Husserl, ¿cuál Europa por la filosofía?
autor: Massimo Martucci
fuente: Husserl: Quale Europa per la filosofia?

Una reflexión sobre nuestras raíces a través el pensamiento de Edmund Husserl

No es solamente a partir de las recientes discusiones sobre la Constitución europea que Europa se interroga sobre sus raíces. Esta pregunta tiene un origen más bien "antiguo", que probablemente debería ser buscada en un punto de la historia moderna en que emerge la conciencia que el mundo de la era cristiana, el mundo medieval, se filtra ya en un mundo nuevo que lleva consigo una configuración política nueva y profundamente diferente de la anterior, aunque en una continuidad de tradición y de pueblo con lo que había antes. Este tipo de investigación concierne, como es evidente, la búsqueda histórica. Sin embargo no es sólo la reflexión histórica el lugar de la pregunta sobre los orígenes de Europa. En el siglo 1900 ella ha florecido, sorprendentemente, también dentro de la filosofía.

Sorprendentemente porque no se trata de un tema indagado por la filosofía política, por la sociología o por la antropología, sino por el corazón teorético de la filosofía misma. Quien a los inicios del siglo pasado "inventa" este nuevo modo de poner la pregunta, es el filósofo alemán Edmund Husserl, padre de la Fenomenología, figura de primer plano dentro de la historia de la filosofía contemporánea. Esta pregunta genealógica, que se fija el fenómeno "Europa", nace del corazón mismo de la búsqueda filosófica de Husserl, y más bien constituye quizás el descubrimiento más original e interesante. Este descubrimiento consiste en vincular el principio, el desarrollo y el destino de la filosofía al nacimiento, al desarrollo y al destino de la Europa misma.

Y viceversa. Aquí Europa es entendida evidentemente en un sentido no meramente geográfico, sino en sentido espiritual, como Husserl aclara dentro de la obra que se ocupa de este tema de manera peculiar, La crisi delle scienze europee e la fenomenologia trascendentale [La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental], además es la última gran obra de su vida, su testamento espiritual: "El título Europa se refiere evidentemente a la unidad de una vida, de una acción, de un trabajo espiritual, con todos sus objetivos, los intereses, las preocupaciones y los esfuerzos, con sus formaciones finales, sus institutos, sus organizaciones." Se trata pues de interrogar esta formación espiritual que Europa es, para individuar su peculiaridad, para entender cómo ha podido nacer, si su comienzo ha sido contingente o necesario, y si su desarrollo siga una línea que mira a un objetivo más allá del alternarse de los hechos históricos individuales, o si en cambio ella sigue sobreviviendo de manera casual, o bien todavía por consciente voluntad de los pueblos que la constituyen.

Pero justo porque el interés de Husserl no se dirige a un pasado irrecuperable, o a una simple historiografía de los inicios, sino mueve en cambio de la situación actual, aquella en que él como hombre y como filosofo vive, en aquella Europa que ha conocido la crisis del pensamiento positivista, de la idealización del progreso, a través de la primera devastante guerra mundial, justo porque la confianza en las potencialidades universales de las ciencias, sobre las cuales la humanidad occidental ha apoyado todo, en la esperanza de un mundo nuevo, de un mundo cambiado por el hombre, y ha sido decepcionada, por todo esto la búsqueda husserliana mueve de la situación presente. Pero el presente muestra justamente unos evidentes factores de crisis. No se trata solamente de una crisis cultural en sentido débil, en el sentido de las ideas dominantes, como Spengler había sostenido en su texto, conocidísimo y controvertido en su época, Il tramonto dell’occidente (El ocaso del occidente). Es una crisis que compromete la entera humanidad occidental, el corazón y la esencia de la misma Europa. ¿Pero como podemos hablar de crisis - Husserl se pregunta -, y por qué hablamos de crisis de las ciencias si, a pesar de la humillación de la técnica que la Gran Guerra ha llevado consigo, las ciencias siguen produciendo resultados sorprendentes, y siempre más de tal manera que nunca la humanidad, en los milenios de su historia, ha conocido? Ahora bien, no está en cuestión el resultado al que las ciencias llevan. El factor de la crisis es una pérdida esencial del sentido.

Los científicos hacen lo que hacen, pero ya no saben por qué lo hacen. Su trabajo consiste en indagar la naturaleza y en manipularla a través de la técnica, una naturaleza ya no más concebida como existente para el hombre, sino, por así decir, por sí misma, ya sin una unión de sentido con la humanidad, hasta la humanidad de los mismos científicos que la indagan y la estudian. Y es esta naturaleza, este mundo objetivado, ya sin ninguna inherencia al hombre que en esto vive con dentro una pregunta de sentido, que lo científico nos hace pasar por verdad en si. No verdad como desvelarse de un sentido, sino verdad como descripción objetiva de la realidad visible, perceptible, mensurable, investigable con los instrumentos esencialmente del físico. Nace el mito de la explicación científica de lo que supersticiosamente era captado con un vínculo de significado que ponía en relación la naturaleza y sus signos con la vida del hombre. Sin embargo, contrariamente a lo que el buen sentido común sugeriría, este sutil análisis de Husserl no lleva consigo ante todo una valoración moral. Husserl más bien considera que en el momento de la decadencia se pueda captar en plenitud aquel verso en el cual desde siempre la humanidad europea se mueve.

Como Nietzsche observaba (¡amante de la costa lígure!), cuando decía que al atardecer cada pescador se vuelve rico, porque la luz del sol bajo en el horizonte vuelve dorados sus remos… la luz del ocaso desvela en plenitud lo que antes era oscurecido. Pero si la situación actual no es consecuencia de una culpa de Europa, y más bien en un cierto sentido constituye su cumplimiento de destino, ¿qué es esta Europa, y por qué tiene una unión tan estrecha con las ciencias y la filosofía? "La Europa espiritual tiene un lugar de nacimiento…hablo de un nacimiento espiritual, que ha ocurrido en una nación…esta nación es la antigua Grecia del VII y del VI siglo a.C. Aquí se perfila una nueva actitud de algunos hombres hacia el mundo circunstante". Husserl está describiendo el nacimiento de la filosofía: no desde siempre y no en cada lugar el hombre vive la relación con el mundo según aquella actitud que nosotros llamamos de la teoría. Aquella actitud en que, según él, emergen, como productos de un camino y de una tradición, las ideas, los universales, la posibilidad de hablar de las cosas en si. ¡No este o aquel árbol, sino el árbol en si! También sólo el formular esta afirmación para Husserl sería impensable para un indiano, al límite también de nuestro tiempo, que no se haya occidentalizado. Y así por todos aquellos conceptos que han hecho la historia del occidente: el Bien, la Justicia, la Paz… Él no está diciendo evidentemente que el hombre no filosófico no tenga la percepción del bien y del mal, de la justicia y de la injusticia, etcétera; sino él no nos hablaría como hablamos nosotros, según aquella hábito mental tendiente a lo universal, a la objetividad, al “en sí”, que para nosotros, para cualquiera de nosotros, del filósofo al técnico de laboratorio, al analfabeto, ya resulta natural. Bien, desde aquel momento toda la historia de la humanidad europea no es otro que un despliegue de aquella teleología, de aquel finalismo inscrito en la historia de aquella humanidad nueva, la humanidad de la teoría que comprende a cualquier hombre europeo, en la medida en que vive en una sociabilidad determinada en su formación por el hábito mental de un saber filosófico. Ahora, la situación actual de las ciencias europeas ostenta la realización de esta tendencia al objetivismo, a la descripción de la realidad según definiciones universales (¿no ha sido quizás Sócrates el primero que ha preguntado qué es, qué cosa son el coraje, la justicia, la amistad en si?), sin embargo en un olvido, el olvido, precisamente del sentido, de los orígenes de las cuales ellas manan. La humanidad europea, viviendo en el mito de la realidad agotada y puesta delante de los ojos de las descripciones científicas, tiene perdido el sentido espiritual, es decir unido a la vida del hombre, de las mismas operaciones científicas. Y por esto ha perdido de vista la tarea que le corresponde, como fruto de la teleología que hemos descrito: difundir, como ápice y cumplimiento de la razón, la propia humanidad, aquel tipo de humanidad completamente peculiar que Europa lleva consigo. Del resto, Husserl observa, es un hecho que todo el mundo se esté occidentalizando, mientras no tendría ningún sentido que, por ejemplo, Europa se "indianizase". He aquí delineado con esbozos el recorrido que lleva Husserl a concebir la Europa como portadora de un significado universal para toda la humanidad, que pero ella misma tiene que redescubrir, de tal manera que también la filosofía pueda renacer en una nueva conciencia de la propia tarea.

Queda una última pregunta, justo para ir al fondo del método husserliano: ¿pero tú que, en cuanto filósofo, cuentas esta "historia", no eres quizás tú también el fruto de aquellos acontecimientos que han permitido el surgir de la filosofía? ¿Y cuántas cosas tenían que ocurrir para que la filosofía misma pudiera emerger, cosas de la cual la filosofía no puede dar cuenta con una explicación necesaria? Ella misma debe reconocer de estar dentro de una cadena de acontecimientos que no puede agotar a su interior. ¿Podemos entonces todavía decir que el fenómeno Europa y el fenómeno filosofía, coinciden en el fondo? ¿Puede la experiencia histórica de un pueblo, hecha de personas, de libertad a la obra, de inteligencias al trabajo, puede una humanidad en su unidad y complejidad ser explicada a través de aquella particular práctica de saber que es la filosofía? ¿Puede un factor de la realidad - por cuanto históricamente decisivo y fructífero, cual es la búsqueda filosófica - constituir el horizonte de sentido de toda la realidad? ¿O no es quizás esta última ella misma un horizonte, que abraza todas las cosas, pero que en ellas y a través de ellas remite a lo que está más allá de si misma, a aquella Verdad que toda la sostiene? Y, por lo tanto, la cuestión que desde siempre, de Platón, Aristóteles a Kant, a Hegel más que nunca, y en el fondo también a Husserl, atraviesa todos los grandes sistemas filosóficos: ¿La filosofía tiene en el bolsillo la salvación del hombre?

¿Puede la filosofía cambiar al mundo, cambiar al corazón? Y, por lo que aquí nos interesa: ¿ la filosofía puede hacer de personas que viven en el mismo lugar y con las mismas tradiciones un pueblo? ¿Puede ella redimir un pueblo, redimir un hombre? Si es verdadero que la filosofía es un hecho peculiar de la cultura y de la tradición occidental, no es en el ambicionar a abrazar todas las dimensiones de lo humano que ella encuentra su dignidad. Ella tiene dignidad si sirve, si, es decir, está al servicio del hombre, al servicio de su deseo de felicidad. ¡Se entrega al hombre a aquella originaria apertura en que lo Verdadero puede salir a su encuentro!

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