María Zambrano. Vocare, sintesis de la exhibición
autor: un curador de la exhibición
fecha: 2010-09-17
fuente: Vocare, Maria Zambrano, una vocazione alla conoscenza. Presentazione della mostra
traducción: Juan Carlos Gómez Echeverry

UN DESCUBRIMIENTO AFORTUNADO: LA AVENTURA DEL CONOCIMIENTO EN MARIA ZAMBRANO

Sobre la primera parte [de la exhibición, ndr], la cual es conceptualmente más densa, trato aquí de trazar un breve recorrido en el que se sintetice el contenido. Como habrán podido notar, los paneles no son más que acercamientos y citas, agrupados en nodos temáticos. De hecho no son temas completamente distintos el uno del otro, más bien, a menudo son simples matices de lo mismo, si bien muy delicados. La panorámica que intentaré delinear no quiere por tanto agotar o explicar completamente el contenido de la muestra, sino ofrecer una línea de lectura general, que mantenga estos diversos acentos o al menos haga comprender el nexo entre ellos, subrayando los contenidos y el recorrido esencial. Espero así que se pueda comprender mejor el peso y el valor de algunas citas: de otro modo existe el riesgo de no ser ni siquiera percibidos.
NB. De este cuadro unitario he preferido excluir, para hacer el recorrido más simple y claro posible, el 4º panel con el título "un hilo de seda que no se rompe". Es una pieza sugestiva que describe el misterio que habita en todas las cosas, por el cual la realidad - de la cual yo soy parte - no es nunca silenciosa, sino que habla, vibra, semeja ser un "reflejo de un desconocido”: en síntesis, las cosas y el universo entero resuenan por aquel misterio del cual yo soy signo a mí mismo. Lo elimino por tanto no por la inconsistencia del contenido, sino simplemente por la utilidad y la claridad del recorrido (para entendernos, es una de mis frases preferidas, no digo que no lo usen en la explicación).

Lo que la muestra quiere destacar es la originalidad filosófica del pensamiento de Zambrano
La primera parte concierne a la relación entre el hombre y la realidad, y es la de mayor contenido, en el sentido que indaga los presupuestos y los horizontes de pensamiento, en los cuales están inscritas también las consideraciones de Zambrano sobre la tradición y sobre la relación educativa, que hallamos en la segunda parte.
El punto de partida (de la muestra, pero central en todos sus libros) es la comprobación del actual estado de crisis. Una crisis que presenta dos niveles de lectura: el primero histórico-cultural, el segundo "ontológico", en la medida en que es congénita a la estructura humana, es decir está inscrita en sus posibilidades originarias. De un lado por tanto (Cfr. panel n. 1 "aquello que está en crisis") estamos al interior de una cultura que tiene como presupuesto indiscutido una brecha insalvable entre vida y razón, verdad de la vida y verdad de la razón. Esta clara escisión es el fruto de una determinada tradición filosófica que tiene su máxima expresión, según Zambrano, en el idealismo y en el racionalismo de impronta cartesiana (y por tanto en el positivismo).
Este proceso histórico-cultural se refleja y se halla también a nivel "personal": consciente o no de estos acontecimientos, el hombre común se encuentra confuso, en crisis en su relación cotidiana con las cosas. La realidad parece desaparecer, deshacerse, y el hombre se encuentra extraviado. (La percepción, para ayudar a comprender de lo que se está hablando, no está lejana del "terror del borracho" expresado por Montale en [la poesía ntd] "quizá una mañana caminando bajo un aire de vidrio…" [1]).
La reflexión no se queda en la simple denuncia de esta situación de crisis cultural, Zambrano en efecto indica al mismo tiempo con el término "crisis" una etapa esencial del hombre y de su desarrollo. (cfr. Paneles 2 y 3 "La postura frente a la realidad 1e 2" en los cuales Zambrano afronta muchas actitudes posibles frente a la realidad). Es como si a partir del análisis de este determinado momento histórico, que tiene sus razones - como antes señalé - en acontecimientos histórico-culturales identificables - nos empujaran a un plano de interrogación más radical, o sea: "¿Por qué este nexo, esta unión, puede entrar en crisis?” y más aún "¿Qué dice esta crisis sobre cómo está hecho el hombre?” A partir de las citas presentes en estos dos paneles me urge detenerme sobre un par de elementos que allí emergen y luego retornan, de modo que se pueden fijar las dos líneas sobre las que juega más o menos toda la muestra.
La primera cita invita a considerar la actitud del hombre frente a la realidad, siguiendo luego los paneles se comprende cómo para Zambrano la realidad (el ser, las cosas, lo que quieran), y el hombre constituyen los dos polos, esenciales e irreductibles, de la relación que podríamos definir "cognoscitiva". De manera más sencilla, el conocimiento se constituye por dos términos fundamentales: el hombre y la realidad. Antes de proceder con la descripción de esta relación, es quizá oportuna alguna breve alusión histórica, que permita entender el alcance de lo que estamos diciendo.
Zambrano tiene como referencias filosóficas fundamentales (sacando a Ortega, Zubirí y Unamuno, sus maestros directos) Aristóteles, Plotino, Agustin, Spinoza, Scheler, Husserl, Heidegger, Dilthey, Nietzsche, Kierkegaard, Jung, Simmel, Bergson… además de Spengler y otros que se respiran en aquellos años) y atraviesa casi completamente el siglo XX. Esto para decir que algunas afirmaciones que, también por la sencillez del lenguaje, nos parecen obvias y damos por descontado no son tan insignificantes (piensen en los autores que han estudiado).Tomemos por ejemplo el concepto apenas introducido. Hablar de la relación biunívoca y coesencial del hombre con la realidad equivale a afirmar, para querer reconducir e identificar esta posición en esquemas simples, una forma de realismo, pero no ingenuo. NB. En este ejemplo la posición no es particularmente original, en el sentido que no es algo que en la historia de la filosofía, también contemporánea, haya dicho por primera vez Zambrano, pero es muy significativa en la medida en la cual indica una toma de posición y una voluntad específica, incluso rara, a la luz de las tendencias que inician a partir de la filosofía nietzscheana (o quizás sea mejor decir de después de Hegel), y que podemos reconocerles fácilmente en los profesores que encontramos.
Intentemos ahora acercarnos a la descripción de tal relación (hombre-realidad), tratando de comprender cómo los dos términos de la relación estén conectados entre ellos.
Tomemos el primer polo de la relación.
1. El hombre necesita la realidad para realizarse a sí mismo. De manera más precisa: es en la relación con la realidad que el hombre puede descubrir su misma condición humana, (y personal), y llevar a cumplimiento las propias potencialidades. Esto equivale afirmar que el único modo en que el hombre puede conocerse es en acción, en la relación con las cosas: no es posible conocer abstractamente al hombre, eliminando, por innecesarias, las relaciones con las que se entretiene con lo que lo circunda, para quererlo comprender, “más objetivamente”, en una especie de espacio indiferenciado, tan irreal como no necesario.
2. El nexo que une al hombre con la realidad es indestructible (en el sentido que no viene nunca a menos, no se da nunca situación en que haya, como antes señalé, el hombre "y nada más”), pero no es predeterminado, mecánico, automático. La libertad del hombre permite una separación y una modificación continua de esta relación. Las cosas no se imponen nunca con una potencia tal que no soliciten el compromiso del yo y así, por otro lado, el yo tiene una fuerza tal de poder llegar a cancelar o confundir los datos con los que tiene que enfrentarse.
3. Si por tanto el hombre es libre de rechazar o no aceptar lo que se encuentra delante, al origen hace falta notar, sin embargo, una "disposición hacia la realidad” (ligada al hecho que la única posibilidad de cumplimiento para el hombre está en la relación con las cosas), anterior a cualquier crisis o rechazo. El signo de esta disposición es la "atención", una apertura constante, por cuanto presenta diversos grados de "intensidad". Una "herida" que ve al hombre ante todo pasivo, como dispuesto a "recibir" la huella de lo real, para luego (y esto es muy importante subrayarlo contra ciertas lecturas restrictivas y viscerales de Zambrano) llevarla a la "plenitud de la conciencia que es juicio y razón."
Bien, podemos decir que lo que he señalado aquí es desarrollado luego en los siguientes paneles, que por lo tanto se concentran en el cómo del primer polo (hombre) de la relación:
- Vivir es buscar la realidad (panel n.5), [Como se señaló antes, afrontando el tema de la crisis, la realidad está, pero puede desaparecer. Por tanto debe ser buscada. Incluso, justo porque está, necesita ser buscada. Y así la vida del hombre, en la fidelidad a su originaria apertura, es una continua tensión, alimentada por una "moral que sostenga al alma", hacia el ser.]
- Dónde la realidad es acogida y hospedada (panel n.7) "El hombre es el lugar privilegiado de la naturaleza, donde este logos [de la naturaleza] se hace explícito, se declara."
- Amplitud y confianza (panel n. 9) A la base del conocer del hombre hay una necesaria apertura, fe, confianza, disponibilidad sin la cual no podría vivir.
Segundo polo de la relación: la realidad.
1. Las cosas están. Y no son reducibles a una creación mía (del sujeto). Su existir como polo de la relación muestra como son en relación conmigo, pero al mismo tiempo son diferentes de mí: su origen es un misterio muy real, del cual son signo. (Cfr. Panel n. 6 "Un fondo de misterio").
2. Las cosas no están simplemente. Llaman y provocan continuamente una respuesta por parte del hombre. No son neutras, sino que se desvelan para el hombre. Lo real es positivo. (Cfr. panel 8 "Un descubrimiento afortunado").
3. El ser, las cosas, aparecen con una evidencia y un atractivo tal que suscitan un "estupor, que es entusiasmo encendido en la certeza que hay un ser, un universo, un orden". La filosofía nace de este estupor, sustentado por la certeza - suscitada por las cosas mismas - que la realidad tiene un sentido. Un sentido que pide ser conocido (cfr. panel n. 10 "La evidencia del ser").
A todo aquello que hasta ahora ha sido dicho, le falta una última dimensión esencial, a la cual Zambrano concede amplio espacio. Se trata de la dimensión histórica, considerada a dos niveles. (Cfr. panel n.11 "Historia y revelación"). De un lado con este término nos referimos a la relación con el pasado, en la cual necesariamente debe ser considerada la relación hombre-realidad y que es lo que hace denso y enriquece el instante presente. Por el otro, la dimensión histórica como Historia, que es el fruto de la esperanza y el actuar humano, su protagonista irreductible.

Notas

[1] Tal vez una mañana caminando bajo un aire de vidrio
árido, volviéndome, veré hacerse el milagro:
la nada a mis espaldas, el vacío detrás
de mí, con terror de borracho.

Luego, como en una pantalla, se detendrán de pronto
colinas casas árboles para el común engaño.
Pero será muy tarde; y yo me iré callado,
en medio de los hombres que no se vuelven, con mi secreto

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