La luz del Evangelio transmitida a la política /2
autor: Stefano Fontana
fecha: 2012-11-17
fuente: La Dottrina sociale della Chiesa trasmette alla politica la luce del Vangelo (Seconda parte)
(La Doctrina social de la Iglesia transmite a la política la luz del Evangelio (Segunda parte))
traducción: María Eugenia Flores Luna

Retomamos en seguida la segunda parte de la intervención del profesor Stefano Fontana, director del Observatorio Internacional Cardenal Van Thwan sobre la Doctrina social de la Iglesia y director del semanal diocesano de Trieste “Vida nueva”, en la VIII Jornada social de la Arquidiócesis de Catania, desarrollada el 17 de noviembre de 2012 en la ciudad etnea.

El compromiso político del católico

Delante de estos escenarios ¿cómo se coloca el compromiso político del católico? Aquí a menudo somos sobrecogidos por un gran desaliento. No sólo y no tanto por una cierta superficialidad de comportamiento. De Todi 1 y de Todi 2 no ha salido nada. El cardenal Bagnasco había hecho un excelente discurso en Todi 1 pero no ha sido mínimamente desarrollado. No raramente son justo los políticos católicos los que presentan en los consejos municipales propuestas de ley de institución de los registros de las DAT o para el reconocimiento de las parejas homosexuales. Si examino el arco del asociacionismo católico encuentro de todo cuanto se refiere a empeño político. En cada cita electoral o referéndum conexo con los principios no negociables nos presentamos divididos. A la formación social y política dedicamos recursos a menudo extemporáneos. Eso está bajo los ojos de todos, pero luego no es eso lo que cuenta realmente. Cuanto más bien una incertidumbre teológica, una confusión teológica busca el modo de mirar al mundo y la relación de la fe de la Iglesia con el mundo.
Los puntos decisivos me parecen dos.
¿El empeño político del católico está dirigido horizontalmente a organizar el bien común sobre el plan natural o está dirigido a ordenar las cosas de Dios? Hay hoy un fuerte impulso a la horizontalización en base a una no bien comprendida laicidad. La laicidad es la legítima autonomía del plan natural con respecto al plan sobrenatural. El plan natural, en cuanto es fruto de la creación y ordenado para la salvación es en sí mismo bueno. Pero también está agobiado por el pecado por lo que no sólo no es capaz de darse y darnos la salvación, sino no es tampoco capaz de realizarse a sí mismo en su propio nivel. El problema de la laicidad, y por lo tanto de la política, es un problema exquisitamente teológico: se trata de establecer si el orden natural puede arreglársela solo o no. Si el bien común necesita de la fe católica o no. Si el cristianismo sólo sea útil o indispensable. Si sea posible solucionar la cuestión social fuera del Evangelio. La laicidad verdadera es la que entiende el orden natural como autónomo pero no como autosuficiente. El resto es laicidad falsa. Es la soberbia del mundo que quiere salvarse solo. Son dos religiones. Hoy los católicos en sociedad sólo hablan del hombre. Después del cambio antropológico una propuesta de parte católica siempre es presentada como una propuesta laica, adapta al mundo, a la medida del hombre. Pero el mundo no espera de los católicos sólo un discurso humano. Un discurso humano siempre es “demasiado humano”. No podemos estar siempre de acuerdo con el mundo. No podemos intervenir sólo sobre las cuestiones que en el mundo tienen el viento a su favor como ha sucedido en el referéndum sobre el agua, transformado en una cuestión dogmática de vida o de muerte mientras en cambio era una cuestión discutible. En estos casos nos casamos con la lógica del mundo y estamos contentos cuando estamos en armonía con eso.
El segundo punto es que tenemos que recobrar la relación entre empeño político, doctrina social de la Iglesia y totalidad de la doctrina cristiana. Un católico en política debería ser capaz de aclararse qué tiene que ver el dogma de la Trinidad con la construcción de la sociedad, o bien si es un elemento que se puede descuidar tranquilamente. El dogma nutre a la Iglesia y la Iglesia es el Cuerpo de Cristo en la historia, Cuerpo que queda eternamente. Entre dogma y Cuerpo hay una unidad inseparable, así que el dogma no está presente sólo en la conciencia del creyente, sino se hace por su naturaleza historia y, por lo tanto, civilización. La Iglesia ha plasmado la civilización cristiana occidental con sus dogmas, definidos en sus Concilios dogmáticos. Ahora, en cambio, pensamos que sea suficiente empeñarse por el hombre, la solidaridad, la paz y de este modo nuestro empeño se convierte en un humanismo genérico, nutrido de una incierta teología. Cada batalla que nos es presentada como “ética” la hacemos nuestra. A menudo somos incapaces de leer detrás de las propuestas ajenas para descubrir el origen teológico y por lo tanto a menudo colaboramos con causas que no son las nuestras.

Siguiendo a Benedicto XVI

Para afrontar la cuestión antropológica y por un nuevo compromiso de los católicos en política hace falta empezar de nuevo por dos indicaciones fundamentales de Benedicto XVI. La primera concierne a la correcta relación entre razón y fe. Se piensa que la fe coarta la razón, la ahoga y le impide ser lo que es. En cambio la fe católica tiene una pretensión que es fuente no de soberbia sino de humildad.
La pretensión consiste en iluminar la razón, purificarla, corregirla, pero no para coartarla, sino para levantarla para ser ella misma hasta el final. La fe quiere que la razón no pierda confianza en sí misma y en sus capacidades, las desarrolla a todas no viendo intereses de parte. Eso también vale para la razón política. La Doctrina social de la Iglesia transmite a la política la luz del Evangelio no para ahogarla sino para liberarla, para que sea principalmente ella misma. Le muestra un bien común que es mucho más amplio que el simple bienestar y le dice que está a su alcance. En esta fase de desilusión y extravío la fe dice a la razón política - sin dejar de ser tal y sin convertirse en religión o anti religión – que se restablezca, que empiece de nuevo a pensar en grande, sin reduccionismos.
¿Humilde, luego, por qué? Porque la propuesta de la fe católica acepta con ello de ser evaluada por la razón puesto que tiene la pretensión de ser razonable. La Doctrina social de la Iglesia tiene la humildad de ser puesta delante de políticos, empresarios, sindicalistas para ser evaluada con criterios racionales. Si ella es razonable quiere decir que da un mensaje conforme a la verdadera naturaleza humana y entonces la razón humana puede verificar eso. Ciertamente que si la razón se ha talmente restringido que pierde el concepto mismo de naturaleza humana, eso no es posible.

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