María Zambrano. Vocare, una vocación al conocimiento
autor: María Regina Brioschi
Curadora de la muestra
Carmen Giussani
Curadora de la muestra
Carmine Di Martino (moderador)
Docente de Gnoseología en la Università degli Studi de Milán
fecha: 2009-08-25
fuente: Vocare. María Zambrano, una vocazione alla conoscenza
acontecimiento: Meeting per l’amicizia tra i popoli: "La conoscenza è sempre un avvenimento", Rimini, Italia
(Meeting para la amistad entre los pueblos: "Conocer siempre es un acontecimiento")
traducción: Juan Carlos Gómez Echeverry

CARMINE DE MARTINO:
A continuación tengo el honor de presentar y moderar el encuentro de esta tarde con dos ilustrísimas huéspedes, mis amigas: Carmen Giussani y María Regina Brioschi, la una, Carmen Giussani, primitiva creadora de la muestra, una muestra que ha tenido inicialmente su edición española, Carmen Giussani es directora de Huellas, de la edición española de Tracce y ha confeccionado la muestra, la ha pensado, la ha curado, junto a otros, pero ha sido ella la mente inspiradora, y también la mano. En cambio, María Regina Brioschi ha realizado por así decir una adaptación de la muestra al tema del Meeting. La primera en efecto se dedicó al problema de la educación, pero aquí en el Meeting la muestra ha abarcado también el tema del conocimiento y María Regina Brioschi ha propuesto, habiendo introducido algunas integraciones, que son útiles para ampliar el radio de acción de la muestra hasta comprender en ello el tema: Conocer siempre es un acontecimiento. Bien, no quiero robar más espacio. María Zambrano es una de las pensadoras más en boga y como las cosas no ocurren nunca por azar, el interrogante que podemos proponernos hoy es entender por qué, es decir por qué su pensamiento, su figura ha sido y es objeto de tan grande atención. ¿Qué tiene que decirnos a nosotros? Una respuesta la tendremos esta tarde con las intervenciones y otra la tendrán viendo la muestra. La palabra para María Regina Brioschi.

MARÍA REGINA BRIOSCHI:
Refiriéndome a lo que se acaba de decir, a partir de la mitad de los años noventa, especialmente en Italia, ha nacido una creciente curiosidad alrededor del personaje de María Zambrano: entre textos de crítica y sus obras, se han editado cada año cerca de una decena de volúmenes. Por la lectura de algunos textos, sorprendentes por la agudeza de los contenidos y el estilo peculiar (rico en metáforas y sugerencias), también para mí se ha puesto inevitablemente la pregunta: ¿quién ha sido María Zambrano? Y sobre todo, ¿cuál es el contenido de su "pensamiento original", tan asistemático y poliédrico? En esta intervención quisiera tratar de contestar a esta pregunta, que me ha guiado en el trabajo y en el estudio de estos meses. De esta manera, recorreré lo que cada uno de ustedes podrá hallar y profundizar visitando personalmente la muestra.
Zambrano es una de las más grandes pensadoras del siglo XX, además de ser protagonista directa de los eventos histórico-políticos que marcan la España de su tiempo - nace en 1904 en Vélez-Málaga [*] y morirá en 1991 en Madrid, después de un extenuante y atormentado destierro (por causa del régimen franquista) que duró más de cuarenta años. Incluso distanciándose de los movimientos de pensamiento que le eran contemporáneos y moviendo encendidas críticas a los desarrollos de la filosofía moderna inaugurados por Descartes, que encuentra su máxima expresión en el idealismo alemán, la autora no ha renegado nunca de su vocación de filósofa. Dice en efecto en el prefacio de Hacia un saber sobre alma: “me permito afirmar (…) haber transcurrido toda mi vida en la misma fidelidad a lo esencial de la actividad filosófica"[1]. ¿Cuál es pues el proprium de su pensamiento, la contribución que su actividad filosófica nos ofrece hoy?
Para comprenderlo iluminaré brevemente la tradición en la que ella se introduce, heredando de ella conscientemente sea los límites, sea sobre todo aquellas instancias y aquellas preguntas, a las cuales su pensamiento es una tentativa de respuesta. Hablo de "límites" porque Zambrano no le ahorra a la filosofía occidental una dura crítica, en cuanto le imputa de ser responsable y connivente de la violencia que ha signado la historia de Europa, hasta reducirla hoy en el estado de agonía en que se encuentra[2]. ¿Qué ha ocurrido, de hecho, en el recorrido de la filosofía de los últimos siglos? Como afirma en Filosofía y poesía, "la razón, desconfiada y lejana, se [ha] auto-afirma[da] con una rigidez y un ‘absolutismo’ completamente nuevos"; y más aún "la razón afirmaba encerrándose, por lo cual, en consecuencia, no podrá encontrar algo distinto de sí misma. De aquí la angustia"[3]. Este repliegue de la razón sobre sí misma, en consecuencia, ha comportado - como apunta en La confesión como género literario - que "la vida real, el hombre real y concreto, permanecía o engreído por la ideología positivista, único resultado de la razón enajenada, o humillado. Soberbia y humillación son los dos rasgos de la desesperación del alma moderna: sus dos polos"[4]. De esta "crisis de la razón” deriva el oscurecimiento y la pérdida del sentido de toda existencia individual. Continúa en efecto: "la vida permanecía abandonada, la vida del hombre; del hombre concreto en su ignorancia y confusión. La verdad que le era ofrecida era una verdad que no enamoraba su vida, que no trasformaba"[5].
Al mismo tiempo, Zambrano procura proponer otro modelo de razón y conocimiento, alineándose con la crítica al logos de la metafísica tradicional, que tiene su inicio con la filosofía de Nietzsche. Precisamente en referencia a este último en Casi una autobiografía escribe a propósito de un aspecto de su pensamiento: "en esto, como en tantas otras cosas, concuerdo con Nietzsche, no lo sigo, pero concuerdo con él". No es pues extraña a un cierto sentimiento de la época, como demuestra - no por último - la tendencia a la asistematicidad, que caracteriza gran parte de la filosofía del novecientos. ¿Pero qué distingue a Zambrano de las otras corrientes - también ellas de inspiración nietzscheana - que, a partir de la misma crítica al logocentrismo clásico, divagan en un nihilismo o irracionalismo encarnizado? Trataré ahora de demostrarlo, distinguiendo tres núcleos principales, en los cuales se declina la originalidad de su pensamiento. (1) En primer lugar, en sus obras se advierte un peculiar realismo, no ingenuo, por el que la autora propone una interesante descripción de la relación cognoscitiva. En particular, a este respeto, impacta el acento que Zambrano pone sobre la positividad del ser, es decir sobre la inagotabilidad y la gratuidad con que las cosas se nos ofrecen con su presencia [6]. Para comprender en todo su alcance este primer punto, es útil volver a partir del tema de la crisis, que señalaba hace poco.
Ha emergido en efecto cómo la crisis del hombre contemporáneo hunde sus raíces en la "falta inicial de contacto entre la verdad de la razón y la vida"[7], en la reducción de la verdad a algo abstracto, incapaz de "enamorar" y sustentar la vida. Esto comporta la confusión y la dispersión de la vida misma, dentro de las cuales el hombre vive una soledad radical, como si la realidad alrededor de él hubiera perdido su consistencia y espesor. Escribe a propósito, en los años cincuenta: "Lo que está en crisis, parece, es aquel misterioso nexo que une nuestro ser a la realidad, algo tan profundo y fundamental que es nuestro íntimo sustento"[8]. ¿Pero cómo es posible que tal relación con la realidad, que es "algo fundamental", vaya en crisis? Y, sobre todo, ¿por qué llegar a definirlo como "nuestro íntimo sustento"? Al contestar a estas preguntas veremos emerger los rasgos de la posición realista de la que acabo de hacer referencia. Para Zambrano en efecto el conocimiento está constituido por dos polos necesarios e irreductibles entre sí: el hombre y la realidad. "La realidad y el ser que está delante de ella - el hombre – están ligados"[9], afirma en Por el amor y por la libertad. Si el primer término de la relación se ofusca también el segundo se desvanece, y viceversa. No se da nunca el uno sin el otro. El hombre necesita la realidad porque sólo en la relación con ella, con las cosas, se le da la posibilidad de descubrir "la condición específicamente humana y personal"[10], de cumplir sus potencialidades intrínsecas (no existe el hombre considerado separadamente de las circunstancias en las cuales vive y él mismo no puede conocerse en abstracto, teóricamente). Aunque el hombre puede en cada momento decidir separarse de la realidad y llegar incluso a eludirla, en virtud de su congénita libertad, la realidad nunca es reductible a su producto. Se trata, como leemos en Claros del bosque, de una "incondicional presencia"[11] que no se ofrece como término inerte de nuestro movernos. "El hombre tiene que ser movido y tiene que moverse, las dos cosas de manera sincrónica"[12], dice la autora en Notas de un método. Así la realidad - describe en Los sueños y el tiempo - aparece "como algo que ya está allí y en tal sentido es independiente de nosotros, y sin embargo invoca nuestra presencia […] es algo que, ocurriendo del exterior inicialmente, nos invoca para que entremos en su interior"[13]. Las cosas, por tanto, no son sólo objeto de nuestro conocimiento, sino que ellas mismas nos piden ser conocidas. La realidad, precisamente en cuanto existe, "pide ser buscada"[14], necesita del hombre, porque él es "el lugar privilegiado de la naturaleza donde este logos [de la naturaleza] se hace explícito, se declara"[15]. Más aún, Zambrano escribe, a propósito de la evidencia: “se trata de una realidad tal que deje una huella o una modificación en quien la recibe"[16].
El acto del conocer no es pues el resultado de un "tremendo afán individualista o personalista"[17], ansioso por poseer el objeto que de vez en cuando considera, reduciéndolo a esquemas tan científicos y exactos como ineficaces. El objeto en cambio - como podemos leer en Hacia un saber sobre el alma - es "algo que nos está delante, por lo tanto algo que nos limita, frente a lo que debemos detenernos"[18]. Conocerlo será entonces ante todo sostener en el hombre "la confianza originaria que es […] el sustrato primigenio de nuestro ser"[19]: aquella "íntima apertura a cuanto existe"[20], sobre lo cual se basa toda creencia y todo actuar humano. El moverse del hombre nace de una original confianza, que es como el terreno sobre el cual la certeza apoya y que incluso la duda presupone. Tal confianza, se declina en la experiencia cognoscitiva en los diversos grados de la atención. Este fenómeno (de la atención) es lo que de hecho testimonia "la apertura del ser humano a lo que le circunda"[21] y es por la vía de esta disposición natural que el conocimiento es descrito por la autora, ante todo, como un acoger y registrar el atractivo de algo que hay, ya que - como afirma en Hacia un saber sobre el alma - "reconocer algo como objeto significa detenerse frente a él, quedar fascinados, capturados, darle crédito, de algún modo enamorarse de él"[22].
La atención pues, tiene en el hombre el carácter de "una herida siempre abierta y de la herida posee la pasividad, el ser llaga, impronta de lo real, el estar como una cavidad viviente conformada para recibir la realidad y para dejarla pasar más allá de sí misma: hacia la plenitud de la conciencia que es juicio y razón"[23]. La tarea del hombre frente a lo real será pues la de permanecer fiel a la apertura que él mismo es, para poder acoger el dato por cómo se muestra, y llevarlo "hacia la plenitud de la conciencia que es juicio y razón."
Éste es así el primer punto de interés y originalidad del pensamiento de María Zambrano; decisivo en la medida en que el tema del conocimiento, en su doble polaridad, (hombre y realidad), también es el fundamento de los otros elementos de su reflexión.
(2.) El segundo núcleo, sobre el cual querría detenerme, es complementario al discurso que acabo de hacer y nos permite integrarlo a través de una dimensión esencial, por el momento omitida. Se trata de la dimensión histórica, o sea de la relación con el tiempo. Si el hombre – como hemos visto - descubre su condición "específicamente humana" en virtud de la relación con las cosas, esta última no ocurre nunca en un instante atemporal, en el cual el individuo se agotaría completamente; es el tiempo el que permite el desarrollo de tal relación, y por tanto le permite al hombre madurar en el conocimiento de sí. En este sentido la temporalidad es coesencial al hombre, criatura no "incompleta", pero tampoco "formada de una vez por todas"[24]. Así también la Historia - a los ojos de la filósofa - no es algo distinto y "no tendría sentido si no fuera la revelación progresiva del hombre” [25].
Notamos desde estas primeras alusiones el emerger de una dialéctica (siempre en devenir) entre dos elementos, también en este caso, (como para la relación cognoscitiva) esenciales e irreductibles: tiempo y hombre, o, en términos más específicos, Historia y Persona. Sin pretender agotar el problema que requeriría una larga disertación, quisiera introducirles sintéticamente a la idea cardinal que guía la reflexión sobre el tema, es decir, el concepto de "historia ética" y el papel que la "persona" juega al interior de esta concepción. Zambrano escribe cuatro textos, en los cuales afronta el tema de la historia sea a nivel teórico, sea en la conexión con el plan de la política y la democracia, así como a partir de la provocación de los hechos históricos concretos, que han marcado la historia de Europa de aquellos años y de manera cercana también su atormentada situación, personal y familiar. Su reflexión por tanto está animada por las urgencias del tiempo; como afirma en Horizontes del liberalismo: "en la hora presente urgen obreros del tiempo en sus direcciones: hacia el pasado, para que lo descubran sin deshacerlo, y hacia el futuro, para llevarlo a la luz en la cantera del presente"[26]. El hombre es considerado por un lado como ser plenamente histórico (es decir, se mueve sólo dentro de tal horizonte), del otro, en cambio, su ser no es reducible a simple engranaje encajado en la gran máquina de la Historia. Advierte sobre esto en Persona y democracia: "paradójicamente, en efecto, existe la historia, con sus incesantes cambios, porque el hombre, su protagonista, es algo que no se agota en la historia, porque en cualquiera de las dimensiones de su ser las supera. Y por esto la determina"[27]. La persona tiene algo que huye de la lógica del devenir histórico, en virtud de lo cual puede incidir de modo consistente en el mundo. El hombre, en cualquier circunstancia se encuentre, tiene una responsabilidad única y personal frente al instante presente y al pasado del cual proviene. Tal responsabilidad y libertad son dadas - como escribe en Hacia un saber sobre el alma – desde el "fondo incorruptible de cada hombre, por cuanto llena de errores sea su vida, [que] es lo que no puede jamás callar y protesta por cada injusticia; […] Justo gracias a esta exigencia el hombre, inmerso en la historia, es capaz de contrastarla y de querer salir de ella"[28]. Cada uno por tanto no está nunca encajado y condenado trágicamente a una suerte ya escrita, como si fuera una víctima sacrificial, sino que es llamado a participar en su cumplimiento y en su propia historia; se pasa por tanto de una lógica sacrificial a una lógica de participación. De participación porque, si de un lado hemos subrayado que la persona es libre con respecto a las circunstancias histórico-sociales en que es puesta, de lo otra necesita - para realizarse a sí misma - de la relación consciente con la propia historia, que se inscribe en la de la entera humanidad a través de la tradición que lo ha alcanzado. Esto ocurre justo en cuanto – dice Zambrano - "la sustancia en las cosas de la vida corresponde al pasado, porque precisamente ya fue. Y cada vida necesita de una cierta sustancia, de un sostén de la conciencia que tiene que necesariamente ser de alguien y derivar de algo, a partir de algo. La conciencia no inicia jamás de un estado de absoluta originalidad, porque nace de un conflicto o, al menos, de una diferencia entre planos vitales, entre tiempos diversos"[29].
Llegamos así a la idea de historia "ética". Para la autora lo "ético" es la "característica de la vida de la persona humana"[30], o sea - cito - "la dúplice fidelidad a lo absoluto [aquel fondo incorruptible del que hemos hablado] y a la relatividad [el momento histórico y de la tradición en la cual se vive] "[31].
(3.) después de haber hablado de conocimiento e historia, llegamos ahora al último punto para completar este cuadro sintético, introductivo al pensamiento de la filósofa española. El concepto sobre el cual ahora trataré de aclarar es indudablemente el más conocido y estudiado: la idea de razón poética. La "razón poética" nace y se pone en oposición a la arriba mencionada reducción obrada por el intelectualismo y por el racionalismo con respecto al hombre y – por tanto - a su razón. Dice en efecto Zambrano en Hacia un saber sobre el alma: "la cultura moderna ha expulsado de sí al ser total del hombre para ocuparse solamente de su pensamiento"[32]. Lo que se ha perdido, que la autora investiga, es - continua en el mismo texto - "una idea del hombre en su integridad y una idea de la razón igualmente en su integridad"[33]. En suma, una idea de razón no parcial, necesaria para ofrecer una imagen realista de aquella que es la efectiva experiencia humana, ya que - como todavía subraya la autora - "[si, de una parte,] la pasión por sí sola pone en fuga la verdad, que, susceptible y ágil, logra sustraerse a sus garras. [De otra parte] la sola razón no logra sorprender la presa. Mientras, pasión y razón unidas, o mejor, la razón apasionada que se yergue con ímpetu pero sabe luego retenerse al momento justo, logra capturar sin daño la desnuda verdad"[34]. Así, si tal es la exigencia a la cual trata de responder la razón poética, ella al mismo tiempo se introduce al interior de una reflexión, madurada en los años, sobre la diferencia y la especificidad de la filosofía con respecto a la poesía, sea a nivel de contenidos sea a nivel formal. Acercarnos a tal distinción, nos permitirá tomar la potencia y la novedad que la expresión razón poética (con acento oxímoro [**]) lleva consigo. El poeta en efecto es aquel que “es poseído por la belleza en su resplandecer, por la belleza que brilla y que se destaca en toda cosa" y "no hace algo distinto: se mantiene alerta hasta el anhelo frente a los cambios en el que las cosas nacen, perecen, se consumen" [35]; el filósofo, por el contrario, - y esto se refiere de manera intensa a la crítica de la metafísica contemporánea - es "el hombre que, saliendo de su estupor inicial"[36], se separa violentamente de las cosas, para adueñarse de ellas a través del uso de la definición, que es también el acto con el cual - al mismo tiempo – se pone él mismo como fundamento de todo lo que existe.
Pero ¿si tal es la consideración del procedimiento filosófico, debe ser rechazada y abandonada la idea de razón que acompaña el nacimiento de la filosofía y por lo tanto el origen de la racionalidad occidental? A este propósito querría proponerles algunos fragmentos, de los cuales emerge la posición, final y no inmediata, de Zambrano. Al lado en efecto de la condena de la (posible) violencia de la filosofía, la autora identifica muchas veces lo específico de la naturaleza humana con la razón, el "bellísimo descubrimiento griego correlativo al ser"[37], como afirma. Esta convicción es tan firme en ella que, siempre en Filosofía y poesía, liga una de las posibles razones de la crisis actual al hecho que demasiados ya no quieren aceptar que la naturaleza humana es razón [38]. ¿Cuál razón afirma entonces en estas páginas? ¿Y cuál sería su naturaleza original, que sería después traicionada en los siglos? Para contestar tenemos que volver a Grecia, para observar los momentos iniciales de la aparición de la filosofía, ciencia por excelencia de la razón.
Ella en efecto ha nacido - escribe en Notas de un método - de "aquella pobreza de espíritu en la cual permanecemos frente a lo real, por cuanto mínimo sea, cuando se presenta sencillamente como real, como lo que existe"[39]. Sólo de tal pobreza surge "el estupor, que es entusiasmo encendido en la certeza que hay un ser, un universo, un orden"[40]. Es este estupor, continuará luego Zambrano, de la cual se ha nutrido la pregunta filosófica de siempre, un estupor que no es otra cosa que aquella maravilla de la cual - decía Aristóteles - nace el pensamiento. ¿Cuál será entonces la acción propia de esta investigación, fiel al estupor inicial del cual trae origen? Llevar el dato a la transparencia. Subraya en efecto - en Hacia un saber sobre el alma - como "la Filosofía nació de la necesidad que la vida humana […] tiene de transparencia y visibilidad. Si la vida aspira a hacerse terrenal, pide igualmente hacerse inteligible y no tiene otra morada que no sea la transparencia; es la intimidad que aspira a hacerse visible; soledad que quiere ser comunidad en el luz"[41]. Esta "transformación" (la filosofía es transformación, repetirá a menudo la autora [42]), este "llevar a la transparencia", este juzgar, no es pues un acto violento del cual huir, para encerrarse en una forma de saber indecible, sino que es una necesidad intrínseca al hombre, desencadenada por el impacto con la realidad. Por tanto se trata de una razón poética, donde la "poética" indica, incluso antes que un método de escritura determinado, la mirada amorosa, propia de la poesía, con la cual la razón permanece conmovida frente a su objeto, sin pretender adueñarse de él, definiéndolo. En este sentido, Zambrano hablará también de "razón piadosa" hacia las cosas, es decir movida por la piedad, que es - cito - el "saber tratar […] con lo que es radicalmente diferente de nosotros"[43], una razón amorosa que se refiere - como ella mismo dice - "a la totalidad de las cosas, no para apartarse de ellas, sino para afirmarlas. No para evadirse del mundo, sino para sostenerlo"[44].
Por último es interesante y no secundario, a este propósito, notar cómo esta "razón poética" también en su modo asistemático - pero no sin método - de escribir, es quizás de ello la ejemplificación más clara.
Sobre este aspecto en efecto así se ha expresado la crítica: "su hablar [de Zambrano], escribir, pensar no era sin embargo un trabajo intelectual aplicado a un objeto, sino una creación, un hacer ser al objeto mismo, no en el sentido de darle existencia de la nada como una mesa o una silla, sino de hacerlo "revelación", momento de verdad"[45]. Y es esto - en mi opinión – lo que hace única y apasionante la lectura de sus textos: una reflexión que es al mismo tiempo revelación, creación poética, y que deja difícilmente indiferentes, como podéis ver vosotros mismos en la muestra.
Gracias.

CARMEN GIUSSANI:
Bien, empiezo diciéndoles la experiencia que hemos hecho conociendo, empezando a conocer a María Zambrano. Conocer es un pequeño prodigio, conocer no es sólo un acto material, porque lo que conocemos siempre tiene dentro algo que va más allá de las nociones, de las informaciones sobre el dato empírico. Todo nuestro conocimiento, también el más simple, es siempre un pequeño prodigio, porque no se doblega nunca completamente a los instrumentos materiales que empleamos. En cada verdad hay más de cuanto nosotros mismos habríamos esperado. En el amor que recibimos hay siempre algo que nos sorprende, no deberíamos jamás dejar de asombrarnos frente a estos prodigios. En cada conocimiento, también en el más pequeño, en cada acto de amor nuestra alma experimenta un más que se asemeja mucho a un regalo recibido, a una altura a la que nos sentimos elevados. No habría encontrado jamás las palabras para decir tan bien quién es María Zambrano, antes no la conocíamos, conocer es un pequeño prodigio en que nos sentimos objeto de un regalo y que nos hace diferentes. Retomo brevemente los acentos que María Regina ha expresado tan bien y de manera tan precisa. Ella ha partido de dos preguntas, que tenemos todos, ¿quién es María Zambrano a quien cita Carrón? y luego, ¿cuál es la originalidad de su pensamiento?.
Respecto a quién es, hago una observación y tres énfasis. La observación es que no se encuentran las ideas, se encuentran a las personas, por tanto viendo la muestra ustedes no encuentran ideas, lo que encuentran son personas. Por esto la muestra tiene al inicio una biografía que es muy bella, está llena de citas, la voz femenina pronuncia frases suyas pero está hecha a propósito porque sólo si se conoce la persona uno se abre a su pensamiento.
Respecto a quién ha sido María Zambrano dije tres énfasis, el primero, que ha sido una mujer, una filósofa que ha vivido casi un siglo. Piensen que ha vivido todo el vigésimo siglo, es decir, el siglo de las grandes ideologías y de las terribles tragedias de la crisis del hombre hasta niveles inimaginables. Ella ha vivido desde 1904 hasta el '91, todo el vigésimo siglo, bien sea su vida personal, bien los hechos históricos la han puesto a prueba dolorosamente, duramente y continuamente. Cuarenta años de su vida ha pasado en destierro, fuera de su patria, llevándose la España en el corazón. Ha sido por lo tanto una mujer que ha vivido su vocación filosófica. Ella utiliza siempre un vocabulario cristiano, por ejemplo que la vida es vocación, que ella se sentía llamada a esta vocación filosófica. Por más de tres veces ha tenido la tentación de dejar de estudiar filosofía, porque era la única alumna de filosofía de la universidad de ese entonces, las mujeres no tenían todavía derecho al voto y cuando ella entraba a clase eran todos chicos, y los profesores eran todos hombres y ha superado estos momentos de duda sobre continuar precisamente porque era una vocación personal y no era sólo un interés, por muy significativo que fuese.
Decía por lo tanto que ha sido una mujer que ha vivido su vocación filosófica movida más allá de un interés, una exigencia académica, por una necesidad: la necesidad de vivir, de responder a esta continua provocación, a esta continua puesta a prueba que la vida no le ha ahorrado en ningún sentido. Fue por un breve período, cuando tenía algo más de treinta años, docente suplente de la cátedra de metafísica en la universidad Central de Madrid, actualmente la Complutense, pero tenía treinta años, pocos años, después cuando a los treinta y cinco años, y todavía es jovencísima, empieza el exilio en el '39, al final de la guerra civil española, va a enseñar en una pequeña universidad de México, y después a la Habana en Cuba y a Puerto Rico. Pero el móvil constante de su reflexión, de su pensamiento fue siempre el oficio de vivir y la condición dramática de este oficio de vivir, que es la condición humana. Por esto la sentimos cercana aunque no somos filósofas. Escribe: "Lo que es fundamental en la experiencia lo comunicamos a los otros sólo reviviéndolo, no porque lo hayamos ya aprendido, y la verdad, aquella de la cual necesitamos para vivir, es sólo la verdad que renace y revive en nuestra experiencia, siempre de nuevo, como la primera vez que la hemos descubierto."
La segunda observación sobre quién ha sido María Zambrano, quizás esto tenga un sentido más importante para los españoles, pero puede ser útil para todos nosotros. A menudo ella ha sido asociada en España con un pensamiento que sería de izquierda, con una influencia marxista. ¿Por qué? Porque sea por el padre, por tanto también ella al principio de la guerra civil española, en el '36, se alinearon con el 'bando republicano'. Ustedes deben imaginar que una guerra civil es la experiencia más terrible que pueda ocurrirle a un pueblo y por tanto las familias fueron divididas, la gente que iba junta a la iglesia fue dividida, por tanto fue un momento de gran confusión, de gran violencia y muy complejo. A este propósito dejamos que hable una de sus cartas. Cuando llega a México, se le pide enseñar en la universidad de Morelia [***] donde se encuentra con el rector y éste le hace ciertas observaciones que leo ahora, entonces ella las transcribe a un amigo que fue director, en aquel entonces, de la casa de España en México y escribe: "El Sr. rector me habló con gran cordialidad y me explicó la condición revolucionaria de la universidad de Morelia, me dijo que me habría encontrado sin duda a gusto, ya que le habían dicho que yo había militado en el partido comunista" (el 'bando republicano' viene frecuentemente asociado al partido comunista) y continúa: "puesto que esto no es verdad, se lo dije enseguida, esto habría quedado sólo un equívoco si el Sr. rector no hubiese continuado y no me hubiese dicho enseguida que el artículo tercero de la constitución mejicana vigente en ese entonces prescribe la educación socialista a la cual tenía que atenerme. Me dijo que en México no hay libertad de cátedra y que el profesor no tiene la libertad de elegir su propia posición ideológica y política". Después de haber expresado su desconcierto, decide no entrar en polémica, no sin antes sin embargo, son suyas las palabras, de haber desmentido su pertenencia ideológica al marxismo. "En todo caso tengo que decirle que yo no he sido nunca ni comunista ni marxista". He querido hacer este énfasis, repito que puede tener más valor para un ámbito español, porque me pareció un deber hacia ella.
El tercer acento sobre quién ha sido. María Regina de manera muy aguda, muy detallada ha observado que la cosa que más impacta en ella es el sentido religioso, hecho de una confianza en la realidad, en el mundo, en el hombre, en el sujeto que lo conoce, una confianza en el ser como misericordia, una confianza en la capacidad de la razón que es más grande que aquello a lo que la hemos reducido, o ha sido reducida por la modernidad. Imaginen que en uno de sus libros escribe: "la realidad, las cosas existen en virtud de la misericordia", no de la necesidad, no sería necesario que existieran las cosas sin embargo son, existen en virtud de la misericordia. "Nada de lo que existe sería estrictamente necesario": que exista el mundo, que nosotros seamos llamados a vivir es fruto de la misericordia, es don de la misericordia. Impacta además que también en los acontecimientos más dolorosos de su vida haya siempre sabido cantar la esperanza, también cuando no lo pensaba hablaba de la esperanza. Entonces naturalmente uno se pregunta de dónde le viene esta confianza, de dónde viene esta raíz segura y serena. Le viene del padre - en la muestra leerán un escrito suyo sobre la figura del padre que es conmovedora -, le viene de la madre, que le comunicó el sentido religioso, es decir el sentido de la realidad hasta el fondo -, del padre, de la madre, de España, después lo explico, y del cristianismo.
En uno de los momentos más dramáticos de su vida, cuando vivió la experiencia límite del hombre, cuando el hombre se encuentra al bordo del abismo de la desesperación, escribe a una amiga: "Pienso, digo, ruego, Señor mío ya que me llamas a vivir, porque me pides vivir, ya que me llamas a vivir, haz que para vivir tenga lo necesario y pueda así cumplir tu voluntad". Cuando no tiene nada, está sola, no tiene dinero, en el momento del límite, al borde de la desesperación, escribe: Señor mío, ya que me pides vivir, haz que para vivir tenga lo necesario y pueda así cumplir tu voluntad. Son muchísimos los testimonios de su descendencia, de su estirpe cristiana.
Después de haber dicho algo sobre quién ha sido, quiero hacer eco a las observaciones de Regina sobre su original pensamiento, en particular sobre dos cosas, brevemente. Conocer a una persona no es definirla, porque no se puede, una persona la conocemos cuando tenemos que dejarla, como mi madre que ha muerto ahora en abril, pero los últimos días he conocido de ella algo que no conocía antes, porque me lo ha dicho, es decir conocer a una persona no es definirla sino abrirse continuamente a su presencia, a ella. Por esto nosotros hemos tratado de ser coherentes con esta evidencia y limitar el contenido de la muestra al problema del conocimiento, no hemos querido decir todo. Regina ha dicho, en su premisa, que María Zambrano ha sido precursora, ha sentido la necesidad de abrir, de liberar la razón, que había sido puesta en la cárcel y lo ha sentido personalmente con mucha fuerza, ha realizado una crítica a la razón que se había convertido en lo contrario de sí misma; en lugar de abierta, curiosa y disponible hacia el dato de las cosas, de la realidad, se había vuelto absoluta: las cosas que yo pienso existen, entre más hablo de ellas, más les doy valor. No es verdad, es una razón que ha perdido su verdad. Dice Zambrano: cuando se llega al "delirio" - el delirio es aquello actual, es decir, de una realidad creada por mi pensamiento, por mis palabras - cuando la razón llega al delirio es necesario recobrarse, despertarse, cuando se pierde el sentido de la realidad es necesario despertarse. Dice: "el despertar de la filosofía", el nacimiento de la filosofía, “ha sido desde el principio", frente a la realidad, la historia, "un entrar en razón”. Es decir: en la confusión, en el caos era necesario que la razón entrase a buscar un sentido, un orden, un cosmos, una armonía. El inicio de la filosofía ha sido un entrar en razón pero luego de veinte siglos, la razón ha llegado al delirio, al delirio de la omnipotencia, al delirio de ser capaz de decir todo, hasta de crear las cosas, el despertar, el recobrarse es entrar en la realidad, dejar los discursos que nos hacen creer de ser lo que no somos y doblegarnos al ser de las cosas, a la realidad, a la experiencia.
Ésta por lo tanto es la premisa: una crítica a la razón que ha perdido su respiración, su grandeza y una necesidad de volver a dar a la razón toda su capacidad, toda su amplitud. Luego después de esta premisa, Regina, sobre el conocimiento, ha hablado de realismo, sentido del tiempo y razón poética; me detendré brevemente sobre el realismo y la razón poética.
A este propósito quisiera añadir a lo que ella ha dicho sobre un aspecto particular. María Zambrano es una española y el pensamiento español nos trae a los italianos algo nuevo, un acento nuevo, este acento está hecho de dos polos: el realismo y la razón poética. Zambrano escribe: "la novela y la poesía son sin duda formas de conocimiento pero en ellas el pensamiento se encuentra esparcido, difuso, extenso, en ellas el saber" - sobre las cuestiones esenciales de la vida, el saber sobre el amor, sobre la verdad, sobre el padre, sobre la tierra nativa, el saber sobre las cosas esenciales, sobre las cuestiones últimas, "el saber fluye y aparece de modo imprevisto". María Zambrano retoma esta idea de un filósofo español Miguel de Unamuno, que escribe: "estoy cada vez más convencido que nuestra filosofía, la filosofía española, se encuentra en estado líquido, difuso en nuestra literatura, en nuestra vida, en nuestra acción, en nuestra mística y sobre todo en nuestro pueblo". Explica María Zambrano: "la necesidad que tenemos de saber, una necesidad ineludible", todo necesitamos saber, "una necesidad propia de cada hombre y cada pueblo, sobre todo acerca de las cosas que más le apremian, se ha solucionado en España en formas que se podrían decir sacramentales, como la novela, en forma suprema la poesía". Con lenguaje cristiano dice que la novela, la poesía, el arte, la tradición popular son formas en que el significado de algún modo se expresa, está contenido. El pensamiento español, como ella observa, siempre se ha mostrado reticente frente a un pensamiento esquemático, rígido, que pretende haber cerrado el círculo, es decir haber dicho todo, haber puesto todo, todo, todo en orden. ¿Por qué?
Porque si el verdadero filósofo parte de la maravilla del ser, muchas veces el pensamiento abandona esta maravilla del ser para cerrarse en un esquema, en una idea, reniega de este estupor inicial para afirmar que él es el fundamento de todo. Pero cuando la razón pretende ser todo, da vida a la angustia o al poder. Si mi razón es todo y no necesito de ustedes ni de la realidad sino que yo creo el significado de las cosas, acabaré en la angustia o si tengo otro carácter acabaré en la violencia, en el poder. Porque nuestra razón está ligada, depende de otra cosa, de lo que tiene de frente y dentro de sí. La falta de sistematicidad en el pensamiento español puede leerse como un modo peculiar, un modo particular de entender la vida y de conocerla, al cual damos el nombre de realismo español. Escribe Zambrano: "el realismo - español - lo hemos visto surgir como otra cosa distinta respecto a la teoría, diferente e irreductible a sistema". Es otro modo de pensar, es otro modo de vivir. Lo entienden todos cuando piensan en la danza española, que desde el flamenco hasta la danza moderna, toma el impulso en cada figura, del apoyo del pie entero y no se despega nunca, al menos uno de los dos pies, está en tierra; ésta es precisamente la imagen física de este realismo, es decir cada pensamiento, cada salto, cada ímpetu es tanto más fuerte cuanto más se apoya, permanece apegado, toma ocasión de algo distinto que es la realidad. Por realismo no entiende el copiar la realidad, sino que entiende cierto modo de sentirla y de vivirla. A este punto les hago una lista de cosas que ella dice respecto al realismo español: el predomino de lo natural, de lo simple, de lo espontáneo, de lo inmediato; una admiración que no se cansa, una admiración por el mundo sin pretender reducirlo a la nada, casi un estar enamorado del mundo e incluso un materialismo, se habla de un materialismo zambraniano, que reenvía de manera muy explícita a la exaltación misericordiosa de la materia y de las cosas pequeñas, normales, cotidianas de Teresa de Ávila. Un saber que se expresa en un lenguaje directo, simple, claro, en formas populares accesibles a todos, un corazón enemigo de la abstracción, que no reniega de la razón sino que la pone en obra, no para apartarse de las cosas sino para afirmarlas, no para evadirse del mundo sino para sustentarlo.
En síntesis, y con esto acabo, el realismo español es la sensibilidad y el modo de sentir la vida que da origen a una cierta forma de conocimiento, un conocimiento poético. La realidad, el realismo pone en juego una razón que, como Regina ha explicado, es una razón amorosa, interesada, abierta, que no quiere separarse del estupor que las cosas nos suscitan. El encuentro entre la realidad, este realismo español y una razón que la filósofa llama poética, amorosa, abierta, el encuentro es, produce, el conocimiento. A propósito del conocimiento poético, Zambrano escribe: "Si España ha conservado en algo su unidad de pueblo, ha sido en la unidad de la gracia", en la sensibilidad a la gracia, en la unidad de la gracia. "Muy poco vale para el español aquel conocimiento que sólo es fruto del esfuerzo, de la fatiga", de lo que somos capaces de hacer. "Este conocimiento”, todo mérito nuestro, fruto sólo de nuestro esfuerzo, “es como un saber ilegítimo, un saber desgraciado, en el cual quizás, se expresa sobre todo la presunción del hombre o bien la vanidad, la soberbia, más que la verdad. Un saber que no es deseable. El conocimiento poético, en cambio, - he aquí el conocimiento - es fruto de un esfuerzo", de un deseo, de una tensión, de un trabajo, de una búsqueda, de una fatiga, "es fruto de un esfuerzo al cual, a mitad del camino, se le ofrece una desconocida presencia". A mitad del camino, porque el deseo de conocer, el deseo que busca esta presencia, que trata de conocer, no quedará nunca solo, nuestra tensión, nuestra apertura, nuestra búsqueda no quedará nunca sola, no caerá jamás en la soledad angustiosa, en aquella angustia de quien no hace ya caso a lo que tiene en frente, porque está completamente capturado por su esfuerzo, por su pensamiento. En cambio quien no deja de mirar lo que tiene cercano, lo que tiene en frente, no estará nunca en aquella soledad angustiosa.
Repito: "el conocimiento poético es fruto de un esfuerzo al cual a mitad del camino se le ofrece una desconocida presencia", a mitad del camino, porque el deseo que busca esta presencia, no quedará nunca solo, no caerá nunca en la soledad angustiosa de quien ambiciosamente, presumidamente se separa de la realidad. Quien se separa, quien tiene suficiente de lo que tiene ya en la cabeza, a ése la realidad dejará de entregarse, pero al que ha preferido la pobreza de la inteligencia, la apertura de la inteligencia, quien ha renunciado a la vanidad y a la veleidad soberbia, quien busca poseer aquello que es en cambio inagotable, a ése la realidad se le ofrece, le va al encuentro y en este encuentro el hombre conoce la verdad, que no será una verdad violada, mérito nuestro, conquistada sólo con nuestras fuerzas, sino que será revelación de gracia, será gratuita. He aquí el corazón de la razón poética.

CARMINE DE MARTINO:
La tarea de una presentación es incitar el deseo, por tanto lo habrá logrado en la medida en que habrá suscitado en cada uno el deseo de ir a ver personalmente la muestra y profundizar en la relación con esta persona. La vocación filosófica es la vocación humana. Es verdad que la filosofía tiene aspectos profesionales como cada dimensión, pero la Zambrano, como se nos ha sido restituida hoy por las dos intervenciones, nos demuestra que la vocación filosófica coincide con la vocación humana, es decir con aquella vocación a responder a la invitación de aquella presencia incondicional que invoca nuestra presencia. Y es, la vocación filosófica, aquella que satisface la exigencia insuprimible, en cada uno de nosotros, de transparencia y de visibilidad. Nosotros somos la transparencia del ser, el yo es autoconciencia del cosmos, como hemos oído otras veces, por tanto de la Zambrano nosotros aprendemos una perspectiva profesional determinada, pero también aprendemos el oficio de vivir, que se hace cargo de todo el drama, más aún lo atraviesa, para que la relación con la realidad sea cada vez más la vía de nuestra plenitud. Buena muestra.
[1] Hacia un saber sobre el alma, p.6.
[2] Cfr. a este respeto especialmente La agonía de Europa y el cuarto capítulo de Filosofía y poesía o sea Poesía y metafísica
[3] Filosofía y poesía, p. 93
[4] La confesión, género literario y método, p. 37
[5] Ibídem
[6] Cfr. Unamuno, p. 163-64.
[7] La confesión, género literario y método, p. 34
[8] Hacia un saber sobre el alma, p. 84
[9] Por el amor y por la libertad, p. 148.
[10] Por el amor y por la libertad, p. 146
[11] Claros del bosque, p. 137
[12] Notas de un método, p. 129
[13] Los sueños y el tiempo, p. 43
[14] Por el amor y por la libertad, p. 153
[15] La innata esperanza. Escritos del destierro, p. 32
[16] La confesión, género literario y método, p. 76
[17] Filosofía y poesía, p. 114
[18] Hacia un saber sobre el alma, p. 95
[19] Hacia un saber sobre el alma, p. 86
[20] Hacia un saber sobre el alma, p. 86-87
[21] Por el amor y por la libertad, p. 54
[22] Hacia un saber sobre el alma, p. 94
[23] Por el amor y por la libertad, p. 54
[24] Cfr. Hacia un saber sobre el alma p. 84
[25] Persona y Democracia, p. 29
[26] Horizontes del liberalismo, p. 75
[27] Persona y democracia, p. 133
[28] Hacia un saber sobre el alma, p. 92
[29] Delirio y destino, p. 173-74
[30] Persona y democracia, p. 192
[31] Ibídem
32] Hacia un saber sobre el alma, p. 14
[33] Hacia un saber sobre el alma, p. 18
[34] Hacia un saber sobre el alma, p. 11-12
[35] Filosofía y poesía, p. 49
[36] Filosofía y poesía, p. 93
[37] Filosofía y poesía, p. 44
[38] Cfr. Filosofía y poesía, p. 63
[39] Notas de un método, p. 105
[40] Ibídem
[41] Hacia un saber sobre el alma, p. 42
[42] Cfr. por ejemplo Casi una autobiografía, en "aut aut", n. 279, p. 130-131
[43] Por una historia de la piedad, en "aut aut", n. 279, p.67
[44] Filosofía y poesía, p. 114
[45] Cfr. L. Boella, De una historia trágica a una historia ética, p. 146
[*] Vélez-Málaga es un municipio de la provincia de Málaga, en la comunidad autónoma de Andalucía, España. Fuente: Wikipedia. [n.d.t.]
[**] Oxímoron. (Del griego. ὀξύμωρον). 1. m. Ret. Combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido; p. ej., un silencio atronador. Fuente: www.rae.es Diccionario de la Real Academia Española. [n.d.t.]
[***] Morelia es la ciudad mexicana capital del estado de Michoacán de Ocampo, así como cabecera del municipio homónimo. Fuente: wikipedia. [n.d.t.]

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