La hoguera de Giordano Bruno
autor: Luigi Negri
fuente: False accuse alla Chiesa, Piemme, 1998

¿La Inquisición ha destruido la creatividad del hombre moderno?

Quiero poner como premisa una observación metodológica que sirve sea retrospectivamente para el problema de las cruzadas, sea para el problema mucho más complejo y arduo de Giordano Bruno y que también servirá para todos los puntos candentes de la historia de la Iglesia.
El problema del conocimiento histórico es un problema de conocimiento globalmente moral. No se trata de conocimiento científico del acontecimiento histórico. El acontecimiento histórico, en efecto, en cuanto es un acto de personas y grupos de personas que tienen intenciones y padecen condicionamientos no puede ser estudiado como un fenómeno científico cualquiera. La verdad última de todos los acontecimientos históricos huye del historiador, que puede conocerla sólo por aproximación. En esta aproximación hay ciertamente un aspecto de consideraciones morales, pero no solamente morales, en efecto el aspecto interesante consiste en ver cómo alrededor del juicio moral se recogen hechos, valores positivos, condicionamientos que nos muestran la estructura subyacente por el cual el conocimiento de un fenómeno histórico es últimamente el conocimiento de su estructura. Ahora, en la estructura de este período, me parece que el motivo que no es único, pero si determinante, que convive con muchas caídas o incoherencias, sea un motivo que encuentra su origen en la fe y en el compromiso del testimonio cristiano en el mundo.
La observación de que ha habido hechos inmorales en el fenómeno de las cruzadas sería inútil hacerla. No he tenido la intención de decir que no hubo fenómenos de violencia, he tratado sencillamente de destruir la idea laicista de la cruzada, es decir que en la cruzada la religión muestra su fundamentalismo utilizando la violencia por una operación de carácter ídeologico-político: esto es lo que yo he puesto en tela de juicio. Lo que nos urge decir acerca del hundimiento moral es que no se trata de un problema de las cruzadas, sino de aquella época: durante todo aquel período el contacto fue grosero y se tuvieron las manos bastante pesadas, no sólo entre cristianos y musulmanes, sino entre cristianos y cristianos, entre musulmanes y musulmanes, etcétera.
Está claro que en cualquier parte si se asesina a un hombre se comete un delito. El problema es ver el juego de este juicio moral dentro de un fenómeno que es complejo y de muchos matices, denso por las más diversas implicaciones.
Por cuanto concierne a Giordano Bruno, la complejidad se revela en el hecho que su historia debe ser situada en su núcleo teológico-filosófico-eclesial, en la óptica de aquella particular situación de la Iglesia y de la sociedad civil que caracterizaba aún el Siglo 1600.
La supresión de una vida (que del punto de vista moral es siempre un grave error, sea ésta realizada en 1600 en el Campo de las Flores o bien en los campos de concentración, o disparándole al amante de la esposa) asume connotaciones, también valores morales diferentes dependiendo de que se busca individualizar el contexto en que es efectuada y las motivaciones profundas que la han determinado. Por lo tanto hay ciertamente un valor moral, pero no se puede reducir el conocimiento histórico a la valoración moral, ya que el conocimiento histórico es conocimiento de un complejo de instancias que se entrelazan en cada gesto humano. En cada gesto humano existe el aspecto de la intención, de los valores, del condicionamiento, de la incoherencia. El interés de un estudio histórico es poner entonces en evidencia qué ha sido determinante como intención, qué ha sido determinado como experiencia y cuáles eventualmente han sido los valores que la han vuelto más o menos coherente y que, por lo tanto, vuelven más o menos comprensible el gesto.
Es así que llegamos a la cuestión de Giordano Bruno. Quiero ensimismarme en la pregunta que ha sido puesta a título de esta parte: «¿La inquisición ha apagado la creatividad del hombre moderno?». Trataré de contestar intentando delinear al menos los aspectos fundamentales del episodio de Giordano Bruno.

1. Giordano Bruno es un fenómeno absolutamente excepcional en la historia de la cultura del Renacimiento italiano. Es la expresión de aquel particular momento, la plenitud del Renacimiento italiano, en el cual el hombre es la medida de todas las cosas, se concibe realmente como el origen de todas las energías intelectuales y morales.
Releyendo el fenómeno de Bruno, Schelling dijo: «Es una personalidad ebria de Dios». Bruno es una personalidad de riquísima cultura, normalmente adquirida de modo autodidacta, incluso habiendo hecho estudios regulares que, siguiendo el itinerario del orden dominicano al cual pertenecía, no tenían todavía una impostación sustancialmente tomista, pero que comprendía un fuerte componente agustino. De hecho el pensamiento de Santo Tomás se abre fatigosamente también a lo interno de la orden, enriqueciéndose de influjos y corrientes diferentes.
Su misma vida, si la volvemos a revisar, nos enseña una capacidad extraordinaria de producción cultural y de relaciones. Este hombre, que nace en una pequeña ciudad de provincia (Nola) y que después de algunos años de juventud ya ha roto con el orden, se seculariza y llega en 1581 a París. Aquí entra en contacto con los círculos más interesantes de la cultura y de la política y sus relaciones con Enrique III, rey de Navarra, son cosas que tienen que ser bien estudiadas porque también lo ponen en una posición de particular relevancia a nivel político frente a Francia, Inglaterra, España que domina en aquel entonces la historia política. Pasa a Inglaterra en 1583; en Oxford escribe las obras fundamentales en italiano: La cena delle Ceneri; Della causa principio et uno; Dell'infinito universo et mundi; Lo spaccio della bestia trionfante; Gli eroici furori.
Se enfrenta con la cultura de Oxford; comentando este episodio, siempre se ha dicho que es el hombre del Renacimiento que pone en crisis la estructura medieval que perdura en Oxford. No es absolutamente verdadero: la Oxford que él encuentra es protestante, ha roto con la tradición filosófica del Medioevo, por lo tanto con la gran escolástica, y se ha reducido a ser sustancialmente un lugar de filólogos, un lugar de literatos.
Por tanto, la lucha, la comparación es hecha por Giordano Bruno en la tentativa de recuperar los términos de la gran cultura oxoniense y está al inicio de un movimiento de recuperación de la cultura tradicional que pasa a través de la universidad, bajo impulso suyo y también de otros grandes personajes del mundo elisabetano, a través de los cenáculos libres.
Luego, él se traslada a Praga, donde se contacta con una tradición de carácter hermético-mágico. Vuelve finalmente a París en 1586, donde la muerte repentina de Enrique III de Navarra que da paso a la ascensión al trono de Francia a Enrique IV, lo convence de volver a Italia en 1591.
Una vez llegado a Venecia, en una situación de fundamental libertad respecto a la estructura eclesiástica, es denunciado por el patricio que lo había llamado, Juan Mocenigo. Empieza aquí aquel largo proceso de que hablaré como tercer argumento de nuestro trabajo: iniciado en el 1591 se concluye, por cuanto concierne la fase veneta, en 1593 con un sustancial "no lugar a proceder" de hecho si no de derecho. Después de esto tenemos la extradición a Roma en 1593, una segunda fase del proceso que se concluye con el rechazo a la retractación y con la pena de muerte en febrero del 1600 en Campo dei Fiori.
Es ciertamente un personaje extraordinario, fraile de un convento de una pequeña provincia italiana, que administra una responsabilidad de carácter cultural y de algún modo político, que asume connotaciones de carácter social y político de relevancia internacional.
Pero no es el único. En el mismo período, más o menos contemporáneo, Tomás Campanella vive una situación de carácter cultural, histórico y política parecida.
Bruno es un hombre que no tiene un bagaje cultural determinado, que logra valorar a Santo Tomas y la cultura del Renacimiento italiano; también logra valorizar la filosofía neoplatónica en la versión fundamentalmente ortodoxa de Marsilio Ficino. Pero, a través de Agrícola, entra en contacto con el pensamiento hermético y mágico o con aquél que es llamada la filosofía y la religión egipcia.
Después de haber expuesto la excepcionalidad de esta figura, que demuestra realmente como el Renacimiento italiano ha determinado una imagen de hombre y cultura absolutamente nueva y creativa, tenemos ahora que tratar de entrar en lo vivo del pensamiento de Giordano Bruno.
2. Con este fin nosotros podemos hoy utilizar las obras de una estudiosa, la Yates, que le ha dedicado a Giordano Bruno toda su búsqueda filosófica que ha durado mas de cuarenta años favoreciendo de ello una interpretación de algún modo nueva y más adecuada.
Bruno no quiere ser un filósofo cristiano sino un brujo renacentista propagador de la antigua religión egipcia, ya que a través de Agrícola valoriza y se hace promovedor de toda la corriente mnemotécnica y mágica. Se trata de la corriente de la teoría de la memoria, que nace como literatura (como estudios de estructura literaria, diríamos hoy nosotros), pero que tiene un valor mucho más amplio que la estructura literaria, porque es acercada a la capacidad mágica. En esta acepción, Giordano Bruno es ante todo un mago renacentista, que cree poder realizar una visión universal de carácter precristiano y fundamentalmente anticristiano porque el cristianismo, es, según él, responsable de la destrucción de esta antigua religión egipcia que permite lo máximo en la intervención y en la transformación de la realidad material y social por la magia en sentido estricto.
Su preocupación fundamental, lo veremos en el proceso, es amortiguar lo más posible los puntos de contraste con la tradición católica e incluso con la disciplina eclesiástica. Él quiere demostrar una capacidad de formulación cultural absolutamente nueva, que no tiene y no quiere tener uniones inmediatas con la tradición cristiana, aunque no la rechaza. Se entiende por qué en Oxford es el defensor de Santo Tomas o bien el defensor del punto de vista cultural de una gran tradición filosófica que los hechos del protestantismo, con una especie de destrucción del inmediato pasado católico, habían cancelado. En Oxford hubo verdaderas hogueras de cientos de miles de manuscritos de la antigua tradición filosófica; Giordano Bruno es un hombre de cultura, que no puede aceptar que un momento fundamental de la historia, de la cultura precedente sea destruido por fanatismo.
Se trata pues de un hombre que, en su extraordinaria libertad de acercamiento con el pasado, no tiene como preocupación aquella del diálogo con la tradición católica sino aquella de formular una imagen absolutamente nueva del hombre y su relación con la realidad. Spaccio della bestia trionfante se afirma: "¿No sabes cómo Egipto sea la imagen del cielo? Nuestra tierra es templo del mundo, pero vendrá el tiempo en que Egipto aparecerá. En vano eso ha sido religioso cultor de la divinidad. O Egipto, de las religiones tuyas solamente quedarán las fabulas, la muerte será juzgada más útil que la vida, nadie levantará los ojos al cielo. El religioso será llamado demente, lo irreverente será juzgado prudente, el furioso fuerte, el pésimo bueno; pero no dudes Asclepio, porque después de que estas cosas pasen, entonces el Señor, Padre y Dios gobernador del mundo, sin duda dará fin a tal mancha volviendo a llamar al mundo al antiguo rostro."
Pues, hay una posición completamente original, que es aquella de la religión egipcia y de la magia relacionada con ella, fenómeno que se une al proyecto global de una reformulación radical y definitiva de la cultura propia del Renacimiento. También Campanella, de hecho, hablará de una instauratio magna de la filosofía y las ciencias; así como Telesio habló de una reinstauración de la sustancia del saber, justo porque el hombre que hace cultura no tiene ningún vínculo, y en este sentido es realmente el hombre moderno, que se siente y vive desvinculado de cualquier condicionamiento.
Sobre este proyecto se inserta una preocupación de tipo estrechamente político: Giordano Bruno es filo francés. Cuando permanece en Oxford habita en la casa del embajador de Francia, cerca de la corte de San Giacomo. En efecto, la Cena delle Ceneri, que es la obra programática, es la descripción de una cena, desarrollada en la embajada francesa, en la cual él dialoga con los representantes de la cultura oficial de Oxford.
Sustancialmente su preocupación religioso-política es la de operar una mediación que aísle los extremismos.
¿Cuáles son para el los extremismos? El reino de España y su política ultrapapal, ultracatólica y el fanatismo luterano. Estando así las cosas, el enfrentamiento es inevitable y la posibilidad de reconstruir en Europa una situación social y política no turbada por los enfrentamientos religiosos se anula.
He aquí porque en torno a Enrique III hay, ciertamente apoyado en la acción cultural de Giordano Bruno, la tentativa de tejer las tramas de una alternativa moderada a la contrarreforma por una parte y al radicalismo luterano, calvinista, protestante y anglicano, por otra. La muerte de Enrique III y la ascensión de Enrique IV al trono, que se convierte por conveniencia (“Paris vale bien una misa”), pone fin a este proyecto.
Está fuera de discusión que uno pudiera pensar ser un mago renacentista, es decir, crear un tipo de estructura intelectual y tecnológica, (porque, en el fondo, la ciencia es un aspecto de la tecnología o, al menos, tiene aplicaciones tecnológicas), para modificar la vida y el comportamiento de los hombres y, más allá de ello, los comportamientos sociales y, por lo tanto la estructura de la sociedad, pero es claro que tal posición ya no pueda ser considerada católica.
Entonces, la Iglesia con Giordano Bruno se encuentra frente a un fenómeno que tiene más caras y que pretende también jugar un peso de sustancial importancia dentro de la política. Se necesita tener presente que son los años en los cuales el catolicismo era reducido a Italia y a España; son de hecho los años del máximo avance del luteranismo en Europa y, con Isabel, de la sistematización del anglicanismo en Inglaterra y Bruno es ciertamente el puente entre los sectores moderados que están alrededor de Isabel y del reino de Francia para crear un acuerdo moderado.
Que ésta sea la sustancia del pensamiento de Bruno, creo que no pueda más ponerse en tela de juicio: me parece que es un hecho adquirido por las más recientes investigaciones incluida la contribución de la Yates, como reconocimiento unánime de todos los estudiosos, primero entre todos el Garin, que se ocuparon del problema de la filosofía renacentista en Italia.
Es un fenómeno, del punto de vista cultural, de absoluta excepcionalidad, nuevo y que pretende ser nuevo, que está antes del catolicismo y que lleva a flote una tradición agnóstica, sofista, mágica que ha penetrado toda la tradición, también toda la cultura medieval, sin nunca ser completamente eliminada.
Por tanto, en Giordano Bruno sale a flote el rostro anticatólico de la modernidad, el máximo de la creatividad; pero esta creatividad, evidentemente, no puede ser "diferente": se trata de una creatividad nueva que toma conciencia de vivir en un contexto determinado por la tradición. La tradición, en cambio, sustancialmente hay que renegarla porque el catolicismo, como estructura eclesial y eclesiástica, es para Bruno responsable de la eliminación de la religión natural universal.
La religión egipcia como religión natural: es una temática que todo el 1600 afrontará, donde es puesto como tema la relación entre las religiones naturales y las religiones históricas y si las religiones históricas, y en particular el catolicismo, son una corrupción o un invalidamiento de las religiones naturales.
Se trata por tanto de una problemática que ve un cambio antropológico: esta gente no tenia ningún prejuicio ni respeto por nada, porque quería construir una visión original del hombre y de la realidad, y llevarla, lo más rápidamente posible, al aspecto teórico y al aspecto práctico. Por tanto, también es recuperada aquella instancia fundamental de la modernidad que se habría expresado completamente después de la Ilustración, es decir la ideologización o bien el paso de la teoría a la praxis y la modificación de la práctica, sobre todo de la práctica social, a partir de la teoría.
Esto es Giordano Bruno. Él no es solamente un fraile rebelde; es una personalidad que se pone sobre el plano teórico, práctico, eclesial y político de los problemas que son absolutamente objetivos.
Después de haber aclarado la imagen, recordamos que ya en su biografía los estudiosos se han preguntado quién ha financiado su enorme capacidad de viaje, no pudiendo ser evidentemente pagada por él mismo. Hace unos años una cierta línea de estudios históricos identificó la posibilidad de que él fuera un espía en Inglaterra a servicio de Francia.
También estas hipótesis tienden a indagar niveles de excepcional complejidad en el asunto bruniano, el cual, en su realidad última, aparece en toda su perspicacia.

3. Llegamos al proceso. Sobre esto sin duda tenemos que detenernos, en cuanto es esto el punto de “escándalo” para la historiografía y la cultura laicista.
Meses atrás, casi providencialmente, salió en Italia Il processo a Giordano Bruno de Luigi Firpo.
Luigi Firpo ha sido un gran filósofo del derecho y de la moral, un gran historiador de la filosofía de formación laicista, uno de los mejores alumnos de Saitta y Gentile, que ha estudiado por casi cuarenta años los papeles del proceso de Giordano Bruno. Con estos documentos ha sido posible reconstruir con absoluto rigor todas las discusiones judiciales de Bruno, por ejemplo las variantes de las acusaciones en las denuncias escritas y en las acusaciones orales.
El proceso de Giordano Bruno es el típico proceso inquisitorial; nosotros diremos, provocativamente, un proceso sumamente garantista. El proceso se mueve a partir de algunas acusaciones, orales o escritas, que son registradas y de las cuales se da noticia inmediata al que es acusado para que pueda defenderse; son decenas y están todas en archivo en los memoriales que Bruno expone para contestar a cada una de las acusaciones. Las acusaciones no tienen valor justificante si no son confirmadas por lo menos por tres testigos; por eso una acusación de un sólo testigo, por ejemplo el Mocenigo, el que lo denunció, es considerado inválido hasta los últimos días del proceso.
Después del término del proceso en Venecia, que queda como un tema aparte, se inicia la primera fase del proceso romano en 1593. Él es detenido en Roma en las prisiones del Santo Oficio que preveían que el prisionero tuviera una celda a su disposición, pudiera escribir, leer y contactarse periódicamente con aquellos implicados en su defensa. En efecto, cada tres meses, los inquisidores (no sólo los funcionarios sino que también los cardenales inquisidores) visitaban a los prisioneros, los cuales expresaban sus situaciones, sus pedidos: hay documentos en los que Giordano Bruno pide vestidos abrigados porque hace frío, pide una modificación de la comida dado que siempre es la misma, pide poder leer y escribir, pide plumas, tinta, breviarios y la posibilidad de consultar la Summa Theologiae. Por tanto, también desde el punto de vista de la relación con los acusadores públicos, el proceso está hecho para que la imputación pueda ser respondida.
Hay, pues, una primera fase que es aquella de la identificación de las acusaciones, de la interrogación de los textos, de su verbalización y contestación, motivo por el cual la audiencia se llama “constituto”; hay veintiún “constituti” en los que Bruno está presente, en los que son respondidas las acusaciones y le viene dado, normalmente, un espacio adecuado de tiempo para la respuesta.
Cuando se está en la fase de conclusión del proceso romano (estamos en el 1595), hay una intervención directa del Papa el que, como las acusaciones han puesto en evidencia las obras, pide a una comisión de teólogos de evaluar si, en la lectura de los textos impresos y también de aquellos todavía no impresos, sino manuscritos, hay confirmaciones a las acusaciones ya hechas o nuevas acusaciones. Esta censura (como se dice) de los libros se extiende por dos años: de 1596 a 1597.
En 1597 se vuelve a hacer por completo el proceso, porque la Inquisición exige que, discutida una primera vez la causa, verificados los textos, archivadas las acusaciones y contestad al inquisito, no es suficiente: es necesaria una repetición, que puede ser física o documental, es decir el testigo puede volver a proponer las acusaciones o bien puede afirmar, por escrito, que las acusaciones anteriormente presentadas están confirmadas.
Del punto de vista del rigor jurídico, no se puede hacer ninguna acusación al proceso inquisitorial porque éste es exactamente el esquema de tales procedimientos.
Al final de este largo proceso (leyendo a Firpo nos damos cuenta del pasaje), algunas acusaciones se rechazan y otras son confirmadas. Las catorce proposiciones que son presentadas en los últimos dos "constituti" a Giordano Bruno y sobre las que se le pide retractación, no son todas acusaciones del primer proceso de 1591; ni siquiera son las del segundo proceso de 1594, sino que son las que han quedado de toda la acción jurisdiccional de carácter inquisitorial y que algo significan para los asuntos que la Iglesia no puede admitir que un cristiano las cometa impunemente. Ellas son: negar la Transustanciación, que retoma la cuarta acusación de la primera denuncia; dudar de la Virginidad de María; haber permanecido en países heréticos, viviendo a su modo; haber escrito contra el Papa Lo Spaccio della bestia trionfante (“el despacho de la bestia triunfante”); sostener la existencia de mundos innumerables y eternos, en una concepción totalmente panteísta, por lo cual el universo es Dios y Dios es el universo y la relación entre el “uno” Dios y el mundo es un proceso de emanación, por lo tanto sustancialmente necesitado, y por lo tanto se deja de afirmar el principio de la creación del mundo por parte de Dios; afirmar la metempsicosis y la posibilidad que un alma tome forma en otros cuerpos, considerar la magia buena y lícita; identificar el Espíritu Santo con el alma del mundo, por lo tanto dar una versión no cristiana de un dogma fundamental de la fe; afirmar que Moisés aparentó los milagros e inventó la Ley; declarar que la Sagrada Escritura no es sino un sueño; creer que hasta los demonios se salvarán; afirmar que Cristo no es Dios, sino que un mentiroso y brujo, y que merecidamente fue asesinado; afirmar que también los Profetas y los Apóstoles fueron brujos y casi todos terminaron mal.
Lo que aconteció en los últimos meses queda, también en el estudio de los papeles procesales, un hecho enigmático. Giordano Bruno, no solamente en la fase véneta (1591-1593), sino también a lo largo de toda la fase romana se había declarado dispuesto a retractarse y había sustancialmente retirado todos los puntos más polémicos respecto al dogma católico y a la disciplina eclesiástica, reafirmando, en los casos del dogma, que se trató en la mayoría de las veces de discusiones de carácter puramente teórico hechas con personas que no creían; del punto de vista de la disciplina, reafirmó que, habiendo vivido errante por toda Europa en países no católicos, podía haber asumido ciertamente un modo de hacer y de decir no propiamente eclesiástico.
Por tanto, si se siguen las cartas del proceso, por cuanto concierne el patrimonio dogmático-católico y la eclesialidad, Giordano Bruno es muy flexible.
La retractación en el proceso inquisitorial permite la sola imposición de penas canónicas, no de penas civiles. El prisionero que ha retractado, que ha reconocido de haberse equivocado, tiene a lo sumo una serie de penas canónicas que, en el caso de frailes, consistían en la reclusión en algún convento y en el ejercicio de una serie de prácticas de piedad que realizar evitando, por lo tanto, ser entregado al brazo secular, como sucedía con quienes no se retractaban. Al contrario, quien no se retractaba asumía explícita y públicamente una posición alternativa a la Iglesia; y como la Iglesia informaba a la sociedad, entregaba al culpable al brazo secular dado que la situación de religiosa y canónica asumía un relevante carácter civil.
Ahora, es indudable que el proceso esté yendo hacia la retractación cuando un acontecimiento grave ocurre: un año antes de la conclusión un fraile que había sido encarcelado en Padua y en Venecia con Giordano Bruno, un tal fraile Celestino de Verona, que vive en un convento de las Marcas y está poniendo punto final a una condena de carácter canónico que había recibido de la Inquisición, se presenta espontáneamente en Roma con una acusación circunstanciada a Giordano Bruno.
Era una acusación terrible, tan grave, dice el Firpo que ha estudiado los papeles, que viene directamente silenciada por Clemente VIII por lo que no se encuentra huella de eso. Ésta es de todas formas una acusación gravísima, de la cual Celestino se declara también responsable, tan cierto es que es ejecutado seis meses antes de Giordano Bruno.
Existe pues este fenómeno aberrante, incomprensible de uno que acusa sustancialmente a Giordano Bruno de una tal heterodoxia y probablemente de una ambigüedad invencible respecto a Iglesia que no sólo su caso tiene una trágica consecuencia, sino que el proceso a Giordano Bruno, con un testimonio así jurado y espontáneo, se encuentra frente a un cambio realmente dramático.
Giordano Bruno parece sustancialmente decir: “Estoy dispuesto a retractar todo, menos los principios de mi filosofía."
Ésta es la cuestión. Sustancialmente la negación de Giordano Bruno es de poner en tela de juicio, con una instancia cultural y moral como la Iglesia, el contenido de su creatividad. Sus errores dogmáticos y su desobediencia eran para él acontecimientos secundarios. La médula de su historia humana y cultural era su filosofía, esta nueva o antigua visión de la realidad recuperada y potenciada, sobre la cual se podía de alguna forma crear un momento nuevo de la historia de la humanidad. Sobre todo habría podido retractarse, sobre esto no.
Sin embargo las proposiciones sobre las que la Iglesia ha pedido retractación son igualmente de carácter dogmático, disciplinario y filosófico. Creo que el drama (y Firpo dice drama entre la libertad de conciencia y la autoridad) es de verdad en el sentido que la visión católica del hombre cree que la creatividad no es lo absoluto; la creatividad es una capacidad subjetiva e individual que tiene que medirse con una Presencia que afirma ser la revelación definitiva del Ser, de Dios y que, por lo tanto, en algún modo se pone como normativa de la creatividad.
Entonces, es indudable que el proceso tiene su inevitable consecuencia: el rechazo de la retractación da a la cuestión un carácter predominantemente civil.
La retractación rechazada implica el usual itinerario, es decir la entrega al brazo secular y la ejecución; pero, para que ocurriera la retractación, en los diez, quince días de la orden de la sentencia de ejecución, ha sido (como recuerdan los papeles del proceso) un sucederse continuo de tentativas para ayudarlo a retractarse por medio de los mejores representantes de los Órdenes de los Predicadores de Roma (agustinianos, franciscanos, jesuitas). No obstante, Giordano Bruno es inamovible y, siendo inamovible, la cuestión tiene su consecuencia de carácter civil. En efecto la ley no preveía excepciones: el itinerario fue seguido hasta el final, hasta la pena de muerte.
Querría ahora hacer dos observaciones conclusivas, esperando haber dado el sentido dramático de la cuestión:
– Primera observación. Indudablemente la creatividad entendida en el sentido moderno de la palabra es una creatividad que, donde la Iglesia ha tenido un influjo determinante, se ha de algún modo reducido, esto esta fuera de discusión. La contrarreforma ha representado, del punto de vista de la expresión, de la expansión de la creatividad individual, un real y objetivo condicionamiento. Pero esta creatividad de tipo absoluto, en la cual el hombre se concibe como el creador de la cultura en cuanto, de alguna forma, se concibe como el creador de la realidad misma, no puede ser pensada puntualmente en relación a Giordano Bruno, que no puede no ser conectado, más allá de su historia, a la secularización del Occidente y al nacimiento de una cultura alternativa a la católica, a aquella que desde la Ilustración en adelante se ha transformado sustancialmente en las ideologías y en los grandes sistemas totalitarios de ellas derivadas.
No se puede, por lo tanto, idealizar la creatividad en la historia: la creatividad no católica en la historia de Occidente significa la creación de una sociedad en que la referencia religiosa es denegada, donde hay una presunta centralidad del hombre a la cual sigue la destrucción ideológica del hombre mismo, su objetiva "manipulación" de parte del poder ideológico.
Nosotros no hacemos la historia de Giordano Bruno hace ciento años; nosotros releemos la historia de Giordano Bruno al final de la parábola moderno-contemporánea, y está fuera de discusión que, más allá de todo el énfasis respecto al ser absoluto de la persona, la persona humana al final de esta parábola resulta mucho más manipulada y negada de lo que no fuera al principio.
Indudablemente, por tanto, la creatividad recibe un "freno"; pero estemos atentos a valorar los términos objetivos e históricos de esta creatividad.

- Segunda observación. Para entender esta historia, que es dramática, se tienen que destacar dos aspectos bien distintos.
Ante todo, que el rechazo del dogma y del ethos católico implicaba sustancialmente el rechazo de los fundamentos sobre los que apoyaba la sociedad; si quieren una comparación con lo que se puede entender ciertas cosas es el equivalente del terrorismo de los años '70. Del punto de vista cultural y social es un fenómeno que ataca los fundamentos mismos de la sociedad; entonces la sociedad y la Iglesia, en cuanto forma de la sociedad, autoriza la defensa hasta la ratio extrema de la supresión de la vida, que no es justificada, sino utilizada como forma extrema de defensa.
Es por esto que, sin maldad y sin ambigüedades, creo que el aparato eclesial y eclesiástico social no se concibiera personalmente responsable del delito, sino se sintiera obligado a una intervención particularmente dura porque estaba en tela de juicio la posibilidad misma de la existencia de la sociedad, la que antes de llegar a esta ratio extrema había recorrido todos los caminos del convencimiento: primero, había dado el ejemplo de un proceso singularmente objetivo, sin prejuicios, sobre la culpabilidad; segundo, con una preocupación que el imputado pudiera tomar conocimiento de las acusaciones y contestarlas; tercero, la comprobación que las cosas eran objetivas, es decir la existencia de testimonios que confirmaban o hasta admisiones propias del acusado (Bruno en más de una ocasión admite: "Sí, he pensado así, y me he equivocado"); pero por lo que concierne a su filosofía, en todas las respuestas de Bruno hay una defensa total de la originalidad de su pensamiento, de la cual no se preocupa y de su objeción al contenido dogmático fundamental católico no se interesa.
Entonces, concluyendo, creo que el drama de Giordano Bruno sea ciertamente el drama de la libertad de conciencia y de la libertad de búsqueda que encuentra en su camino un punto de objeción radical, pero fundado en cuanto que hay una disonancia total de la doctrina de la Iglesia y está la voluntad total de no querer regresar en el ámbito de la Iglesia; y, ya que se vive en una sociedad que es influida por la presencia de la Iglesia, ésta se defiende.
Es tan objetiva la preocupación que, para mi, en este caso el aspecto moral no pasa a segundo plano, pero no es aquello lo relevante, porque por la jurisdicción del tiempo no es relevante en el sentido que aquello es un modo con el cual la sociedad se defiende.
Uno o dos siglos después se podrá decir: "Es una defensa excesiva, es una defensa culposa" o bien se puede objetar que hay una evolución de la conciencia moral personal y social que da a la sociedad instrumentos de defensa que no son de este tipo; pero todo esto, a mi parecer, es secundario en la comprensión de la historia de Giordano Bruno.
Resumiendo:
1) Se trata de un fenómeno cultural absolutamente nuevo, que habla de la madurez del Renacimiento italiano como capacidad de creación de una antropología original y que vive una voluntad de creación total de la cual la frase "ebrio de Dios" es ciertamente una imagen significativa. La vida testimonia esta creatividad en los esfuerzos sobre otros frentes: teórico, filosófico, religioso, político, eclesiástico-político; por lo tanto, vuelve este fenómeno de enorme importancia.

2) El aspecto del pensamiento lo configura como no cristiano y que no tiene ninguna preocupación de afirmar su no-cristianismo, de afirmar una concepción sustancialmente monismo-panteísta. El mismo heliocentrismo de carácter copernicano, por ejemplo, es asumido no en términos científicos, sino mágicos; por tanto, la visión de la infinidad de los mundos, del Uno que se expresa en la infinidad de los mundos determina la que podría ser llamada una polarización dialéctica en el Ser, por lo cual el Ser es al mismo tiempo uno y múltiple.
Todo esto habla ciertamente del vigor y la genialidad filosófica de este personaje, pero también habla de la ruptura radical con un pasado, que es valorizado donde es necesario, porque es un hombre de cultura (por ejemplo, cuando la posición que Bruno tiene de frente no es cultural, no se niega en defender el tomismo, porque el tomismo tiene más cultura que lo que domina en Oxford cuando le habla).
Por tanto, el fenómeno cultural es de una gran presencia y de una gran y significativa articulación.

3) El proceso. Sobre el proceso no hay nada que decir, tratándose de un proceso objetivo, del cual Firpo dice: "La condena ha sido objetiva. Del punto de vista jurídico del tiempo no existía alternativa. Del punto de vista del procedimiento es un procedimiento ejemplar"; y en esto Firpo da razón a otro gran historiador de los procesos inquisitoriales que es el francés Leo Moulin. Es un proceso sumamente garantista, del cual en algún modo se ha intentado poner en evidencia el aspecto de la variedad de los componentes, ninguno de los cuales podía ser ignorado por la Iglesia: no podía ser ignorada la visión global de la realidad más allá de los indicios por los cuales también se pensó en un enloquecimiento imprevisto, pero son todas hipótesis sobre las que está el hecho grave del testimonio de fraile Celestino de Verona, pero está sobre todo la no voluntad de Bruno de identificar el aspecto dogmático con el filosófico y la defensa total y exagerada de su propia posición filosófica contra todo y todos.
Ciertamente la creatividad resulta reducida, pero no tenemos que decir como Gentile y como dice la cultura laicista que Italia y España no conocen la libertad de cultura y de búsqueda, mientras que sólo la conocen en países protestantes.

Es indudable que Giordano Bruno representa un punto de enfrentamiento dramático; pero esta creatividad debe ser leída históricamente. Ella, en efecto, está al principio de una parábola en que la creatividad al final ha servido para destruir al hombre. No decimos que Giordano Bruno quiso destruir al hombre; pero si queremos hacer una observación histórica, tenemos que unir el 1600 al 1900, que es la expresión histórica coherente de esta creatividad absoluta del hombre por lo que él se vuelve dueño de la realidad. Pero convirtiéndose en dueño, se vuelve dueño también de sus semejantes, es decir realiza sobre sus semejantes un proyecto ideológico por el que no responde a nada y a nadie, porque, siendo el ideólogo, el revolucionario puede hacer de sus similares todo lo que quiera.
Entonces, quién ha frenado de alguna forma esta creatividad ha reducido ciertamente la libertad de búsqueda en un punto, pero quizás también ha puesto las condiciones para que la parábola no fuera tan funesta. Ésta es al menos una hipótesis que verificar, y creo que la presencia de la Iglesia católica, que ha denegado duramente cierta antropología y una cierta vida político-social, no ha hecho sólo la defensa de sus propios intereses o la defensa del pasado (como dice la historiografía laicista) sino también ha creado lo que Juan Pablo II llama "un gran movimiento por la liberación de la persona humana."
Éstas son todas las observaciones que, en esta búsqueda radical y apasionante, he hecho y he puesto a vuestra disposición porque, al menos cuando se trata de una cuestión tan dramática que implica también la libertad y la vida de la persona, sean evitadas las aproximaciones, las equivocaciones o las exasperaciones particulares que no sirven nunca a la comprensión del drama de la historia, sino que simplificando excesivamente la historia, dan la ilusión de conocer. Al contrario, más allá de esta ilusión de conocimiento, hay mucha ignorancia; y la ignorancia también es siempre fuente de violencia.

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