La luz del Evangelio transmitida a la política /1
autor: Stefano Fontana
fecha: 2012-11-17
fuente: La Dottrina sociale della Chiesa trasmette alla politica la luce del Vangelo (Prima parte)
(La Doctrina social de la Iglesia transmite a la política la luz del Evangelio (Primera parte))
traducción: María Eugenia Flores Luna

Retomamos en seguida la primera parte de la intervención del profesor Stefano Fontana, director del observatorio Internacional Cardenal Van Thwan sobre la Doctrina social de la Iglesia y director del semanal diocesano de Trieste “Vida nueva”, en la VIII Jornada social de la Arquidiócesis de Catania, desarrollada el 17 de noviembre de 2012 en la ciudad etnea.

La crisis antropológica es una crisis teológica

Veamos ante todo qué se entiende por cuestión antropológica, una expresión ya entrada en el uso corriente, pero que los católicos no consideran todavía en su enorme peso. La cuestión antropológica asume un sentido estricto y un sentido amplio.
En sentido estricto surge desde cuando las biotecnologías pueden disponer de la identidad humana. La cuestión antropológica surge cuando nace Luise Brown, la primera niña nacida con fecundación en vitro. Por primera vez un ser humano nacía no concebido en el cuerpo de una mujer. Por primera vez la relación entre hombre y mujer se ha vuelto superflua para la generación de una nueva vida. Así que hoy un niño que nace puede tener hasta seis padres entre padres biológicos y sociales. La separación entre sexualidad y concepción produce la disolución de las relaciones naturales, la creación de una sociedad compuesta de individuos asexuados, la sustitución de la naturaleza con la cultura. La punta más aguda de la cuestión antropológica es la ideología del gender (de género) con la pretensión de elegir la propia orientación sexual: no se nace como mujeres y hombres, uno se vuelve mujer o hombre. En el próximo futuro será cada vez más fácil ser padre sin ser hombre y ser madre sin ser mujer, tener un hijo sin darlo a luz, concebirlo sola sin necesidad del hombre, planear un hijo, contratar un hijo con una mujer proveedora de útero en alquiler, seleccionar un hijo. La solicitud del reconocimiento de las parejas homosexuales tiene todo esto sobre los hombros y tiene esto como objetivo. No hay asociaciones que tutelen los presuntos derechos de las parejas de facto heterosexual. Eso significa que el problema no son los derechos de los convivientes, de las uniones libres. Esto probablemente es para abrir el camino a la pareja homosexual, el verdadero cambio epocal, porque hoy la pareja homosexual puede tener hijos. No se trata tampoco de la cuestión de derechos de los homosexuales. Se trata de mucho más: de una sociedad diferente de aquella que por siglos hemos conocido. Se trata de producir a la persona en el laboratorio, de reemplazar a la familia con cualquier otra cosa.
En general la cuestión antropológica significa la autolimitación de la razón (Benedicto XVI). La razón ha retrocedido por ámbitos que un tiempo consideraba a su alcance y se ha reducido a ser razón que calcula y mide. El ámbito de la religión y de la moral son considerados irracionales, no cognoscibles por la razón, objeto de puras opciones. Los ámbitos del matrimonio o de la convivencia, de la vida o de la muerte del concebido, del bien o del mal son considerados objeto de opinión. El mundo de lo irracional se ha así extendido, no se distingue entre la religión cristiana y el yoga. La política es el lugar de la razón pública, pero en este clima irracional la política pierde la guía de la razón, se convierte en técnica y ya no logra fijarse en el bien común, que es un concepto ético. Desaparece el modelo del bien común y prevalece el individualismo de los deseos. Del bien común hace parte la ley moral natural pero la razón hoy se cree incapaz de conocerla.
Con estas observaciones sin embargo se comprende que la cuestión antropológica en realidad es cuestión teológica. Eliminado el concepto de naturaleza nada más remitirá al Creador. Desaparecida la naturaleza desaparece la idea misma de un Creador. La fe cristiana no puede estar sin la naturaleza, porque entonces ya no existiría la naturaleza corrupta por el pecado de los orígenes y no habría más necesidad del Salvador. El Bautismo ya no donaría una segunda naturaleza y ya no constituiría ningún renacimiento. La Gracia ya no tendría una naturaleza que necesita ser purificada. Sin naturaleza ya no hay más ley moral natural.
La fe cristiana también necesita de la familia natural. Todo su léxico teológico está basado en ella. Si el hombre del futuro ya no tuviera que hacer experiencia de la familia natural ya no entendería qué quiere decir la palabra padre, hijo, hermano, palabras sin las que no hay fe cristiana.
La lucha a la fe cristiana a menudo ha sido conducida directamente contra ella. Pero el ataque principal ha ocurrido y ocurre indirectamente: corroyendo las bases naturales sobre las que ella se basa. Tomemos aún la realidad de la familia. Marx decía que como la base de la Sagrada Familia es la familia terrenal es ésta última que se tiene que eliminar para eliminar aquella. El objetivo último de las legislaciones contra la familia no es social sino religioso. Los católicos sin embargo no siempre entienden que defendiendo la naturaleza y la familia se defiende la posibilidad de la fe cristiana.

Tomar en cuenta la secularización

Delante de estos resultados inhumanos de la secularización, la primera cosa por hacer es la de reconsiderar la secularización misma. La secularización tenía que ser - según los optimistas - una adquisición de autonomía del mundo respecto a la religión, útil para purificar la misma religión. En cambio ha sido un proceso de eliminación de la religión cristiana del espacio público. Eliminada pero la religión del espacio público a la secularización religiosa ha seguido fatalmente la secularización ética, por la cual del espacio público ya son eliminados también los grandes valores éticos ligados a la ley moral natural. Pluralismo y tolerancia conciernen ya no sólo a las fes religiosas, sino también a la adhesión o menos a los principios de la ley natural. Más bien, como hemos visto, la corrosión de estos principios de la ley moral natural, fruto de la secularización religiosa, produce a su vez nueva secularización religiosa en cuanto quita a la religión las bases naturales para que pueda ser comprensible y razonable, relegándola por tanto inevitablemente al ámbito privado, como si fuera una secta. Sin naturaleza humana, en efecto, ya no es tampoco posible percibir la razonabilidad de la fe cristiana, razonabilidad es sinónimo de naturaleza. Pero si tienes en cuenta que inevitablemente también la vivencia de la fe en el ámbito privado está así sujeto a la secularización: ¿cómo se puede aceptar el relativismo religioso y ético en el campo público y mantener viva la adhesión en significados absolutos en la propia alma? Poco a poco también nuestra vida interior cede el paso al relativismo y se agota. No se crea que sea posible que la religión cristiana sea relegada al ámbito privado sin que luego también de éste sea irremediablemente expulsada.
Ha habido un largo período, que en algunos todavía dura, en el que se pensaba que la secularización fuera fruto del mismo cristianismo. Se decía que las ideologías y los proyectos políticos de la modernidad eran nada más que el mensaje cristiano secularizado y por lo tanto eran hijos ilegítimos del cristianismo, ilegítimos pero aun así siempre hijos. De aquí una mirada benévola sobre la secularización vista como ocasión positiva para el cristianismo de purificarse de las uniones con el orden social y político. El cristianismo no es una religión integrista y por lo tanto es verdad que una legítima laicidad es una ventaja suya. Pero el orden social y político, en su autonomía, depende directamente de la moral y depende indirectamente también de la religión en cuanto no es capaz de fundarse por sí misma sin volverse inhumano. Se tiene que dar a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios, pero también César tiene deberes hacia Dios.
Hemos asistido a dos aspectos de la secularización que no habían sido completamente previstos. El primero es el resultado anticristiano de esta secularización que habría nacido del cristianismo. El segundo es que en el desarrollo de la secularización hay un punto sin retorno, una vuelta no recuperable de abandono sin posibilidad de retorno a la relación con la fe cristiana. A un cierto punto - y según muchos analistas eso ocurre con Comte - la secularización “sale” de cualquier relación con el cristianismo y se vuelve radicalmente anti-cristiana. Se convierte en una nueva religión. La razón humana fuera de la fe se limita a constatar una relación y se convierte en relativismo y se impone como tal. La razón fuera de la fe se convierte en positivismo y el positivismo es radicalmente anticristiano.

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