Federico Fellini - La strada
autor: Federico Fellini (1921-1993)
fecha: 1954
fuente: La strada

1.
Gelsomina: ¿Qué hago yo en el mundo?
(El loco ríe de nuevo; después, tranquilo, pregunta)
Loco: Dime…. ¿Y si te dijera que vinieras conmigo? Te enseñaría a andar por el cable, allá arriba, en el aire con Todas las luces sobre ti. Tengo un coche, no paramos nunca, nos divertimos un montón . ¿Te gustaría? ¿Eh?
Gelsomina lo escucha con interés e ingenua credulidad. El loco continúa, brusco:
Loco: Y, en cambio, nada; te toca quedarte con tu Zampano, a hacer todas esas estupideces y a que te tundan a palos como a un burro.
Gelsomina, como zaherida por las palabras del loco, repite su maullido.
El loco ríe nuevamente; después, con repentina pesadumbre:
Loco: ¡Ay! …. Así es la vida…, pero, dime Zampano, no te tendría con él si no le sirvieras para algo… Eh, ¿qué hizo aquella vez que te escapaste?
GELSOMINA (con la cabeza gacha): ¡Me dio una de bofetones…! El loco sacude la cabeza, divertido; después, con tono falsamente serio:
Loco: Pero, ¿Por qué no te dejo marchar?…No lo entiendo. Yo no te tendría conmigo ni siquiera un día. Quién sabe, quizás… el loco se interrumpe, ante una idea repentina.
Loco:… quizás, quizás te quiere.
Gelsomina: ¿Zampano?… ¿A mí?…..
Loco: Sí… ¿Por, ¿Por qué no? El es como un perro. ¿No has visto nunca a esos perros que nos miran, y parece que quieren hablarnos, y en cambio no hacen más que ladrar?
GELSOMINA (con pena): Pobrecito (mira al loco, como esperando una confirmación) ¿Eh?
Loco: Je,je…., claro, pobrecito El loco se levanta del banco. Ahora está pensativo, triste. Se vuelve a Gelsomina.
Loco: Pero… Si tú no estás con él… ¿quién va estar? Gelsomina está afectadísima. El Loco la mira en silencio, un instante; después se aleja unos pasos con las manos en los bolsillos, y sigue hablando.
Loco: Soy una ignorante, pero he leído algún libro…. No te creerás, pero todo lo que hay en este mundo sirve para algo… Mira…, toma… esa, piedra, por ejemplo, Gelsomina le interrumpe y pregunta desconsideradamente:
Gelsomina: (voz off) ¿Cuál?
Loco: Pues, ésta, una cualquiera…
El loco se inclina a recoger una guijarro y se lo enseña a Gelsomina.
Bueno, también esto sirve para algo… incluso esta piedrecita.
Gelsomina: (mirando atentamente la piedra que el Loco tiene en la mano) ¿Y para qué sirve?
Loco: Sirve… ¿yo qué sé? Si lo supiera, ¿sabes quién sería?
Gelsomina: (Voz off) ¿Quién?
Loco: El padre Eterno, que lo sabe todo.
Cuándo naces. Cuándo mueres… ¿Quién? ¿Quién puede saberlo?
El loco se acerca más a Gelsomina.
No…, no sé para qué sirve esta piedra, pero para algo debe servir… Porque si fuera inútil…. Mira al cielo…incluso las estrellas. Lanza la piedra al aire y la vuelve a coger.
Loco: Al menos, eso creo.
Se sienta junto a Gelsomina y prosigue, enternecido:
Y también tú…, también tú sirves para algo… con tu cabeza de alcachofa…
Hay un silencio. Gelsomina da vueltas entre las manos observado, a la piedrecita que el loco le dio.
Después se levanta, da unos pasos, y como…, como si en su interior se hubiera desatado un nudo de cosas comprendidas y nunca expresadas, empieza ha hablar, entre risueña y angustiada.

2.
Herman: Toca usted bien. Gelsomina se cree en la obligación de hacer una pequeña reverencia. La hermana continúa:
HERMANITA (Con alegre curiosidad, señalando el motocarro): ¿Duermen ahí dentro?
Gelsomina: Sí… (Después de repente, con el deseo de hacer valer sus propiedades) Hay mucho sitio. Tengo ollas, una lámpara. Todo, como en una casa… ( y muestra sus pobres enseres amontonados en el motocarro).
La hermana, divertida:
Herman: ¡Qué bonito!
Lentamente, empieza a pasear por el huerto con Gelsomina.
Herman: ¿Y le gusta ir siempre así, de un sitio a otro?
Gelsomina se encoge de hombros.
Gelsomina:// Es él, su trabajo es así.
Herman: Bueno, también nosotras nos movemos. Cambiamos de convento cada dos años; este ya es mi segundo.
Gelsomina: ¿Por qué?
Herman: Así no nos apegamos demasiado a las cosas del mundo. Uno se encariña con el sitio donde vive, ¿no? Hasta se encariña uno con una planta; y se corre el riesgo de olvidar lo más importante, que es Dios. (Riendo) Las dos viajamos; usted sigue a su esposo y yo al mío….
Gelsomina está impresionada y divertida por esta comparación que la halaga y la conmueve; se ríe y dice:
Gelsomina: Claro… cada uno a lo suyo…..
Herman: ¿Quiere visitar todo el convento? Yo la acompaño. Es un convento antiquísimo, sabes, tiene más de dos mil años.
Gelsomina y la hermanita echan a andar juntas.

3.
Zampano: ¿Por qué no salís ahora todos? ¡Venid ahora! ¡Os aplasto! Yo… ¡Yo no necesito a nadie! ¡Yo!
Se apoya, borracho y desecho, en un palo, farfullando:
Zampano: Yo… yo quiero estar solo… solo…,solo.
Empieza a andar, dirigiéndose hacia la playa
(Exterior. Playa. Noche)
Zampanó atraviesa tambaleándose la playa desierta y oscura, dirigiéndose al mar.
Entra en el agua con zapatos y pantalones, parándose cuando el agua le llega casi a las pantorrillas.
Se dobla, coge agua con las dos manos, se la tira por la cabeza y la cara, dos, tres veces, resoplando y jadeando como un bisonte. Así, empapado, sube lentamente a la orilla. Se deja caer sentado en la arena.
Sigue jadeando, se seca lentamente el rostro con la manga y los faldones de la chaqueta. Y se queda inmóvil, con la mirada en el vacío. A su alrededor hay un profundo silencio. El ruido de la resaca llena la noche. El jadeo de Zampano se aplaca poco a poco.
Una especie de pesada calma sustituye a la excitación de la borrachera.
Mira lentamente a su alrededor. No ve más que oscuridad y, en la oscuridad, la cresta blanca de las olas en los rompientes. Ahora Zampano casi no respira. Está dándose cuenta del terror confuso, desesperado, que lo ha agitado oscuramente durante todo el día. Alza despacio la mirada hacia arriba, al cielo. No hay luna. La bóveda celeste está centellante de estrellas. Zampanó mira largamente hacia arriba, con el temeroso estupor del bruto que por primera vez ve el firmamento. Su mirada vuelve hacia el mar. Un sollozo nace en su pecho y lo sacude todo.
Zampano llora.

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