace ver sólo una cosa.. que aunque don Giussani nos escucha, ya no aquí, sino desde el cielo, nosotros seguimos teniendo maestros y el profesor Weiler es uno de éstos, que nos ayudan a entrar en la grandeza del acontecimiento, al cual don Giussani nos ha introducido: la belleza, la dramaticidad y el riesgo de depender del Misterio. Dejo enseguida la palabra al profesor.

JOSEPH H. H. WEILER:
Mil gracias. Es verdad que es la sexta vez que vengo al Meeting, pero es la primera vez que me siento nervioso, me siento un poco asustado. Por dos razones: primero, porque he decidido dar esta lección en homenaje a don Giussani y entiendo muy bien la gravedad e importancia de esta meditación y segundo, porque se trata de la Biblia y también aquí hay una gravedad que no pertenece a ningún otro libro. Tomando ambos factores, entienden por qué estoy nervioso y un poco asustado.
Es verdad que he preparado dos lecciones, pero hacemos primero la primera, veamos cómo va. Y luego si todavía hay energía también hacemos la segunda. Decidimos después. Puede ser que después de la primera no quieran escuchar la segunda… puede ser…

STEFANO ALBERTO:
Apuesto que no…

JOSEPH H. H. WEILER:
Los invito ahora a estudiar junto conmigo, del mismo modo que he estudiado con mi padre, Rabino, fallecido hace nueve años, inolvidable, gran estudioso, y como estudio con mis hijos. Así nosotros estudiamos la Biblia. Les ruego concentrarse - no es siempre fácil - les ruego tener paciencia, aunque voy un poco lento. La Biblia merece ser estudiada con paciencia, con cura, no velozmente. Y luego también hay un elemento un poco novela, un poco “policíaco”, por como presentaré el argumento. Merece la pena resistir hasta al final. El título es: “La serpiente de Dios y el génesis de la libertad”. Pero querría empezar explicándoles la perspectiva con la que querría estudiar con ustedes. La perspectiva es “valorativa”, la perspectiva de justicia. Y vamos a la primera lectura de la Biblia, uno de los grandes momentos de la historia de justicia en nuestra civilización, tomada de Génesis 18: (Dios dice) “el Eterno dijo: puesto que el grito que sale de Sodoma y Gomorra es grande…” etc. - ustedes pueden leer - y propone destruir las dos ciudades. Ahora Abraham, en un momento dramático y casi increíble, en lugar de irse - leemos en el versículo 23 - Abraham se acercó y dijo: “¿tú harás perecer al justo junto con el impío?”. Se necesita coraje para decir esto a Dios. Y luego dice: “¿el juez de toda la tierra, Él, no hará justicia?”, es decir, es un desafío de Abraham hacia Dios: ¿tú Dios, el juez de toda la tierra no harás, Tú, justicia? ¿Cómo se puede hacer perecer al impío junto al justo? Se necesita coraje, nosotros también debemos tener coraje y por esta razón yo he elegido aquel momento de Abraham, antes de que afrontemos la historia de Adán y Eva. Nos concentramos, como punto de partida, en el aspecto de la justicia, identificamos, en el leer la historia de Adán y Eva, dos actos que parecen injusticia clamorosa, dos actos de Dios hacia Adán y Eva, es decir hacia todos nosotros. También en el contexto de Adán y Eva se puede preguntar: ¿el juez de toda la tierra, Él, no hará justicia? Leyendo el texto con atención, espero hacerles ver primero que parece que el pecado original fuera de Dios y no de Adán y Eva, que el pecador en aquella historia sea precisamente Dios. Así lo policíaco y la novela empiezan. ¿Chocante, no? No se preocupen demasiado, luego encontramos una solución, una solución a través de la que encontraremos dos sentidos fundamentales de la noción de la libertad humana. Pienso pero, en cuanto al método de lectura, que el texto quiere desafiarnos, que ponga el rompecabezas “valorativo” - un Dios que parece no hacer Él mismo justicia - justo para forzarnos a reflexionar y entender la solución, entender la lección de manera mucho más profunda. Querría insistir sobre el método. Cuando Dios dice a Abraham: voy a destruir Sodoma y Gomorra, Dios espera que Abraham proteste y cuando Dios nos presenta la historia de Adán y Eva, espera que nosotros protestemos cuando vemos la injusticia del asunto, para luego reflexionar y encontrar la solución después de esta reflexión sobre la injusticia. No tenemos que tener nunca miedo de hablar contra la injusticia, tampoco cuando leemos estos textos sagrados como la lección del mismo Abraham. En la lectura de la Biblia se puede decir “imitatio Abramica” como perspectiva de lectura. Ahora no estoy para nada seguro si don Giussani habría estado de acuerdo con mi lectura de esta narrativa, una lectura que es completamente hebrea, pero estoy más que seguro que habría estado muy de acuerdo de poner la noción de la libertad humana al centro de la historia de la creación del mundo, de la creación de nosotros. En este sentido esta lección mía está dedicada con profundo respeto a aquel gran teólogo y siervo de Dios don Giussani. Pues, empezamos. Primero, recordamos que Adán y Eva son personajes menores en el Génesis, un libro dominado por la gran épica de la casa de Abraham, una narrativa con la grandiosidad y el arco de tiempo de una Ilíada y una Odisea.
Adán, Eva, Caín, Abel, Noé, pasan adelante de nuestros ojos y orejas en rápida sucesión, una prehistoria velozmente relatada, una narrativa que encuentra su ritmo cuando Abraham se mete en camino de Mesopotamia a Palestina. Sin embargo con su escasez de detalles y una caracterización sutil como una hoja de papel, su historia, de Adán y Eva, es y ha sido arraigada profundamente en la civilización occidental: todos saben de Adán y Eva, figura en el arte, etc. En parte esto es debido a su abierta, casi vulgar etimología, (etimología es la teoría de las causas): queremos saber ¿por qué dar a luz una vida es tan doloroso? ¿Por qué odiamos y tenemos miedo de las serpientes? ¿Por qué para la mayoría ganarse la vida es tan duro? He aquí, tenemos una historia, un culpable, una razón: la historia de Adán y Eva. Para la mayor parte de nosotros estas respuestas son insatisfactorias, una etimología desilusionante. Al apartar estas respuestas, tenemos que tomar acto del hecho de que el tormento metafísico, a menudo desesperación, detrás de la pregunta “por qué la vida es tan dura”, al que la narrativa, en superficie, da respuestas insatisfactorias, está a la búsqueda, hoy, tal como lo estaba al inicio de los tiempos. Tenemos también que reconocer que un texto como la Biblia, que no tiene tiempo y ni edad, concebida para hablar a todos, por siempre, es hablar necesariamente con múltiples voces y matices; la superficie del texto es sencillamente aquélla: su superficie.
El profundo arraigamiento de la historia de Adán y Eva en nuestra cultura occidental no se encuentra así en su directa, expresa, etimología. ¿Después de todo, no tenemos que hacer nuestro el mundo de los dioses celosos, caprichosos y lascivos, los dioses de la mitología griega, para aceptar que lo mejor de Sófocles y Eurípides contiene profundas lecciones sobre la condición humana? Y en este sentido, también Génesis, 1,2 y 3, la historia de la caída, de la primera transgresión del pecado original, pretende decir algo a nuestra conciencia colectiva. En sus amplios contornos, la historia será familiar a la mayoría, a todos. Antes partimos de la creación del universo y del posicionamiento en él del hombre y de la mujer. Luego nos enteramos de la imposición del primerísimo mando normativo: Dios crea el universo, luego crea a los hombres, hombre y mujer, y luego da el primer mando normativo. “Y Dios dio este mando al hombre: del árbol del conocimiento del bien y el mal no debes comer”. Luego la transgresión, la caída sigue inevitablemente y con ella el castigo, la expulsión del jardín del Edén al mundo como lo conocemos; un mundo en que, justo, el don de la vida es acompañado por el dolor del nacimiento, de la aflicción de la existencia y de la inexorable muerte, paraíso perdido. Ésta es la historia, en general, que conocemos todos, ¿justo? Merece la pena - de nuevo les pido un poco de paciencia - citar el majestuoso texto por extenso, no simplemente por su inimitable belleza, como texto literario, sino también porque en la narrativa de esta bien conocida historia están escondidas tensiones y sugestiones que sencillamente llaman a grandes voces la exégesis, cosa de juristas, que a su vez puede producir resultados sorprendentes. Después de haber completado la creación del cielo y la tierra, y de la noche y el día y de la fauna y la flora y de todas las otras criaturas vivientes - Génesis 1 -, “Y Dios dijo: hagamos al hombre a nuestra imagen, a nuestro semejanza”. ¡Atención! Luego leen: “luego Dios crea al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra, los creó”. El texto continúa, lean ustedes por favor… ahora, notamos, por sucesivas referencias, dos importantes elementos en aquella primera lectura. Primero, el diseño divino para la creación del hombre - hombre y mujer - era que él y ella fueran a imagen y semejanza de Dios, aquello era lo que Dios quería. Además el texto sugiere que también en su período pre-caída, ellos eran bendecidos con la capacidad de procrear, porque Dios manda: vayan a procrearse. Después será importante. Continuamos la lectura con Génesis 2. Y recomienza: “éste es el origen del cielo y la tierra, cuando fueron creadas, cuando el Señor Dios hizo la tierra y el cielo…” y así, retomamos la historia y nosotros también retomamos: “el Señor Dios dio este mando al hombre: Tú podrás comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y el mal no debes comer, porque si tú comieras, ciertamente morirías”. Y, al final querría señalar, ambos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no sentían vergüenza. Entonces – segundo acto terminado - hombre y mujer creados, el mando es dado y leemos que incluso estando desnudos no tenían vergüenza. Llega Génesis 3 - puede darse algún punto antes de éste - pero vamos al 3, por el tiempo… Luego la caída, el castigo siguen en la cosa dolorosamente críptica de Génesis 3; la serpiente era la más astuta de todas las bestias, va hacia Eva: “¿es verdad que Dios ha dicho: no deben comer de ningún árbol del jardín? La mujer contestó a la serpiente: los frutos de los árboles del jardín nosotros podemos comer, pero del fruto del árbol que está en medio del jardín Dios ha dicho “no deben comer y no deben tocarlo - Dios no ha dicho esto - de otro modo morirán”. Pero la serpiente le dijo a la mujer: no morirán para nada, más bien Dios sabe que cuando ustedes coman se les abrirán los ojos y se volverán como yo, conociendo el bien y el mal”. Ahora lean con atención el verso 6: “Entonces la mujer vio que el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos y deseable para adquirir sabiduría, cogió su fruto y comió, luego también le dio al marido que estaba con ella y también él comió; entonces se abrieron los ojos de ambos, se dieron cuenta de estar desnudos y entrelazaron hojas de higo e hicieron cinturones”. Y luego está la confrontación con Dios y la historia que conocemos.
Ahora querría de nuevo señalar una cosa importante. Después del así llamado pecado, el Señor Dios le dijo al hombre: “He aquí que el hombre se ha vuelto como nosotros, uno de nosotros, en cuanto al conocimiento del bien y del mal, hagamos de tal manera que él ya no extienda la mano y tampoco tome del árbol de la vida, coma de ello y viva siempre”. “El Señor Dios lo sacó del jardín del Edén para que trabajara el suelo de donde había sido extraído, expulsó al hombre y puso a oriente del jardín del Edén a los querubines y la llama de la espada…”, etc., etc.
Ahora pasamos a la interpretación. También la más apresurada lectura, como ahora hemos hecho, de estos textos, revela los problemas “valorativos” profundos. Los dos principales entre ellos, en mi opinión, son los siguientes.
Primero. Adán y Eva son puestos en el jardín y a ellos les es prohibido comer del árbol del conocimiento del bien y el mal. Aparentemente, pues, ellos están privados de una sensibilidad deontológica, de una sensibilidad moral para distinguir entre el bien y el mal, porque no han comido del árbol que da la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, les falta el conocimiento del bien y el mal, que, en todos nuestros sistemas jurídicos y éticos, es una precondición para un comportamiento culpable. Si no podían saber la diferencia entre el bien y mal, ¿por qué tal castigo, violento, sin compromisos, por su transgresión? ¿Antes de comer del árbol del conocimiento entre el bien y el mal, no son quizás Adán y Eva el máximo ejemplo de un derecho a reclamar una defensa de incapacidad, visto que su misma constitución los privaba de la capacidad de distinguir el bien y el mal? ¿Dónde estaba su “mens rea”?. ¿Cualquier juez humano conminaría un semejante castigo? La justicia solicita sensibilidad moral y ética como condición de responsabilidad ética y moral. Sin sensibilidad moral no se puede tener responsabilidad moral y, como un niño que no sabe distinguir, no le damos la culpabilidad ética y moral. Ellos no tenían esta sensibilidad y por tanto responsabilizarlos parece contra la justicia.
Haciendo eco de Abraham, ¿no tendremos razón a preguntarnos: “el juez de toda la tierra, no hará quizás, justicia?”.
Primero el juez les dice: no toquen el árbol, a través del cual pueden distinguir entre bien y mal. ¡Cuando tocan no tienen esta sensibilidad y luego son castigados! ¡Y cómo son castigados! No menos preocupante, cuanto su sensibilidad moral, es la enormidad del castigo; la justicia solicita una proporcionalidad entre el crimen y el castigo: a alguien que roba una manzana, no se le manda a cadena perpetua. De acuerdo, han comido y por eso, no sólo ellos, sino toda la humanidad para siempre, condenada a cadena perpetua, también en este sentido se puede preguntar: “¿el juez de toda la tierra, no hará, quizás, justicia?”. Realmente, parece extraño: tú privas a estas personas de la capacidad de distinguir entre el bien y el mal y luego, las juzgas culpables, cuando no distinguen entre bien y mal y no le obedecen a Dios.
Hay otras dificultades, pero tengo piedad de todos nosotros y entonces vamos adelante…
Uno de los modos más tradicionales para afrontar el problema es reformular el significado de conocimiento del árbol del bien y del mal. En base a esta lectura, no era conocimiento moral, sensibilidad ética, distinguir bien y mal, sino conocimiento carnal, o mejor el conocimiento del conocimiento carnal: no sensibilidad ética o deontológica, que traía consigo el fruto del árbol, sino la sensibilidad sexual. Es una lectura que tiene mucho sentido; la reacción de estos dos seres humanos al haber comido el fruto prohibido, confirman esta tradicional versión. Ellos en seguida sufren una incomodidad sexual y se cubren. Conocimiento sencillamente y, después de todo, una de las expresiones más comunes de la Biblia para indicar la carnalidad. ¿Pues, por qué no entender el árbol del conocimiento, como el hundirse en la carnalidad? Tiernamente, en cuanto están fuera del jardín, ¿qué hacen? Hacen un niño. La primera cosa que aprendemos sobre ellos es que ellos han secundado su nuevo conocimiento del conocimiento carnal. Enseguida después de la narrativa de Génesis 3, encontramos, en Génesis 4, primer versículo: “¡Adán conoció a Eva - conocimiento! -, su mujer, la que concibió y parió a Caín” etc. Pues, puede ser que sea ésta la solución, es decir tenían sensibilidad moral, no tenían sensibilidad sexual y comiendo la fruta han descubierto la sensibilidad sexual pero en todo caso, grandes pecadores porque tenían sensibilidad moral.
La interpretación basada sobre el conocimiento carnal también puede encontrar confirmación en una parte diferente de la narrativa. Isaac Abravanel, invocando otra audaz interpretación tradicional, invita a considerar el famoso diálogo con la serpiente con el diálogo interior de Eva: no fue una verdadera serpiente, la serpiente es una alegoría, una metáfora para una voz interior, o sea la serpiente de Dios; y la serpiente, la voz dentro, dice: toma, no tomes, toca, no toques, etc. Todos nosotros entendemos estas voces que nosotros tenemos dentro.
Pero ahora, si es así, es un desafío a nuestra lectura clave, es decir que Eva y Adán no tenían una sensibilidad deontológica, sensibilidad ética. ¿Realmente es así? Parece que no, parecería que la mujer entendiera que le era prohibido comer del árbol. Parecería es decir que es capaz de distinguir entre bien y mal, que posee una sensibilidad moral. En efecto la serpiente o la voz interior tiene que tentarla. Si no tuviera sensibilidad moral no tendría ningún problema a tocarlo, pero ella sabe que está a punto de hacer una cosa prohibida. Entonces, puede darse que tenga una sensibilidad moral. Si es así, el conocimiento otorgado por el árbol tiene que ser de diferente naturaleza, puede darse la clave erótica.
Esta interpretación soluciona nuestro principal dilema. Si la mujer está empapada de sensibilidad moral, comprende de ser tentada para hacer algo prohibido y, a pesar de eso, comete la transgresión, entonces el principal problema de la narrativa de explicar un castigo a alguien inocente por sensibilidad moral… al menos una parte está solucionada. Hemos solucionado el problema: no es conocimiento bien-mal, es conocimiento erótico. Pero no es una resolución cómoda; si se trata del árbol del conocimiento carnal, ¿por qué es presentado como árbol del conocimiento del bien y el mal? Especialmente en el significado que encontramos en el verso 22, de Génesis 3. Volvemos al verso 22: “El Señor Dios dijo entonces: “he aquí el hombre se ha convertido en uno de nosotros cuanto al conocimiento del bien y el mal” - no quiere decir conocimiento carnal, Dios, ¡como uno de nosotros! Por tanto esta bonita interpretación que puede solucionar el problema no es para nada convincente, ¿justo? -. Entonces, como la sensibilidad deontológica es una condición que funda la culpabilidad en nuestros sistemas, así lo es la proporcionalidad que, si fuera conocimiento carnal, no se comprende porque haya sido tan terrible hacerlo. Entonces no es convincente y tenemos que buscar una solución diferente.
Ahora busquemos la solución diferente. Pues, resta siempre el problema de que Dios comete injusticia hacia Adán y Eva y hacia todos nosotros, ¿por qué si no sabían distinguir entre bien y mal, por qué han sido echados fuera? Ya hemos notado que el diseño original divino en Génesis 1 era que el macho y la hembra, creados de la nada, fueran a imagen de Dios: “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”. Ahora volvemos todavía a Génesis 3, 22-23 en la pantalla. Dios ha puesto apenas a Adán, Eva y la serpiente frente a su transgresión ¿y luego? De nuevo Dios dice: “He aquí, el hombre se ha vuelto como uno de nosotros, en cuanto al conocimiento del bien y el mal”. ¿Por qué Dios está sorprendido, no era aquella su intención original, que el hombre y la mujer fueran como él? ¿Por qué después de la transgresión dice: "He aquí el hombre se ha vuelto - ahora, ¡después de la transgresión! - como uno de nosotros, en cuanto al conocimiento del bien y el mal?”. ¿No era aquel el plan original de Dios, que se volvieran así? Después de todo, el hombre fue creado diferente de cualquier otra criatura. Todavía consideramos: en su existencia de pre-transgresión en el jardín del Edén, ¿en qué sentido podía manifestarse aquella esencial diversidad entre el hombre y todas las otras criaturas? El hombre y la mujer caminaban desnudos como las bestias, comían como las bestias, presumiblemente procreaban y eran designados a engendrar como las bestias, funcionalmente, sin amor erótico. Su mundo sensorial era parecido al de las bestias y en efecto no está claro en qué sentido pueda decirse que ellos cumplieron o eran capaces de cumplir el ulterior diseño de Génesis 1: llenen la tierra, domínenla, etc. Es aquella calidad de semejanza a la bestia que indica la primera salida del enigma. Entonces abróchense el cinturón de seguridad, ahora se pone interesantísimo. Ellos eran como bestias, Adán y Eva, en un sentido ulterior. Aunque no hubieran comido aún del árbol del conocimiento del bien y el mal, ellos tenían una primordial, animal, sensibilidad deontológica.
Después de todo… nosotros tenemos dos perros, un gato - perros siempre hemos tenido en nuestra familia - yo puedo enseñar a mi perro a obedecerme, a no hacer pis en casa. Como cada amante de los animales sabe, si el perro me desobedece, por ejemplo, él sabe que ha hecho algo de mal y escapa. Él entiende que su acto de hacer pis en casa es transgresión contra la norma que su dueño, su dios le ha dado. También los animales, en este sentido primordial, tienen el sentido de lo que es prohibido y lo que no es prohibido, pero la rabia al descubrir que él ha hecho pis en casa, no tiene que ser para nada intercambiada con indignación moral. Mi perro no se ha convertido en un agente moral. No puedo estar realmente furioso con él, cómo habría podido ser. Haría falta darle otra paliza o darle otra zanahoria, que aprende mejor. Pero el hecho de que él sabe que no debe hacer pis en casa, porque yo lo he adiestrado para no hacerla, no le da la sensibilidad ética o moral. Nuestro pequeño niño de dos años que toca la electricidad, sabe que está haciendo algo malo porque le doy una bofetada y le digo “no puedes hacerlo”, pero en ningún momento nosotros definimos al niño de dos años con una sensibilidad moral que puede elegir entre bien y mal. Lo que Eva tenía antes de comer el fruto del árbol era esta sensibilidad primitiva como uno de dos años, o como la tiene mi perro.
Pues, podemos volver a nuestro interrogante. ¿En la existencia pre-transgresión, en el jardín del Edén, en qué sentido se puede decir que el hombre manifestaba su transgresión a la imagen de Dios? No era diferente del león o del gato, queridos amigos; la respuesta él y ella no la manifestaban todavía; era una potencialidad, una potencialidad que no era realizada todavía. Como ya hemos notado antes, Génesis 1, la obertura que señala los temas y los resultados de la creación, que vienen de nuevo luego contados con mayor detalle en Génesis 2, en esta lectura es sólo por la transgresión que él realiza su potencialidad humana. En Génesis 1 el proyecto de crear al hombre a imagen de Dios - primer acto; segundo acto: la transgresión: Eva come la fruta prohibida, Génesis 2. Sólo en Génesis 3, en la pantalla, después de la transgresión, Dios dijo: he aquí el hombre se ha vuelto como nosotros. Él dice: “he aquí el hombre se ha vuelto como nosotros”, después de que Eva ha comido la fruta prohibida. Es por el acto de Eva, pues, que realizamos nuestro destino de ser imagen de Dios.
Ahora reconstruimos la historia como sigue: el hombre y la mujer son creados por Dios como criaturas que de algún modo son diferentes de los otros seres vivientes, pero inicialmente esta diversidad no es visible; es una tomadura de pelo del lenguaje sugerir que el hombre y la mujer puedan ser a Su imagen, sin un desarrollado sentido deontológico moral, que es indispensable para ser capaz de cumplir Sus mandos, los mandos de Dios. Tal como la transgresión en sí misma, también la obediencia sin una presupuesta capacidad de distinguir el bien y el mal tiene un significado moral limitado como el perro: es la obediencia de un perro fiel.
Pero sería un diseño defectuoso crearlos al inicio con un sentido deontológico completamente desarrollado. Dios podía crearlos con esta sensibilidad, porque también entonces el hombre habría actuado simplemente como un “Deus ex-machina”.
Para manifestar la particularidad de su diversidad, el sentido en que ellos fueron creados a su imagen, ellos debían, como Dios mismo en el acto de la Creación, aunque en sentido mucho más limitado - somos a imagen de Dios, no somos Dios -, cumplir auténticamente un acto de libertad, de sensibilidad moral. Imaginemos a Eva en el momento en que se encuentra frente al árbol. La serpiente de Dios, su íntimo, se hace adelante y la llama a su vocación humana: realizar su creación a imagen de Dios. La mujer debate en su fuero interno. Según yo, Dios está allí esperando: cógelo, cógelo, cógelo, realiza tu destino de humanidad. Entonces la mujer vio que el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos, deseable para adquirir sabiduría y con intuición, tomo de su fruto y comió; transgresión, quizás, pero ella está tendiendo hacia su humanidad, hacia su destino, hacia aquel diseño divino en el que fue creada. La amenaza de la muerte tiene poco poder, porque la vida que tenía es poco atractiva. El jardín del Edén no es paraíso, cuando no se tiene la facultad humana para comprender, cuando no se ha probado del árbol que hace sabios. En otras palabras, el paraíso está perdido mucho antes que ellos sean echados del jardín, está perdido en el momento en que la mujer se vuelve sabia y se percata de la vida sin gusto que ella y su hombre estaban llevando en el jardín del Edén. Probar de aquel árbol significa ser echados del Edén, puesto que la condición humana sólo puede encontrar su realización en un mundo en que tienen que cumplirse decisiones morales, en las que hay que hacer distinciones, a través de las cuales la vida como don de Dios, obtiene su significado. La aflicción es una necesidad, si queremos apreciar la alegría, la transgresión como señal de voluntad autónoma y libertad, es una condición necesaria para ser capaz de someter, en un sentido real, autónomo, libre, nuestro querer al deseo de Dios. La muerte es lo que nos hace capaces de apreciar la vida. Pero aún más, es sólo el individuo libre, únicamente distinto en su autoconsciencia de la especie en su generalidad, que es capaz de comprender la muerte como una cosa personal; para el individuo autónomo y libre, la muerte hace parte del destino personal de cada uno. Cuando Hawwah (Eva) come del árbol, el acontecimiento de Dios se cumple, efectivamente descubre la muerte y la comprende como destino personal: se ha vuelto humana. El paraíso sólo se vuelve tal cuando viene perdido; desde el acto de Eva se puede construir la caída, pero también la ascensión, por la cual nuestra humanidad, criatura creada igualmente a Su imagen, puede emerger.
Ahora, esta lectura puede ser considerada como una interpretación humanística, secular, modernista del texto. No lo creo, no hay nada modernista, no hay aquí nada secular. Si es moderna, modernidad en este sentido está arraigada tanto en una visión del mundo religioso. Se dice en la tradición hebrea: todo está en las manos de Dios, excepto el temor de Dios, aquel corresponde a nosotros. La libertad no es solamente la precondición de la modernidad en una visión secular y antropocéntrica del mundo, también es condición para realizar la más profunda visión teocéntrica del mundo.
Estar en este mundo es intentar caminar por su senda; en la óptica de esta lectura podemos entender el primer sentido de la libertad que el texto nos enseña. La Santa Sede de Roma a menudo ha afirmado que la libertad religiosa es la libertad más fundamental. En nuestra cultura, grandemente secularizada, esta afirmación generalmente viene aceptada con sonrisa indulgente. ¿Qué libertad podemos esperarnos, que sea privilegiada para el Vaticano? Dando a esta afirmación un significado cooperativista, como si fuera, el Papa, el jefe de una organización sindical preocupada por sus miembros.
Naturalmente en la libertad religiosa también existe este aspecto y no hay nada que regañar en un Pastor que vigila su rebaño, pero hay al menos dos dimensiones de la libertad religiosa que nos permiten comprender la llamada al carácter más fundamental de la libertad. Dice el Papa: “Nuestra fe no la imponemos a nadie; un similar género de proselitismo es contrario al cristianismo. La fe puede desarrollarse solamente en la libertad”. Si comprendo bien esta afirmación, esta enseñanza del Papa, emerge un significado mucho más profundo de la libertad religiosa, más allá de aquella libertad de profesar la propia religión, porque aquí - está la alusión a la historia de Adán y Eva -, al centro de la libertad religiosa reside la libertad de decir no a Dios, es decir es una propuesta religiosa, como he dicho antes. Entre nosotros los judíos, todo está en las manos de Dios excepto el temor del Señor. Si no podemos decir no a Dios, nuestro sí a Dios poco vale. Es solamente la libertad de decir no a Dios que da valor a nuestro sí. También un ateo secular puede comprender que en caso de que se acepte la existencia de un Creador Omnipotente, insistir intrínsecamente sobre la propuesta religiosa de la libertad de decir no a este creador, es fundamental para comprender plenamente la condición humana, al interno de esta visión global. Quiere decir alcanzar una noción primordial de la libertad. Garantizar una libertad de religión que cubre una libertad religiosa así entendida, significa defender intensamente a los seres humanos, en cuanto agentes morales, autónomos, soberanos y libres. Negar esta libertad así definida, o peor, negarla en nombre de la religión misma, quiere decir amenazar nuestra humanidad más íntima, en cuanto agentes morales libres. Nosotros creyentes somos agentes morales autónomos o soberanos, porque hemos sido creados con esta potencialidad de Dios y ésta es la libertad. Según mi lectura ella ha sido realizada en el momento en que Eva ha tendido la mano y a pesar de la prohibición ha mostrado la capacidad de decir no a Dios y por tanto la capacidad verdadera como agente humano autónomo libre de decir sí a Dios. Es un trágico misterio de nuestra existencia, que el momento de la realización de nuestra naturaleza humana, como seres libres capaces de realizar nuestro destino, el más profundo, es decir caminar en sus sendas, las sendas de Dios, “imitatio Dei”, trágicamente y necesariamente implique una rebelión y desobediencia al propio Señor. Por fin el pecado es nuestro, ontológicamente aquel pecado es parte de nuestra identidad humana, como el mismo Dios lo ha querido. Concédanme aún cinco minutos. Sé que puede ser difícil sea entender, sea aceptar. Esta metáfora, puede darse, puede ayudar, atención, piensen en un hijo que pasa de la fase de niño a la fase de adulto responsable y maduro. ¿Cuál es la señal de este paso, primero niño, ahora maduro? Cuando gana la libertad del padre, ya no depende del padre, está libre del padre, ha ganado su libertad. ¿Cómo se manifiesta esta libertad? El primer momento es cuando rechaza al papá y manifiesta su propia voluntad, la propia autonomía y la propia libertad. ¿Quién no ha vivido este momento sea como hijo, sea como padre? Es el momento de Eva, el momento de la rebelión. Aquella rebelión es la prueba de que el hijo ha adquirido la plena libertad, necesaria para ser un verdadero adulto, responsable de los propios actos. Yo soy papá de cinco hijos, puedo estar terriblemente furioso ante el acto de desobediencia que mi hijo muestra contra mí, sin embargo en el mismo momento entiendo que es la necesaria señal de que el hijo se ha convertido en un hombre para poder realizar su propio destino, para el que lo hemos creado. Ciertamente, también el hijo tiene que respetar y obedecerle a su padre, pero ahora que es un adulto maduro, libre, responsable, ya no es la obediencia un verdadero respeto hacia mí, es otra cosa. No es el miedo del niño, es el respeto del hombre maduro, aquélla es la metáfora. Velozmente paso al segundo enigma, realmente velozmente. Entonces otros dos minutos. La segunda presunta injusticia es la desproporción entre crimen y castigo. ¿Qué hay de así terrible en la transgresión de Eva que justificaba un castigo tan severo y eterno? Respondiendo a esto, estamos a punto de entender la segunda noción fundamental de las libertades, que el texto de Adán y Eva nos enseña. La primera lección era que sólo un hombre libre verdaderamente puede servir a Dios y por tanto tenía que coger aquel fruto. ¿Cuál es la segunda lección de las libertades? Ya antes hemos preguntado qué cosa diferenciaba a Adán y Eva de los otros animales, y hemos dado una respuesta. Pero hay otra diferencia, aún más importante, que parece banal al primer momento: señoras, señores, es la ley, la ley de Dios, sólo sobre Adán y Eva ha sido impuesta una ley. Una prohibición normativa y diría una prohibición no natural, no había nada de su naturaleza que podía decir “no coman de esta fruta”, todos los otros animales podían comer, sólo a ellos les había sido prohibido. La primera interacción entre Dios y el hombre es a través de la norma, la ley que es el primer momento del nomos. ¿Cuál es el significado del hecho de que la primera interacción entre el hombre y Dios es que Dios pone una norma, una prohibición al hombre? En la lectura hebrea el significado es fundamental y según yo también en la lectura judío-cristiana, no sólo hebrea. Estamos destinados como hombres y mujeres a ser libres, a gozar la libertad, pero piensen, en el mundo original del jardín del Edén, ¿en qué se manifiesta la libertad? Recuerden, no existe todavía la sociedad, sólo está el individuo. La libertad se manifiesta, podemos imaginar, en la posibilidad de hacer lo que queremos, ir dondequiera comer, etc. Somos libres. Pensemos aún, de esta libertad gozaban todos los animales, también ellos podían ir a todo lugar, comer, etc.: los gatos, los perros, los insectos y los peces. En realidad, aquí, la primera afirmación crucial, libertad sin límites, no es para nada libertad, si como todo lo que quiero y hago sin límites todo lo que quiero, no soy libre, soy esclavo de mi naturaleza natural. Libertad sin límites es una esclavitud para nuestra condición natural, para nuestra naturaleza de animales, no somos libres. La segunda afirmación crucial es que los límites a la libertad natural sin límites, la prohibición, la norma, el nomos, aquel límite tenía un fondo trascendental que no venía de nosotros, venía de Dios, no nacía del ser humano mismo, fue impuesto por Dios, era una verdad trascendental. Si estamos tan orgullosos, tan acostumbrados a poner el hombre al centro, es difícil para nosotros aceptar que si el límite nace dentro de nosotros, en el fondo no es límite, pero es así. Si el límite es hecho por mí, también esto se convierte en una simple manifestación de mi naturaleza. Si yo hago la ley, puedo rehacer la ley, si la ley es de Dios no puedo rehacerla. Ahora ponemos juntas las dos cosas y cerramos. Si en la raíz de nuestra identidad humana está la libertad, incluyendo la libertad de decir “no” a Dios, vivir esta libertad sin límite quiere decir no realizar esta capacidad y libertad. Sólo en el momento de someterme a una autoridad, a una soberanía de alguien transcendente, que está fuera de este mundo, puedo volverme realmente libre en este mundo y es lo que nos distingue de todos los otros seres vivos, es lo que nos caracteriza como auténticos seres libres, como humanos. La norma de Dios, dada exclusivamente a los hombres, se convierte en parte de lo que quiere decir ser humano: no eres un auténtico humano si no existe un límite transcendente a ti impuesto. Bajo este punto de vista, el rechazo de Adán y Eva no era trivial, era el símbolo de una transgresión fundamental, no de manera abstracta contra la voluntad de Dios, sino contra un diseño que de nuevo ontológicamente es necesario en nuestra definición de seres humanos. Cuando Dios da su ley, es para realizar nuestra humanidad, rechazando esta ley nos hacemos soberanos sin la soberanía del Dios, hemos perdido la libertad, somos esclavos de nuestra naturaleza humana, hemos perdido nuestra humanidad. En la rebelión contra la voluntad de Dios, según la visión bíblica, se oculta al mismo tiempo la rebelión contra Dios y contra nuestra naturaleza humana. Gracias a todos.

STEFANO ALBERTO:
Yo no veo ya muy bien pero me parece no ver rostros disgustados, para nada. Naturalmente nos ha avisado de apretar bien los cinturones, porque, se habrán percatado, el recorrido al que hemos sido introducidos es impresionante. Habría que discutir tanto pero sintéticamente yo he quedado fulgurado por esta observación que el profesor Weiler ha hecho antes de hacernos recorrer estos rápidos tan espumeantes, tan emocionantes. Dice: para nosotros los judíos todo está en las manos de Dios excepto el temor de Dios. Pienso que en la experiencia, en muchos de ustedes, esta frase haya resultado extremadamente familiar. Se acuerdan de una de las preguntas más cruciales de don Giussani: ¿Si Dios es todo, qué es el hombre? El hombre es su libertad de reconocer que Dios es todo y parte de la libertad, también esto no debería resultarnos demasiado sobrecogedor, es poder decir que no. Luego queda abierto el misterio del por qué el hombre, que podía decir sí, ha dicho no. No hay ningún Dios que tome tan en serio la libertad del hombre, no es una simulación, no es un modo de decir, no hago comparaciones con otras tradiciones religiosas, Dios ha tenido en cuenta que el hombre podía decir no. Ha ocurrido y la historia de allí ha tomado un giro también muy complicado, pero sin la posibilidad de decir no la libertad sería una cosa de bestias y no la aventura, el riesgo de hombres verdaderos. Es un problema ahora también de libertad, de sensatez. No sometemos a votación popular, no sé, ante todo, ¿qué cosa hacemos ahora?

JOSEPH H. H. WEILER:
Yo pienso que si hay preguntas estoy listo a contestar. Pero se necesita una pausa de 15 minutos, luego si todavía hay energía sobre la acción, sobre Jacob, está bien pero sin compromisos. Entiendo que la gente tiene hambre.

STEFANO ALBERTO:
Yo propongo, hay dos posibilidades y la pausa sin duda. Además tenemos allí cerca el café, salgan y regresen. Hace falta entender, porque tengo tanta curiosidad sobre la cuestión de Jacob. Afrontamos a Jacob y luego el próximo año todas las preguntas. Veamos, pensémoslo.

JOSEPH H. H. WEILER:
Entonces hacemos una pausa de 15 minutos y quién quiera escuchar un poco de Jacob es bienvenido. Gracias a todos.

JOSEPH H.H WEILER:
Querría ahora pasar a la relación sobre Jacob. La verdad esto es un poco más difícil, espero lograr explicar bien lo que pienso. También aquí querría empezar ciertamente con una cierta “novela policíaco”, un gran desafío.
Según yo, en mi lectura, seguramente no he leído todo, pero he leído bastante de Giussani y tengo la impresión que entre las figuras del Antiguo Testamento sea Jacob su favorito. También es mi favorito, y explicaré después por qué. Hay algo políticamente incorrecto en concentrarse en Jacob, porque se dice generalmente que las fes abrahámicas, las tres grandes fes monoteístas, porque sea el judaísmo que el Islam que los cristianos somos todos hijos de Abraham; en cambio a concentrarse en Jacob sólo es la tradición judío-cristiana, porque es Jacob que se ha convertido en Israel y ustedes saben que ustedes y nosotros pretendemos ser de Israel. En efecto la cosa que desde hace tantos años no he entendido, es por qué Dios ha elegido a Jacob para ser Israel, el padre de la Nación, y no ha elegido a Isaac o Abraham. Podía cada uno de ellos ser Israel, ¿quién es más grande que Abraham? Verdaderamente Abraham no tiene comparación, el hombre que estaba listo a sacrificar a su hijo para mostrar su fidelidad al amor de Dios - el año próximo tendré una lección sobre esto, ay Dios mío aquel es difícil como tema. Hay quien dice que Abraham ha fracasado en la prueba, que Dios esperó que Abraham dijera: “Jamás, cómo puedo ser asesino de mi hijo” y que por lo tanto no haya superado la prueba, pero sólo es una interpretación menor, dejamos pero algo para el próximo año. ¿Ahora, por qué Dios ha elegido a Jacob para convertirse en Israel y no a Isaac y no a Abraham, Jacob, Israel que somos nosotros, tú y yo, la tradición judía - cristiana? La respuesta que ahora doy y que trataré de probar, de mostrar, es que más que otros patriarcas Jacob es en todo un hombre moderno y su modo de afrontar a Dios y el mundo, según yo, es el modelo justo, eterno, de cómo haría falta ser en este mundo como hombres fieles. Jacob, no Isaac y no Abraham: ésta es la metafísica de mi discurso y les he advertido ya, es un poco complejo, un poco aburrido pero espero que tengan un poco de paciencia, trataré de hacerlo del modo más interesante posible. Entonces, empezamos, es dulce el ritmo que acompaña el flujo de generaciones a la saga de la génesis de nuestros patriarcas, poético, en el momento en que el hijo elegido entra en escena, el padre, con muchos años todavía por vivir, se aleja en un fondo relativamente tranquilo, para emerger al momento de su muerte y sepultura de parte de sus descendientes. Así ocurre conscientemente con Abraham, cuando Isaac y la formidable Rebeca vienen a primer plano. Entonces la historia se convierte en la historia de Isaac y olvidamos a Abraham y al improviso leemos que Abraham ha muerto y viene enterrado. Así también cuando Isaac a su vez desaparece en el fondo, mientras Jacob emerge al centro de la escena con una vida sin igual en pruebas y desafíos. Y justo así parece cuando, en Génesis 36, - si después en casa quieren leer, nuestra historia empieza aquí - se concluye el hecho de que Jacob es protagonista. Él se establece en Hebrón, donde entierran al padre de Isaac, luego se levanta el telón en Génesis 37 con una obertura de notable eficacia, que dará vida a todos los elementos principales de una narración que se concluirá algunas décadas más tarde, con la sepultura de Jacob de parte de sus hijos. Jacob viene un poco olvidado y la historia ahora es la historia de José. Leo: Jacob se estableció en el país donde su padre había sido forastero, en el país de Canaán. Ésta es la historia de la descendencia de Jacob. José a la edad de 17 años pastoreaba el rebaño con los hermanos. Él era joven y estaba con los hijos de Bila y los hijos de Zilba, mujeres de su padre. Ahora José le refirió a su padre las habladurías sobre ellos”.
Y así la historia de José y de los hermanos empieza y a Jacob lo olvidamos un poco.
“Israel amaba a José más que a todos sus hijos, porque era el hijo tenido en la vejez, y le había hecho una túnica de largas mangas (en la traducción italiana se dice de largas mangas y no de muchos colores - un secreto, también en hebreo no es dicho de muchos colores)”. El siguiente protagonista es identificado como lo es la libertad entre hermanos, que es un elemento esencial a la saga que se ha convertido en icono de la civilización occidental, conocida con el nombre de José y sus hermanos. Ahora estamos en la historia de José y sus hermanos. Programada la escena, la historia de José inicia en una manera importante, con el relato de sus famosos sueños, que alimenta ulteriormente el odio de los hermanos y da ocasión a la cólera y a la consiguiente perplejidad del padre. Leo: “Sus hermanos por tanto estaban envidiosos de él (era el más amado por el padre,) pero su padre tuvo en mente la cosa”. Ahora viene el pasaje fundamental en mi lectura, que es algo poco conocido en los comentarios sea judíos sea cristianos, parece un pasaje de pocas consecuencias. Leo: “Israel (es decir Jacob) le dijo a José: “¿Sabes que tus hermanos están en los pastos en Siquén? Ven, quiero enviarte donde ellos”. Le contestó: “¡Aquí estoy!'. Le dijo: “Anda a ver cómo están tus hermanos y cómo está el ganado, luego regresa a contarme”. Lo hizo pues partir del valle de Hebrón y él llegó a Siquén”.
Ya acostumbrados al sucederse de la generación narrativa de la Génesis y con la atención ya vuelta a José, no sorprende que este pasaje, aparentemente inocente, a mi parecer singularmente importante para la narración de Jacob, haya atraído menos consideración de cuanto merecía. Para la mayor parte de los comentadores tradicionales y para muchos comentadores modernos, este texto suscita pocas observaciones, parece un mero momento de paso, un expediente literario que le permite a Jacob salir de escena, mientras José y sus hermanos inician su viaje hacia el destino, porque José va a encontrar a sus hermanos en Siquén, ellos tratan de matarlo, luego lo venden, luego llega a Egipto. Es toda la historia famosa de José y sus hermanos, y sin embargo estas palabras aparentemente inocentes esconden drama y angustia y constituyen uno de los momentos más conmovedores y decisivos en la atormentada vida de Jacob. Algunas dificultades léxicas son enseguida evidentes: ¿qué preocupaba a Jacob cuando él guardaba la cosa en su corazón? ¿La cuestión de los sueños de José o bien la cuestión de la envidia de los hermanos? La cosa conmueve aún más desde el punto de vista lingüístico, en particular si se lee en hebreo: “Jacob dijo a José: “¿Sabes que tus hermanos están en los pastos en Siquén?” Él contestó: “¡Aquí estoy!”. La respuesta de José, sería la clásica respuesta a una frase como: ¡José! Y él responde ¡Aquí estoy! No es para nada natural en la formulación del texto actual: "¿Sabes que tus hermanos están en los pastos en Siquén? Él contestó: “¡Aquí estoy!”. No va. Y luego la repetición, escuchen, haría falta ser más agudos: “Jacob le dijo a José: '¿Sabes que tus hermanos están en los pastos en Siquén? Ven, quiero que vayas donde ellos'. Le contestó: '¡Aquí estoy! Le dijo: 'Anda a ver cómo están tus hermanos y cómo está el ganado, luego vuelve a contarme' ¿Por qué esta repetición? Por qué dos veces no está claro, haría falta recordar que de hecho es el contenido antes que la elección léxica a poner el desafío más dramático. La relación de Jacob con el propio padre Isaac, que sabíamos tenía una preferencia por el hermano gemelo, Esaú, - en hebreo Eshav; como Eshav se ha convertido en Esaú para otro día… - ha sido una relación de ambigüedad afectiva pero nada de todo eso trasluce en la relación con su hijo preferido, José, al que es reservado un especial amor, que no se cuida tampoco de esconder en el regalo de una capa de muchos colores: “Israel amaba a José más que a todos sus hijos, porque era el hijo tenido en la vejez, y le había hecho una túnica de las mangas largas”.
¿Qué es pues lo dramático? Les lo explicaré: enviando a José a Siquén, lo envía a la muerte. Envía a este hijo amado a la muerte, ¿por qué? Un poquito de historia, dos historias, ¿se acuerdan que entre estos famosos doce hermanos, hijos de Jacob, había también una hija, que se llamaba?… Tienen que prometerme desde ahora, que cada tarde, antes de acostarse, deben leer un capítulo de la Biblia. ¡Son historias fabulosas! Ambos, no soy discriminador, Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, ¡cada noche un capítulo! Nosotros en la sinagoga leemos cada semana una parte, así que en un año se ha cubierto todo, entonces yo he escuchado la Biblia, tengo 58 años la semana próxima, la he oído digamos 52 veces. La hermana se llamaba Dina. ¿Quién aquí está embarazada? Es un bonito nombre para una hija, Dina, hija de Jacob, hermana de José. Dina ha sido violada terriblemente por el hijo del rey de Siquén que se llamaba Jamor, ha sido violada y entonces sus dos hermanos, Simeón y Leví, han hecho un truco a los ciudadanos de Siquén. Después de haberla violado, él quería casarse con ella, no es bello esto, primero la violenta luego quiere casarse con ella, entonces los dos hijos les han dicho a los ciudadanos de Siquén: está bien, estamos listos a dar a nuestra hermana, pero tendrán que circuncidarse antes, toda la ciudad, como condición. Cuando se hubieron circuncidado - doloroso - los dos hermanos han venido para la venganza y han matado a muchos de ellos. Jacob está escandalizado, primero dice: ¿dónde está la justicia? y después dice: están locos, desde ahora aquellos tratarán de matarlos y nosotros somos pocos y ellos son muchos. Aquello es Siquén y él envía a los 11 hermanos, todos juntos, con la servidumbre para hacer el pastoreo en Siquén; está bien, pueden protegerse, pero ahora manda al pobre José a Siquén, sólo, justo dentro de la boca del león. Aquellos buscan venganza, pero no sólo ellos. Los hermanos de José lo odian, a título personal: ¿Cuál padre quiere a uno de sus hijos más que a los otros? ¿O al menos cuál padre, que ama a uno más que a los otros, lo hace ver? Son envidiosos, y luego con sus sueños él dice: en mi sueño yo soy el sol y la luna, ustedes son las estrellas y todos se inclinan ante mí. Entonces también los hermanos quieren matar a José y ¿qué cosa hace nuestro Jacob? Manda a su hijo más amado, José, justo a la muerte, al lugar donde hay dos veces más peligro, el peligro de los hermanos y el peligro de los ciudadanos de Siquén que quieren la venganza después de la masacre. El mismo Jacob ha dicho: “ahora ellos tratarán de matarnos, ellos son muchos, nosotros somos pocos” y luego no hay razón, si piensan, él dice: “Anda a ver cómo están tus hermanos”, era una razón. Jacob es un acomodado, no podía enviar a una sierva para ver quién estaba bien, por lo tanto tiene que coger a su hijo, el más amado y mandarlo a este peligro. Ahora hay una gran parte de mi discurso que está tratando de hacer ver cómo todos los comentadores lo han tratado. La mayor parte pretende que no haya problema, son pocos los que dicen: no se comprende por qué Jacob ha hecho eso. Pero no he encontrado explicación. ¿Entonces dónde está la explicación? Por eso estamos obligados a volver a vivir la vida de Jacob y buscar más profundamente el sentido de estas dramáticas extrañas acciones, explicaciones coherentes con el texto, en línea con su vida y, según yo, coherentes con su grandeza. Hacemos dos introducciones a esta explicación, la primera prevé una rápida reexaminación del aspecto textual-léxico antes que de la dificultad narrativa del texto. ¿Se acuerdan? “Aquí estoy” dice José a Jacob, una respuesta un poco estridente con la pregunta hecha. Claramente eligiendo esta extraña respuesta de José “Aquí estoy”, que no es realmente una respuesta a la pregunta hecha por Jacob, el texto quiere ofrecernos una sugerencia. Nosotros podemos notar que esta frase “Aquí estoy”, es usada sólo en otras dos ocasiones en la Biblia, Génesis 22,1: “Después de esto Dios puso a prueba a Abraham y le dijo: Abraham, Abraham - contestó: 'Aquí estoy'”. Luego Dios le manda coger a su hijo amado Isaac y llevarlo a la montaña y sacrificarlo. Abraham ha usado la misma palabra: “Aquí estoy”. Segundo: Éxodo 3,1: “Ahora Moisés pastoreaba el rebaño de Jetró su suegro, sacerdote de Madián; él llevó el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. Y el ángel del Señor se le apareció en una llama de fuego, en medio a un zarzal. Moisés miró y he aquí el zarzal ardía con el fuego, pero el zarzal no se consumía. Entonces Moisés dijo: 'Ahora me desplazaré para ver este grandioso espectáculo: ¡Cómo es que el zarzal no se consume!'. El Señor vio que él se había desplazado para mirar, y Dios lo llamó de en medio al zarzal y dijo: '«¡Moisés, Moisés!'. Él contestó: 'Aquí estoy'”. El gran Abraham, el gran Moisés usan la misma palabra, una combinación de una expresión no específicamente adecuada, llena de “gravitas”, que es sugestiva, sugestiva de un pasaje grávido de consecuencias, antes que un mero momento de pasaje. El lector astuto, cuando Jacob le dice a José “anda a ver a tus hermanos” y José contesta en lugar de “bien padre”, “Aquí estoy”, enseguida se da cuenta de que una cosa especial, una cosa importante está por ocurrir aquí, de otro modo ¿por qué usar esta palabra usada sólo por Abraham cuando ve a Dios en la prueba crucial y por Moisés cuando ve a Dios en el fuego? Con la diferencia de que en estas dos ocasiones ha sido Dios a llamar a Abraham y Moisés, en cambio aquí es Jacob a llamar a José. El texto nos ofrece otra sugerencia, porque nos lleva a un momento importante de la vida de Jacob, cuando la palabra “Aquí estoy” señala el inicio del engaño en detrimento de su padre Isaac. Historia de Jacob: “Así él vino al padre y dijo: 'padre mío'. Contestó: 'Aquí estoy; ¿quién eres tú, hijo mío?'. 19 Jacob le contestó al padre: 'Yo soy Esaú' - Jacob está mintiendo, está contando mentiras a su padre - tu primogénito - no era su primogénito, Esaú era su primogénito - he hecho como tú me has ordenado - no lo ha hecho para nada, está engañando a su padre - Álzate por lo tanto, siéntate y come mi caza para que tú me bendigas'”. ¡Cómo nos ayuda el recuerdo del engaño de Jacob hacia su padre a comprender el peligroso encargo confiado a José! ¿Han entendido qué estoy tratando de decir? Al elegir la palabra extraña “Aquí estoy”, el texto nos remite a dos significados, la "gravitas" de Dios hacia Abraham y Moisés y el engaño de Jacob mismo hacia su padre Isaac. El texto nos da la sugerencia y es allí donde tendrán que encontrar el significado y el por qué Jacob manda a su vez a José. Del mismo modo nos ayuda la segunda introducción a nuestra exploración sobre la vida de Jacob, una introducción que nos lleva a su último día, cuando Jacob baja a Egipto y encuentra al Faraón. En efecto el Faraón le pregunta sus años y Jacob contesta: 130 de vida errabunda, pocos y tristes han sido los años de mi vida y no han alcanzado los años de la vida de mis padres, en los tiempos de su vida nómade, pocos y tristes han sido los años de mi vida. Así Jacob define la propia vida. Empezamos a entender la personalidad de Jacob: una persona que al final de sus años dice 'pocos y tristes han sido los años de mi vida', no es una persona orgullosa, es una persona con tantas dudas dentro de él. No dice yo soy el gran Jacob, hijo de Isaac, nieto de Abraham, dice: pocos y tristes años y hace la comparación con el hecho de que no ha alcanzado el número de los años de su padre. Este Jacob, que Dios ha elegido para convertirse en Israel, es un drama, es más una novela policíaca. Hay en efecto un pequeño enigma en la declaración. Cuando estas palabras son pronunciadas, Jacob no está en su lecho de muerte, él todavía podría tener muchos años de vida por delante. Lo que anima tal declaración es un profundo sentido de inadecuación con respecto a sus padres, Abraham e Isaac. Pero volvamos a ver las luces y sombras de los días de la vida de Jacob. Ahora, mirando los highlights de la vida de Jacob, lentamente empezamos a entender este personaje, que nos permite explicar por qué manda a José a la muerte - ¿todavía están conmigo?
Su batalla inicia ya en el regazo materno, tanto que Rebeca está muy preocupada, ya que eran gemelos, y busca el consejo del mismo Dios, que le explica: dos naciones están en tu seno y dos pueblos del regazo se dispersarán, un pueblo será más fuerte que el otro y el mayor servirá al más pequeño. Proféticamente Rebeca nunca ha revelado abiertamente a Jacob lo del talón del hermano, de cual deriva el nombre Jacob. Una vez más tenemos que admirar la firme y desconcertante honestidad del texto. A pesar del hecho de que Jacob fuera el hijo elegido, porque Dios le había dicho a Rebeca que el hijo menor habría sido el más importante, el texto no tiene piedad: Isaac prefiere a Esaú su primogénito y Jacob tiene que encontrar consuelo en la madre. Hay infinitos modos y ninguno ha sido evitado por el comentador para explicar la preferencia de Isaac, algunos son convincentes, pero todos son isaac-céntricos. Por qué Isaac quisiera a Esaú y no quisiera a Jacob no deja dormir a los comentadores. De momento, en cambio, no nos interesa, porque todos están concentrados en Isaac, pero del punto de vista de Jacob la experiencia es la misma, él es el segundogénito y su padre no lo quiere. Aquélla es su experiencia de joven, del joven Jacob. Jacob, a pesar de que lo han llamado ingenuo, es para nada ingenuo, es obligado a estar lleno de recursos para defenderse y la astucia viviente es su arma principal. En efecto la raíz “keb”, el talón, del cual deriva su nombre, es “ancor”, es decir Jacob es el deshonesto. Justo el nombre Jacob quiere decir talón y deshonesto, su nombre es Jacob el deshonesto, en efecto por un plato de lentejas él arranca la primogenitura de Esaú, una tradición que la moderna regla contractual podría definir inicua. Se trata de un acto del cual un día podría arrepentirse, sobre todo aumenta la culpa de Jacob y el temor a su hermano. Aún más importante, incitado por Rebeca, que actúa sin que Jacob lo sepa, para cumplir la revelación que ella había tenido, Jacob engaña a su padre ciego, para hacerse dar la bendición que era establecida por Isaac. El llanto de Esaú es conmovedor, escuchen a Esaú: ¿quizás porque se llama Jacob ya me ha reemplazado dos veces? Ya ha arrebatado mi primogenitura, ahora ha arrebatado mi bendición. Luego le dice a su padre Isaac: ¿no has reservado quizás alguna bendición para mí pobrecito? Si quieren descubrir la más espectacular astucia de Jacob, lean atentamente el relato de acuerdo con Labán, relativo a la división del rebaño; es realmente un engaño, una estafa de la que Labán se ha convertido en víctima, merecidamente, tengo que decir. No nos sorprende que Esaú trame para matar a Jacob; Rebeca informa a Jacob, Rebeca intercede con Isaac e Isaac parece aceptar que sea Jacob aquel que llevará la Alianza. Isaac manda a Jacob a buscar una mujer al mismo lugar del cual había venido su mujer y al partir le concede la ancestral bendición. Así ahora Jacob está en camino, enviado además sin miedo por el padre, a pesar de la amenaza de Esaú y se llega a la escena que en el imaginario colectivo se ha convertido en un ícono: el sueño de la escalera de Jacob en el cual Dios le repite lo que había escuchado sobre Isaac, él, Jacob será portador de la Alianza de sus padres.
¿Recuerdan la escalera de Jacob? Dios dice en el sueño: estoy aquí, yo estoy contigo y te protegeré dondequiera que vayas, luego te haré volver a este país, porque no te abandonaré sin haber hecho todo lo que te he dicho. Esto dice Dios en el sueño a Jacob. Señoras, Señores, escuchen bien la respuesta de Jacob a Dios. De un lado su respuesta inmediata: “Jacob se despertó por el sueño y dijo: Ciertamente, el Señor está en este lugar y yo no lo sabía”; entonces sabe que era Dios que hablaba. ¿Nos hemos comprendido? Pero luego dice: “Jacob hizo este voto: 'Si Dios estará conmigo y me protegerá en este viaje que estoy haciendo y me dará pan de comer y vestidos para cubrirme, si volviera sano y salvo a casa de mi padre, el Señor será mi Dios'”. Increíble, él hace un pacto con Dios, Dios te promete, te da todo para que tú seas el portador de la Alianza y Jacob en cambio pide que si Dios hiciera esto y aquello entonces el Señor será su Dios. Extrañísimo, archivémoslo de momento. Todo eso no es asintomático, la siguiente vez en la cual Dios se revela a Jacob, en la víspera de su partida hacia Labán para volver a su tierra con la mujer y los niños, le dice: vuelve al país de tu padre, a tu patria y estaré contigo. Es un mando divino, una garantía de protección. ¿Recuerdan cuando Dios dice a Abraham: deja la patria de tu padre anda al país que te mostraré? ¿Y qué cosa hace Abraham? Se pone en camino a pie y va. Cuando en cambio Dios dice las mismas cosas a Jacob, ¿qué cosa hace Jacob? “Entonces Jacob mandó a llamar Raquel y Lía, al campo cerca de su rebaño” y luego: “El ángel de Dios me dijo en sueño: ¡Jacob! Contesté: Aquí estoy.”
“Yo soy el Dios de Betel, donde tú has ungido un monolito y donde me has hecho un voto. Ahora ¡levántate, parte de este país y vuelve a tu patria!”.
Y él pregunta a sus dos mujeres: pues, díganme, ¿qué cosa tengo que hacer? Sólo con el estímulo de su mujer por fin decide partir y escapa. En el camino a casa su pasado se hace cargo de él, él tiene que encontrar a Esaú y aún, a pesar de la doble promesa de Dios, Jacob toma precauciones y divide en dos su campo, pero no puede quedarse a suplicar a Dios de nuevo, y le dice: "Dios de mi padre Abraham y Dios de mi padre Isaac, Señor, que me has dicho: Vuelve a tu país, a tu patria y yo te haré del bien, yo soy indigno de toda la benevolencia y de toda la fidelidad que has tenido con tu siervo. Con mi bastón solamente había pasado este Jordán y ahora me he convertido en tal de formar dos campos. Sálvame de la mano de mi hermano Esaú, porque yo tengo miedo de él: ¡que él no llegue y me golpee a mí y a todos, madre y niños!
Sin embargo tú has dicho: Te haré del bien y haré tu descendencia como la arena del mar, tan numerosa que no se pueda contar”.
Parece que éste no tenga confianza - justo - ya es la tercera vez que Dios le promete y que él en cambio escéptico hace acuerdos con Dios: si Tú lo haces, serás mi Dios etc. Y luego después de haber combatido con el ángel de Dios, aquel pasaje muy querido por Giussani, y haber vencido, cuando llega el momento de enfrentarse con Esaú, sus acciones son aquellas de un hombre sin fe, más que las de un hombre que confía en Dios. Jacob es el deshonesto, puede ser, el texto es explícito, Jacob el inseguro, (si Dios estará conmigo…), puede ser, pero un hombre sin fe, esto parece de veras demasiado, pero aquí llegamos a un punto clave para la comprensión del hecho de la persona de Jacob que también nos servirá cuando dentro de poco volvamos al momento en que envía a José al encuentro con su destino. ¿Por qué, de qué duda Jacob? Que él sea inseguro, está claro, lo hemos visto tres veces. ¿Pero de qué duda? ¿En qué, por quién no prueba fe? Hay una constante en todos estos pasajes: no es de Dios que duda, con respecto a esto su fe es profunda y relevante. Pienso que con el tiempo él haya desarrollado un gran sentido de confianza en sí mismo y luego él no es uno cualquiera, él es un hombre que sabe lo que quiere, ha engañado a su padre, ha engañado a Labán, se ha vuelto rico, no era un hombrecillo, era un hombre, trece hijos e hijas. ¿Sobre qué tiene consistentes dudas? Lo que él parece no poder aceptar, eso de lo que él no se fía, es él mismo, sí como aquel que ha sido elegido para ser el siguiente anillo de la cadena de la Alianza, aquel justamente sobre el que reposa la bendición concedida a Abraham e Isaac. Cultura, psicología y teología, todo lleva a crear la duda interior: ¿cómo puedo ser yo realmente el sucesor de Isaac y Abraham, el portador de la Alianza, el padre - nosotros sabemos - de la tradición judeo-cristiana? Desde el punto de vista cultural el presunto antepasado debería ser el primogénito, en particular un primogénito que era aquel amado por el padre. Jacob sabe que el derecho a la primogenitura, adquirido por un plato de lentejas, no puede ser considerado legítimo, y es pacífico cuando Lía, casi literalmente, se mete en su cama, él es bien consciente de haber engañado al padre y más de la angustia del padre. Entonces Isaac se estremeció violentamente, cuando descubrió el engaño. ¿Cómo puede ser que él el segundogénito, el no amado, el timador, pueda ser elegido como el sucesor de la Alianza? Cuando Isaac lo manda por el camino y le concede la bendición de la Alianza, Jacob está silencioso: no puedo ser de veras yo - se dice a sí mismo. Habría podido decir en su corazón: yo he engañado a mi padre y cuando Dios repite la promesa de protección, Jacob reconoce ampliamente la majestad de Dios. Recuerdan: “ahora sé que éste es el lugar de Dios”, ¿pero se preocupa quizás que Dios pueda ser víctima de su engaño? ¿O quizás su preocupación es diferente? Y a este punto la teología se encuentra con la psicología y la cultura. ¿Qué hice - Jacob tiene que haberse preguntado - para merecer esto? Él es consciente de la tradición de la familia, la diferencia entre él y sus ilustres antepasados es impresionante, ellos han sido puestos a prueba, han merecido ser elegidos, han merecido la bendición, en cambio él no fue ni siquiera llamado y esto a sus ojos tiene que haber sido enormemente significativo, no haber sido puesto a prueba en ningún modo, como su gran abuelo y padre lo han sido. ¿Por qué Dios ha puesto a prueba a Abraham? ¿Por qué Dios ha puesto a prueba a Isaac? Y han pasado la prueba ambos. En cambio Jacob se dice a sí mismo: yo no he sido puesto a prueba, ¿cómo puedo ser yo el elegido? Reconsidera luego que Jacob tenía el indicio de la duda a causa de su nacimiento, de su engaño y de su vida religiosa sin ningún mérito, si se comparara a la de su padre y de su abuelo. ¿De veras me entienden? - se habrá preguntado -, ¿o bien quizás estos sueños e inspiraciones mensajeras son verdaderos? ¿Y cómo pueden ser cosas reales si su mensaje es aquel de elegirme de nuevo a mé? Hay mucho que aprender en la comparación con Abraham, Abraham es el caballero de la fe, pero tomando en consideración a Jacob, aprendemos a entender algo más sobre Abraham. El texto siguiente de Abraham es emblemático: "El Señor dijo a Abraham: 'Sal de tu país, de tu patria y de la casa de tu padre, hacia el país que yo te indicaré. Haré de ti un gran pueblo y te bendeciré, haré grande tu nombre y te convertirás en una bendición. Bendeciré a los que te bendecirán y a los que te maldecirán maldeciré y en ti se dirán benditas todas las familias de la tierra'.
Entonces Abraham partió, como le había ordenado el Señor.
El Señor habla directamente con Abraham, el efecto es dramático, no es sólo la gran fe en Dios que Abraham ha mostrado repetidamente, hasta el punto de que en el momento del temor su respuesta inmediata es “Aquí estoy”, ni un instante tiene dudas sobre su elección. Como es diferente de Jacob, él no tiene que luchar para aceptar la soberanía de Dios, sino tiene que afrontar una gran lucha para afrontar el hecho de que él sea digno de lo que le han concedido, hasta después de haber superado su noche de prueba de la fe, donde le es dicho que desde ahora su nombre será Israel, él no puede, como hemos visto, aceptar tranquilamente aquel destino. Él llama el lugar de su lucha Penuel, el rostro de Dios, ya que allí ha visto un ser divino cara a cara y sin embargo él insiste: es necesario que me bendiga. Los invito ahora a releer todos estos difíciles pasajes con estas imágenes de Jacob en mente. Hay un ulterior pasaje que merece nuestra mención, antes de volver a Jacob, Israel y José. Cuando volverán a leer estos textos, verán una cosa que no se nota enseguida, que es la comparación entre Abraham y Jacob. Dios siempre se revela en un sueño, en una visión, pero no directamente, también esto añade una duda a Jacob: ¿por qué no está Dios propio delante de mí, ahora dónde está? Muy peligroso lo que dice. Apenas después de la tragedia divina, la vida de Jacob por fin parece alcanzar una cierta serenidad y paz interior. En el capítulo anterior, aquel que introduce a José, se lee que Dios le dice a Jacob por primera vez cara a cara, - Dios habla no en sueño, sino directamente a Jacob -: “Álzate, anda a Betel y vive allá; construye en aquel lugar un altar al Dios que se te ha aparecido cuando huías de Esaú, tu hermano”. Entonces Jacob dijo a su familia y a cuantos estaban con él: “Eliminen a los dioses extranjeros que tengan con ustedes, purifíquense y cámbiense los vestidos. Luego levantémonos y vamos a Betel, donde construiré un altar al Dios que se me ha aparecido al momento de mi angustia y que ha estado conmigo en el camino que he recorrido”. Ahora ¿qué cosa sucede enseguida después de esto, después de que Dios le habla directamente a Jacob que lo mira a la cara? “Luego dejaron el campamento de Betel. Todavía faltaba una parte de camino para llegar a Efrata, cuando Raquel parió y tuvo un parto difícil. Mientras padecía al parir, la comadrona le dijo: “No temas: ¡también éste es un hijo!". Mientras exhalaba el último suspiro, porque estaba muriendo, ella lo llamó Bien-Oni, pero su padre lo llamó Benjamín. Así Raquel murió y fue enterrada a lo largo del camino hacia Efrata, es decir Belén. Jacob erige sobre su tumba un monolito. Este monolito de la tumba de Raquel existe hasta hoy”.
Ahora, señoras y señores, Raquel era su mujer amada, pero no es Israel que construye el monolito, es el anciano Jacob, ya que esta calamidad ha sido suficiente para hacer trizas de su serenidad apenas hallada y de su estado. En mi lectura no ha sido sólo la muerte de su amada mujer a devastar Israel-Jacob, sino es posible que iniciara a realizar otras dos cosas, mientras absorbe este último golpe. ¿Por qué?, él se tiene que haber preguntado, justo cuando mi familia ha renunciado a todos los ídolos y mi pacto con Dios ha sido hecho solemne, cara a cara, ¿por qué debía morir? Y luego tiene que haber recordado otro voto, el voto desdichado e imprudente que quienquiera hubiera robado los ídolos de Labán habría muerto. Ha sido Jacob a decir esto y quizás él inicia a encontrar la verdad. Ha sido Raquel a engañar no sólo a su padre, sino también a él y una vez más Jacob está adolorido no sólo por el dolor, sino por una terrible y angustiosa duda, que hayan sido él y su prometida los responsables de la muerte de Raquel. Una vez más se hunde en el mundo del engaño y en la tentativa de entender cómo esta relación con Dios apenas renacida pueda ser destruida tan rápidamente y cruelmente, él afronta una duda aún más profunda y es decir que quizás Raquel no había abandonado nunca los ídolos. Acabamos de decir que los ídolos no eran tan insólitos en su casa, que quizás ella murió a consecuencia de tal engaño y frente a esta posibilidad de traición de parte de su familia, su dudoso respeto a su ser digno vuelven a primer plano. Muchos de ustedes pensarán que ésta es una especulación vana, si no irreverente y en efecto la mano tiembla cuando todo esto se escribe. Pero hay dos indicios a partir de la Escritura misma: Jacob no entierra a Raquel en el Me'arat HaMachpela en Hebrón, donde está enterrada Lía y donde patriarcas y matriarcas tenían que ser enterrados, aunque la distancia de su sepultura era a un día de viaje a pie. Y además notan el hecho raro que, aunque la petulante Raquel fuera la dulce mujer querida por Jacob, la Escritura en último análisis prefiere a la siempre piadosa Lía; es de su regazo que la casa de Judea y de David viene, no de Raquel.

Entonces estamos frente a un Jacob que tiene plena fe en Dios, que sabe que existe Dios, que éste es el Dios de Israel, su pueblo, pero tiene plena desconfianza en sí mismo: ¿cómo puedo ser yo el elegido por este Dios para llevar adelante la Alianza, yo que he engañado a mi padre, yo que he engañado a mi hermano, yo que soy el segundogénito, yo, al cual Dios no ha aparecido directamente y la única vez que ha aparecido directamente, enseguida después ha tomado a mi mujer amada, ¿cómo puedo ser yo? Ahora volvemos, para cerrar la novela policíaca, desde el momento que Jacob manda a José a la muerte. Hay tres posibles interpretaciones de aquel hecho. Hay una explicación que por último se tiene que rechazar, pero que nos pone claramente delante de los ojos aquello que tenemos que discutir. Jacob envió a José porque quería la muerte de José: es simple, quería matarlo. Imaginemos que en lugar de ser la palabra viva de Dios, nuestra historia sea parte de una tragedia griega. De este punto de vista las acciones de Jacob son evidentes: aquí hay un rico y poderoso rey o jefe de la tribu, que gobierna sobre un linaje de dos mujeres, dos concubinas, doce hijos y una hija. Se entiende luego que en un sueño es revelado que uno de los hijos más jóvenes, el hijo amado, en un futuro lejano reducirá al padre a circunstancias particularmente humillantes. Naturalmente esto no puede ser tolerado o tomado en consideración, hace falta oponerse al destino. ¿Sería demasiado tosco e inquietante matar al hijo amado con sus mismas manos, el modo preferido en la tragedia griega no es tomar quizás al culpable y ponerlo en situación de peligro? Es esto lo que ocurre aquí. La conjura parece ocurrir y el padre se angustia de veras por el destino cruel y sin embargo, sin su conocimiento, el destino no puede ser vencido, etc. Es difícil mejorarla como tragedia griega, “Edipus rex” es lo mismo. La rechazo no sencillamente por el respeto que nutro respecto a Jacob e Israel, sino porque una parecida explicación, aunque sea perfectamente coherente con la visión mitológica, es tan extraña a la revolución monoteísta, que se extiende, en la misma historia que estamos examinando, un análisis que tiene un diferente telos, y es conducido por un conjunto de diferentes fuerzas, por una diferente dinámica de relación entre el hombre y Dios. Para la segunda explicación quiero remitir a don Isaac Abravanel. He dicho que tenía dos teorías, de las cuales he punteado y rechazado una sola, aquella que decía que Jacob no tenía ningún temor por la vida de José. Querría ahora exponer una segunda teoría, extraída de Abravanel, según la cual Jacob le dice a José en broma: “tus hermanos están allá, y tú estás aquí, ¿por qué debería ser diferente, por qué este trato especial?”. Alegremente pienso que quizás Abravanel haya tocado lo íntimo del alma de Jacob. Citamos Génesis 37, 11, “sus hermanos por eso estaban envidiosos de él. Su padre tuvo en mente la cosa”. Nos hemos preguntado primero qué tenía en mente. Imaginen por un instante que la envidia de los hermanos golpee a Jacob y que, mientras él reflexiona sobre esta envidia, que de aquí hasta entonces no conocía, se habrán despertado en él los recuerdos y los resentimientos con respecto a su padre, su padre, que amaba a uno de sus hijos más que a los otros, a su hermano Esaú y la envidia destructiva y la desgracia que un tal comportamiento había azuzado entre él y su hermano. Por tanto, consciente de la enorme responsabilidad de la propia elección de preferir a José, él hace todo lo posible para tratar de eliminar el daño ya hecho. Quizás ahora podamos dar un poco más de crédito a la tesis del no peligro, afirmado por algunos comentadores tradicionales. Él lo manda para hacer ver que ya no es el preferido, porque ha entendido que preferir al uno o al otro crea gran dificultad. Pero quiero ir a la tercera y para mí la más importante, la explicación más posible. Recordamos de nuevo Génesis 37,11, “sus hermanos por tanto estaban envidiosos de él. Su padre tenía en mente la cosa”; ¿qué cosa sucedería si lo que tenía en mente no hubiera sido la envidia de los hijos sino los sueños de José, los sueños de que un día será él el portador, el hijo preferido, etc.? Si se tratara de una tragedia griega, Jacob estaría preocupado de que sus sueños pudieran convertirse en realidad. Pero no es una tragedia griega, es la Biblia. Pongámonos en el lugar de Jacob, así inseguro del hecho de que su casa después de todo fuera bendecida, con las dos recientes desgracias de Dina y Raquel, una después de la otra. Luego tenemos que recordar otro hecho pertinente, es decir que su hijo mayor, el aparente heredero Rubén, justo cuando Jacob había casi terminado de echar la tierra sobre la tumba de Raquel, ha dormido con la mujer de Jacob. Seguramente no es él, Rubén que tiene alta la bandera. Luego el hecho de que Dios habría aparecido a uno de sus hijos, aunque en un sueño, destinándolos a la grandeza, a los ojos de Jacob podría ser una señal de promesa y esperanza. Para Jacob, el temor es que entonces el sueño no se realice. ¿Pero en cuanto a José? Es José al que él ama y digno del destino, el único que se queda en casa mientras los demás afrontan el peligro, Jacob podría recordarse a sí mismo en su juventud. ¿Luego cuál es la estatura de este José? Jacob sabe por sí mismo, de haber sido atormentado por la duda. Entonces dice: “Anda con tus hermanos y así veremos la verdad, si tu sueño es un verdadero sueño, nada puede ocurrir”. Permítanme añadir cuatro palabras. Israel le dijo a José: “Sabes que tus hermanos están en los pastos en Siquén, ven que te quiero enviar donde ellos”. Israel pone a prueba a José, en lugar de tratar de eliminar el peligro del relato, en esta lectura es justo el peligro que vuelve significativa la misión. Jacob tiembla, él titubea, es el motivo por el que él hace el pedido dos veces: “Concede a José un escape”, y José contesta en una manera por la cual Jacob tiene que haberse alegrado. Aunque no se le ha pedido, él usa la misma respuesta del gran Abraham “Aquí estoy”, él aparece a los ojos de Jacob como Abraham. Jamás dudando de la promesa de Dios, seguro de que él es digno de tal promesa. Entonces Jacob lo manda. Se puede resumir con cuatro palabras ligeramente diferentes: Jacob pone a Dios a la prueba, no pone a José a la prueba, mete a Dios a la prueba. Se respeta a sí mismo, Jacob que está lleno de dudas decide una vez para siempre: querría estar seguro, soy yo realmente el elegido, entonces pondré a Dios a la prueba, mandaré a mi hijo al peligro y si realmente soy yo el elegido y soy yo el digno, entonces no solamente mi hijo será protegido, sino le mostraré a Dios mi voluntad, mi prontitud a sacrificar a mi hijo amado. Jacob que no ha sido puesto nunca a prueba de parte de Dios, se pone él mismo a prueba para ser digno de ser elegido.
Querría acabar aquí.
¿Cuál es nuestra lección? ¿Por qué Jacob es Israel? Jacob es Israel porque es en Jacob que estamos invitados a identificarnos. En realidad es difícil identificarnos en Abraham, es demasiado adulto, ha hablado directamente con Dios, responde enseguida, está listo al sacrificio al que nosotros no sabemos si estamos listos. Está demasiado lejos de nosotros. Es así también Isaac, que sube sobre el altar con la garganta lista a ser sacrificado. En cambio Jacob e Israel es justo nosotros, quebrado, a veces deshonesto, aunque nunca duda que existe Dios, que Dios sea el creador, que sea el dueño de la tierra. Pero siempre está lleno de dudas sobre sí mismo. También cuando se siente cerca de Dios, no está nunca seguro, no tiene nunca la hybris de una persona de fe que dice: “yo tengo todo porque tengo fe”. Jacob no es nunca así, llega el día de su muerte y también después de que le es revelado que José está vivo, que Dios por lo tanto mantiene el sueño, le dice al Faraón: he estado triste en mis pocos años”. Para mí éste es el verdadero Israel, la persona en quien podemos identificarnos, una persona que tiene gran fe en Dios y poca fe en sí mismo como elegido de Dios. Es así la verdadera elección, la justa elección por el símbolo, por el protogénito de la tradición judeo-cristiana. Gracias a todos ustedes.

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