J. Wolfgang Von Goethe - Fausto
autor: J. Wolfgang Von Goethe (1749-1832)
fecha: 1807
fuente: Fausto (Noche)

Un gabinete gótico, alto, angosto, abovedado. Fausto, impaciente, sentado ante su pupitre de trabajo.

Fausto: Filosofía, ay, jurisprudencia,
medicina, y ahora, por desgracia,
también tú, teología;
todo estudié con denodado esfuerzo;
y aquí estoy, pobre loco,
tan sabio como antes,
aunque doctor me llame y aún maestro;
ya es el décimo año
que arriba, abajo, a diestro y a siniestro
por la nariz arrastro a mis discípulos,
y mira: no es posible saber nada;
el corazón en ello se me abrasa.
En verdad soy más cuerdo
Que todos esos tontos: los doctores,
los curas, profesores y maestros.
Ni escrúpulos ni dudas me atormentan;
No me intimida el diablo ni el infierno,
pero también con ello
ha desaparecido mi alegría.
No me imagino saber lo conveniente,
no me imagino poder enseñar algo,
mejorar a los hombres, convertirlos,
no poseo los bienes, las riquezas,
ni tampoco la honra
ni la magnificencia de este mundo.
¡Este vivir ni un perro lo quisiera!
Sólo por ello me entregué a la magia
pensando si, por fuerza del espíritu
o por su misma boca algún secreto
me fuera revelado,
y nunca más con lúgubres humores
verme necesitado
a declarar lo que yo mismo ignoro;
por conocer el íntimo contacto
del mundo, contemplar las energías
productoras y el germen de las cosas,
y no agitarlo sólo con palabras.
Habituados estamos a que el hombre
cubra de mofa lo que no comprende,
y que frente a lo bello y a lo bueno
que con frecuencia penetrar no puede,

se fastidie y murmure,
¿quiere el perro gruñir también como ellos?
¡Pero ya siento que a pesar de todos
mis mejores deseos, de mi pecho
no brota ya satisfacción alguna!
¿Por qué tan pronto ha de secarse el río
para dejarnos otra vez sedientos?
Tengo bastante de estas experiencias.
Mas la falta se puede compensar
Ya que aprendemos a estimar
el sobrenatural elemento
y aspiramos a la Revelación
que en parte alguna luce bella y pura
como en el Nuevo Testamento.
Siento impaciencia por abrir el texto,
y con sincero sentimiento trasladar el sagrado original a mi amado idioma alemán

(Abre un volumen y se dispone a leer)

Escrito está: “Fue el Verbo en el principio”.
¡Ya me detengo! ¿Quién vendrá en mi ayuda?
No es posible estimar tan alto el Verbo;
tengo que interpretarlo de otro modo
si es que estoy del espíritu asistido.
En esta parte leo:
“En el principio era el Pensamiento”.
Reflexionemos bien sobre esta línea,
y que la pluma no se precipite.
¿Es, por lo tanto, el Pensamiento
el que todas las cosas obra y crea?
¡Debiera, pues, decir:
En el principio fue la Fuerza!
Pero a medida que lo escribo,
algo no detenerme en esto me amonesta.
¡Me secunda el espíritu! De pronto
Veo claro el consejo, y ya confiado
Escribo: “¡En el principio fue la Acción!”

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