La leyenda negra a la luz de los hechos
autor: Lucio Brunelli
fecha: 2004-09-01
fuente: La leggenda nera alla luce dei fatti

Inquisición, hogueras, torturas, caza de brujas, uno de los capítulos más debatido de la historia de la Iglesia y de dos siglos a caballo de batalla del laicismo anticlerical. Un congreso en vaticano ha reexaminado aquellos hechos. Y hace justicia de muchos lugares comunes.

Uno dice "Santa Inquisición" y enseguida la mente se puebla de imágenes espectrales: confesiones sacadas con atroces suplicios de diez-ciento-mil Torquemada, llamas que envuelven los heréticos bajo la mirada complacida de clérigos sin corazón. La expresión misma "caza de brujas", luego - otra escabrosa rama de la que se ocuparon los Tribunales de la Fe - se ha vuelto en el lenguaje común sinónimo de persecución ciega e indiscriminada, basada sobre la sola sospecha o peor sobre el solo prejuicio… Es difícil sustentar que tal cúmulo de imágenes, tal cantidad de hechos o crímenes sólo sea una "leyenda negra", un mito inventado con habilidad, después de los hechos, por la historiografía laicista-masónica con el objetivo de enlodar la Iglesia. Con profunda convicción y resistiendo a las perplejidades de muchos cardenales, el Papa ha renovado la petición de perdón por "la aquiescencia manifestada por algunos hijos de la Iglesia, especie en algunos siglos, hacia métodos de intolerancia y hasta de violencia en el servicio a la verdad."

Acto delante de Dios

Pero Juan Pablo II ha querido aclarar que el acto de arrepentimiento de la Iglesia se cumple delante de Jesucristo, para una mayor verdad de la fe y no para satisfacer exigencias mundanas. Criterio por un juicio ecuánime sobre el pasado de la Iglesia - el Papa ha escrito - es el sensus fidei (el sentido de la fe) y no "la mentalidad dominante en una determinada época". También por esta razón Juan Pablo II ha querido que la solicitud de perdón fuera acompañada por una rigurosa búsqueda histórica: "Antes de pedir perdón es necesario tener un conocimiento exacto de los hechos y colocar las faltas con respecto de las exigencias evangélicas allá donde ellas efectivamente se encuentran". El cardenal Georges Cottier, teólogo de la Casa pontificia, y en cuanto dominicano descendiente directo de los inquisidores, aún más ha sido explícito: "Una petición de perdón puede concernir a hechos auténtico y objetivamente reconocidos. No se pide perdón por algunas imágenes difusas para la opinión pública, que parecen más que un mito que una realidad."
¿Cuál pues las conclusiones de la búsqueda patrocinada por el Papa? Quien está apasionado al tema puede leerse todas las 786 páginas del volumen “La inquisición”, publicado por la Librería Editorial Vaticana. Pero atención, no se trata de una obra apologética católica que se pone a la defensiva. Encierra, en efecto, las conclusiones de un congreso al cual han participado 29 historiadores de varia nacionalidad y religión, elegidos con el único criterio de una clara fama de especialistas de la materia. La publicación ha sido presentada el 15 de junio en la Sala de prensa del Santa Sede por tres cardenales, Etchegaray, Tauran, Cottier, y por el doctor Agostino Borromeo, curador del volumen. En la misma circunstancia se ha publicado la carta del Papa citada en precedencia.

Lugar común difuso

Muchos lugares comunes sobre la Santa Inquisición han sido reducidos, otros radicalmente demolidos. Partimos de uno de los más difusos. La caza a las brujas, por supuesto. En los años 80 el teólogo Hans Kung llegó a hablar de nueve millones de brujas (nueve millones) procesadas y puestas en la hoguera por la Iglesia (cfr. Marina Ricci, 30Giorni, octubre de 1985). Un genocidio hasta más sangriento que aquél perpetrado por los nazis contra los judíos en el siglo pasado. Pero los expertos laicos consultados por el Papa han contradicho llamativamente las consideraciones de Kung. Las ejecuciones de brujas fueron un fenómeno difuso, cierto, pero se queda en el orden de los millares de casos. El dato aún más significativo es que los Países protestantes fueron mucho menos indulgentes que los católicos respecto a las mujeres acusadas de practicar la magia o tratar con el demonio. Las brujas ejecutadas fueron mil en Italia, sobre más de 13 millones de habitantes; unos 4 mil en Francia sobre veinte millones; 25 mil en Alemania sobre 16 millones de habitantes. Por tanto se refutó el lugar común querido a mucho pensamiento liberal italiano, según el cual el protestantismo luterano fue superior al catolicismo en el campo de la garantía de los derechos individuales. En realidad, la Iglesia católica en los Países del norte a menudo tuvo que ejercer funciones de freno con respecto de denuncias indiscriminadas o de episodios de justicia sumaria, expresión de atávicos y paganos miedos respecto a personas sospechosas de inducir maléficos.

Sentencias capitales

En general, el volumen reduce drásticamente el número de las sentencias capitales emitido por los tribunales de la inquisición. el doctor Agostino Borromeo ha declarado: "El recurso a la tortura y a la condena a la pena de muerte no fueron como tan frecuentes se ha creído por much tiempo ". Y si alguien dudara de la imparcialidad del curador católico del volumen, he aquí el testimonio del laicísimo doctor Adriano Prosperi, docente de Historia moderna en la universidad de Pisa, máximo estudioso italiano de la Inquisición: "Estándo a los cálculos de dos conocidos estudiosos, William Monter y John Tedeschi (este último es un judío, no sospechoso de indulgencias) las condenas a muerte emanada por la inquisición son claramente más raras que aquéllas irrogadas por cualquier tribunal penal ordinario". Por lo tanto: no sólo Países protestantes más severos de los católicos, sin también justicia civil mucho más despiadada que la notoria justicia religiosa. El número de acusados a la hoguera de la inquisición se calcula "en un centenar, contra los cien mil procesados en los tribunales civiles."
¿Tiene entonces sentido, como hace el Papa, pedir perdón en nombre de la Iglesia por los pecados de la Santa Inquisición? Varios acreditados pensadores católicos, desde Vittorio Messori hasta el cardenal Giacomo Biffi, han expresado libremente sus propias perplejidades. Más allá de las cuestiones teológicas - si se pueda hablar o menos de una responsabilidad de la Iglesia en cuánto tal por eventuales culpas de clérigos individuales – queda aquella "aquiescencia" a un método coercitivo de imponer la Verdad que no puede no repugnar al intelecto y a la sensibilidad de cada cristiano. Quienquiera ha experimentado el cristianismo, no como una verdad ideológica que hay que blandir contra alguien, sino como el regalo imprevisto de un encuentro, tiene en su Dna existencial un respeto infinito por la libertad, propia y del otro.

Unless otherwise stated, the content of this page is licensed under Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 License