¿Jardín Infantil como un colegio?
autor: Alison Gopnik
fecha: 2011-03-16
fuente: Why Preschool Shouldn't Be Like School
traducción: Marco Valera

La búsqueda reciente enseña que una enseñanza exagerada a los niños, en edad menor, puede fracasar

Estamos en la era de la pedagogía. Los padres ansiosos instruyen a sus hijos cada vez más, desde edades cada vez más tempranas, hasta el punto de leerles libros en el vientre. Ellos presionan a los profesores para que hagan jardines infantiles y guarderías que se parezcan a los colegios. Así han surgido leyes como la del 2001 “No Child Left Behind Act” (Que ningún niño se quede atrás) que explicita la urgencia de que haya más instrucción formal en los pre escolares federales.

Por supuesto, hay escépticos, incluidos algunos padres, algunos profesores de pre escolar y algunos responsables políticos y económicos (policy-maker). ¿Acaso, no debería ser permitido a los niños pequeños el explorar, preguntar, jugar y descubrir?- Preguntan ellos.
Tal vez la instrucción directa puede ayudar a los niños a aprender los hechos y habilidades específicas, pero ¿qué pasa con la curiosidad y la creatividad, habilidades que son aún más importantes para el aprendizaje a largo plazo? Dos estudios recientes de la revista Cognition, uno del laboratorio de MIT y uno de mi laboratorio de UC-Berkeley, sugieren que los escépticos han intuido algo.

Mientras que aprender de un maestro puede ayudar al estudiante a llegar a una respuesta específica más rápidamente, también puede traer como consecuencia que tenga menos entusiasmo para descubrir nueva información sobre un problema y para crear una solución nueva e inesperada. ¿Qué es lo que sabemos acerca de cómo la enseñanza afecta el aprendizaje? No tanto como quisiéramos, desafortunadamente, porque es una cosa muy difícil de estudiar. Se puede tratar de comprar diferentes tipos de escuelas. Pero encontraremos que los niños y profesores del pre escolar Marin County, quienes favorecen la exploración de los estudiantes, son muy diferentes de los que hay en el programa de instrucción directa en el South Side de Chicago. Y además se ve que cualquier programa con profesores entusiastas tendrá buenos efectos, al menos para empezar, independientemente de su contenido. Las comparaciones son difíciles.
Además, ¿cómo puede uno medir el aprendizaje? Por definición, la instrucción directa ayudará a los estudiantes a salir mejor en las evaluaciones estandarizadas que los gobiernos utilizan para medir los resultados institucionales. La curiosidad y la creatividad difícilmente se pueden medir.
Los científicos del desarrollo como yo exploran la ciencia básica de aprendizaje mediante el diseño de experimentos controlados.

Podríamos comenzar diciendo: Supongamos que doy a un grupo de niños de 4 años exactamente los mismos problemas variando sólo si se los explicamos explícitamente o si los animamos a deducirlos por sí solos. ¿Se aprenderán cosas diferentes y se desarrollarán diferentes soluciones? Los dos estudios nuevos en la revista Cognition son los primeros en demostrar sistemáticamente que es posible.
En el primer estudio, la profesora del MIT Laura Schulz, su estudiante de doctorado Elizabeth Bonawitz, y sus colegas, observaron cómo niños de cuatro años aprendieron sobre un nuevo juguete con cuatro tubos. Cada tubo podía hacer algo interesante: si halaban uno, este chirriaba, si miraban otro tubo encontraban un espejo oculto, y así sucesivamente. Para un grupo de niños, el investigador decía: "¡Acabo de encontrar este juguete!" A medida que iba sacando el juguete, haló el primer tubo, como por accidente, y este chirrió. Ella se mostró sorprendida diciendo: "¡Eh! ¿Has visto eso? ¡Trataré de hacerlo una vez más! Y sacó el tubo de nuevo para hacer que pitara por segunda vez. Con los otros niños, el investigador actuó más como un maestro. Ella dijo: "Yo te voy a mostrar cómo funciona mi juguete. ¡Mira esto! Y deliberadamente hizo pitar el tubo. Luego dejó a los dos grupos solos jugando con el juguete.

Todos los niños halaron el primer tubo para hacerlo sonar. La pregunta era ver qué podrían aprender sobre las otras cosas que el juguete podía hacer. Los niños del primer grupo jugaron con el juguete por más tiempo y descubrieron muchas más de estas “sorpresas escondidas” que los del segundo grupo. En otras palabras, la instrucción directa hizo a los niños menos curiosos y menos interesados en descubrir nueva información.
¿Será que la instrucción directa adicionalmente hizo que los niños tuvieran menos posibilidad para plantear nuevas conclusiones, o puesto de otra manera, los hizo menos creativos? Para contestar a esta pregunta, Daphna Buchsbaum, Tom Griffiths, Patrick Shafto, y yo, le dimos a un nuevo grupo de niños de 4 años un nuevo juguete. Esta vez, aunque nosotros les demostrábamos secuencias de tres acciones del juguete, algunas hacían que saliera música del juguete y otras no.

Por ejemplo, Daphna empezaba apretando el juguete, después presionaba una almohadilla en su parte superior, y después halaba un aro del lado que hacía que del juguete saliera música. Después ella hizo diferentes series de tres acciones, y hacía que sonara música de nuevo. No todas las secuencias que ella mostraba funcionaban, de toda manera: sólo las que terminaban con las mismas dos acciones hacían que sonara la música. Luego de mostrarles a los niños cinco secuencias acertadas, intercaladas con otras cuatro desacertadas, les dio el juguete y les pidió que lo hicieran funcionar.
Daphna hizo las mismas nueve secuencias con todos los niños, pero con un grupo, actuó como si ella no supiera usarlo. Dijo: “Wow, ¡miren este juguete. ¡Quisiera saber cómo funciona! Intenten esto. Con el otro grupo, ella actuó como una profesora diciendo: así es como funciona mi juguete. Luego de actuar como si no era pudiera hacerlo funcionar, muchos de los niños descubrieron la forma más inteligente de hacerlo, realizando sólo las dos acciones claves, algo que Daphna no había mostrado. Pero cuando actuó como profesora, los niños la imitaron exactamente, en vez de descubrir las formas más inteligentes y original de usarlo a través de la solución en dos acciones.

De la misma manera sucede en ciencias, dos estudios en diferentes laboratorios, usando diferentes técnicas, sorprendentemente han tenido resultados similares de manera simultánea. Ellos dieron soporte científico a las intuiciones que muchos profesores venían teniendo tiempo atrás: la instrucción directa realmente limita el aprendizaje de los pequeños. Enseñar es una forma muy efectiva para acercar a los estudiantes al entendimiento de algo específico, este tubo pita, u al oprimir, luego presionar y luego halar puede hacer que la música comience. Pero esto sólo hace que sea menos probable que los niños busquen información no explícita y que lleguen a conclusiones inesperadas.
¿Por qué los niños se comportan así? Los adultos muchas veces asumen que la mayor parte el aprendizaje sea el resultado de una enseñanza, y que el aprendizaje a través de la enseñanza exploratoria y espontánea es inusual. Pero, en realidad, el aprendizaje espontáneo es más fundamental. Es esta clase de aprendizaje, de hecho, la que permite a los estudiantes aprender de los profesores en primer lugar. Patrick Shafto, un especialista de máquinas para el aprendizaje (machine-learning) de la Universidad de Louisville y coautor de los dos estudios, Noah Goodman de Stanford; y sus colegas han explorado cómo podemos diseñar computadores que puedan aprender sobre el mundo tan efectivamente como lo hacen los niños. Este trabajo es el que inspira estos experimentos.

Estos expertos en las máquinas para aprender debaten que aprender de los profesores, primero se está obligado a aprender “sobre los profesores”. Por ejemplo, si uno sabe cómo los profesores trabajan, uno tiende a suponer que ellos estén intentando ser informativos. Cuando la profesora del experimento del juguete con los tubos no va buscando características desconocidas en los tubos, el estudiante piensa inconscientemente: "Ella es una profesora. Si hubiera algo interesante más allá, ella me lo habría mostrado." Estas intuiciones conducen a los niños a limitarse, y a considerar sólo las informaciones específicas que el profesor le provee. Sin un educador presente, los niños buscan una serie mucho más amplia de informaciones y consideran una serie más grande de elecciones.

Saber qué cosa esperar de un maestro es algo muy bueno, por supuesto: permite encontrar más rápidamente las respuestas correctas que de otro modo. En efecto, estos estudios enseñan que los niños de 4 años entienden cómo funciona la enseñanza y pueden aprender de los profesores. Pero hay un intrínseco compromiso entre aquel género de aprendizaje y el aprender más en grande que es tan natural para los niños pequeños. Sabiendo esto, es más importante que nunca dar las riendas sueltas a las habilidades de aprendizaje extraordinario, espontáneas de los niños. Esto quiere decir un mundo rico, estable y seguro, con adultos cariñosos y solidarios, y muchas oportunidades para la exploración y el juego. Ninguna escuela formal para los niños.

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