Romano Guardini y Luigi Giussani en diálogo con ...
autor: Massimo Borghesi
Profesor de Filosofía Moral en la Universidad de estudios de Perugia
Johannes Modesto
Postulador de la Causa de Beatificación de Romano Guardini y Adepto Pastoral en la curia arzobispal de Múnich
Monica Scholz-Zappa
Profesor de Ciencias Lingüísticas y Culturales en la Universidad Albert-Ludwig de Freiburg im Br.
Alberto Savorana (moderador)
Portavoz de Comunión y Liberación
fecha: 2016-08-19
fuente: Romano Guardini e Luigi Giussani in dialogo con la modernità
acontecimiento: Meeting per l’amicizia tra i popoli: "Tu sei un bene per me", Rimini, Italia
(Meeting para la amistad entre los pueblos: "Tú eres un bien para mí")
traducción: María Eugenia Flores Luna

ALBERTO SAVORANA:
Buenas tardes. Bienvenidos a este encuentro de la jornada inaugural del trigésimo séptimo Meeting para la amistad entre los pueblos “Tú eres un bien para mí”. Estoy muy contento de poder presentar a nuestros relatores, porque las personas de las que nos hablarán han ejercido un rol, una función, una paternidad grande en relación a la realidad de la que ha nacido hace tantos años el Meeting de Rímini: son Romano Guardini y Luigi Giussani. Hemos elegido una denominación particular para hablar de ellos esta tarde con nuestros tres invitados, que es el diálogo que Guardini y Giussani han sabido instaurar, tener con el hombre moderno, con el hombre de la modernidad; un diálogo que, como tendremos modo de escuchar, ha sido profundamente fecundo y continúa siendo actual. “¿Un hombre culto, un europeo de nuestros días puede creer, creer realmente, en la divinidad del hijo de Dios, Jesucristo?” Esta es una frase escrita por el gran Dostoievski hace más de un siglo.

Guardini y don Giussani son dos prototipos de este hombre moderno, dos testigos ejemplares de un hombre dotado de todas las capacidades de su razón y de su libertad, profundamente cultos, europeos y modernos, dos personas que han empezado una batalla, una aventura, para responder a la pregunta dramática y siempre actual de Dostoievski. En un mundo donde todo comenzaba a decir lo contrario, Guardini en los años 1930 en Alemania, don Giussani en los años 1950 en Italia se han cuestionado sobre la actualidad de la fe cristiana, una fe que la tradición milenaria de la Iglesia había puesto en sus manos para revivirla. Han buscado de algún modo una justificación, como ha dicho en su reciente entrevista Benedicto XVI, una justificación que la hiciera aceptable, comprensible, útil, adecuada a la vida del hombre moderno, del hombre contemporáneo y tenemos que reconocer que ambos han abierto un camino, en contextos profundamente diversos, un camino en el que tantos se han encaminado y continúan caminando.

Guardini y Giussani de algún modo han interceptado, leído los signos de los tiempos, los signos de un cambio de época. El primero en la Milán de los años 1950, el segundo en Alemania de los años 1930 y en esto se han demostrado testigos ante litteram de la invitación que Papa Francisco dirige constantemente a los Cristianos, hoy, en una época en que las antiguas certezas, lo que parecía inquebrantable se han derrumbado y todo de algún modo debe ser reconquistado. Decía el Papa en febrero a los obispos de México: “Por favor no caer en la parálisis de dar viejas respuestas a preguntas nuevas”. Ambos han interceptado una urgencia que aún Benedicto XVI ha expresado con estas palabras: “Para el hombre de hoy las cosas en cierto modo se han volteado: ya no es el hombre que cree tener necesidad de justificación en presencia de Dios, más bien piensa que sea Dios mismo quien deba justificarse a causa de todas las cosas horrendas presentes en el mundo y frente a la miseria del ser humano, todas las cosas que últimamente dependerían de él”.

Enfrentándose a esta provocación don Giussani y Guardini han respondido a Dostoievski: sí, el hombre moderno culto europeo puede creer aún, y lo han hecho ante todo con el testimonio de su vida, antes aún que con la cantidad de libros, textos, palabras que han pronunciado. Hay un motivo más que nos hace encontrar aquí hoy y es el singular encuentro que don Giussani ha tenido con Guardini, él que nunca lo ha conocido, que lo ha encontrado de lejos, leyendo en los años de su formación, luego poco a poco con el tiempo, en algunas de las obras más importantes del gran teólogo italiano-alemán. Hay una expresión que probablemente tantos en la sala recuerdan, que pueden citar de memoria, que ha conquistado don Giussani más que cualquier otro: “En la experiencia de un gran amor todo lo que ocurre se vuelve un advenimiento en su ámbito”. Para don Giussani la experiencia de este gran amor es la experiencia del encuentro cristiano, del encuentro con la figura de Cristo, que le ha hecho tornar viva la memoria de lo que llamaba “el lindo día”, el día que le ha cambiado literalmente la vida.

“Para mí todo ocurrió como la sorpresa de un lindo día, cuando un profesor de secundaria, tenía quince años, leyó y explicó la primera página del Evangelio de San Juan: el Verbo de Dios, o todo eso de lo que todo consiste se ha hecho carne, por eso la belleza se ha hecho carne, la bondad se ha hecho carne, la justicia se ha hecho carne, el amor, la vida, la verdad se ha hecho carne: el ser no está en un hyperuranio platónico, se ha hecho carne, es uno entre nosotros”. “Mi vida ha sido literalmente sorprendida por eso, el instante desde entonces ya no fue banalidad para mí”. Es la experiencia del gran amor descrito por Guardini.

Y entonces nosotros queremos hoy escuchar a las tres personas que se sientan a mi lado, contarnos alguna cosa de la actualidad, del alcance, de la vida, del pensamiento, de la experiencia de Guardini y Giussani como contribución al hombre de hoy, que busca confusamente una manera de vivir. ¿En un momento de cambios radicales qué cosa tienen que decirnos, que contribución ofrecen a nuestro camino hoy? Hemos invitado de Alemania a Johannes Modesto, que es doctor en teología y agente pastoral en la diócesis de Múnich y Frisinga, sobre todo porque en los últimos meses ha sido elegido por el Cardenal de su diócesis como Postulador de la apertura de la causa de beatificación y canonización de Romano Guardini y le agradecemos por estar con nosotros hoy. Tenemos luego a Máximo Borghesi, que es profesor de Filosofía Moral en la Universidad de estudios de Perugia y se ha ocupado, en repetidos años de estudio y de investigación, de ambos personajes nuestros, don Giussani y Guardini, sobre los cuales ha escrito diversos libros.

Por último Mónica Scholz-Zappa, profesora de Ciencias Lingüísticas y Culturales en la Universidad de Friburgo en Alemania, que en los últimos años, ha probado a poner bajo la lupa este diálogo a distancia entre don Giussani y Guardini, confluido en un libro que la editorial Jaca Book ha publicado precisamente en las últimas semanas, titulado Guardini y Giussani. Una lectura original. Como ya me he demorado mucho, le daría la palabra ante todo a Johannes Modesto. Gracias.

JOHANNES MODESTO:
Gracias señor Savorana. En primer lugar muchas gracias por haber sido invitado a participar en este coloquio del meeting de Rímini sobre el tema “Romano Guardini y Luigi Giussani en diálogo con la modernidad”. Anticipadamente pido disculpas si hubiera errores gramaticales en mi relación, pero el italiano no es mi lengua materna.

Los dos sacerdotes se han convertido en “Siervos de Dios” debido a la apertura del proceso de beatificación: para Luigi Giussani en 2012 y para Romano Guardini este año. Entonces debe haber una “fama de santidad”, una admiración de una parte relevante de los fieles, es decir tiene que haber algo que atrae a tantos fieles los impulsa a admirar y venerar a estos dos sacerdotes.
Oiremos después numerosas sintonías entre estos dos grandes hombres de la boca del Profesor Máximo Borghesi y de la Doctora Mónica Scholz - Zappa, dos grandes y conocidos expertos de la obra de Romano Guardini y de Luigi Giussani. Por cuanto me corresponde, me veo como un modesto experto de la persona de Romano Guardini. Como postulador de la causa de Romano Guardini – el arzobispo de Múnich y Frisinga, el Cardinal Reinhard Marx es el actor - tengo el encargo de recoger todas las pruebas documentales y testimoniales para encontrar la verdad y la certeza moral sobre las virtudes heroicas del Siervo de Dios Romano Guardini y por un presunto milagro, atribuido a su intercesión.

Los llamados teólogos censores deben examinar todos los escritos editados e inéditos de Romano Guardini (¡se trata de 66 volúmenes hasta ahora ¡publicados!) por cuanto concierne a la correcta fe y a las buenas costumbres, diseñando así un perfil biográfico del Siervo de Dios. La llamada “comisión histórica” debe buscar y recopilar todos los escritos inéditos (por ejemplo diario y cartas) y evaluarlos. Para este trabajo se requiere tanto tiempo.

Después del examen de los escritos vendrá enseguida la aplicación de los textos para encontrar la verdad y la certeza moral sobre las virtudes heroicas de Romano Guardini.
Los protocolos de los interrogatorios de los testigos, seguidos por un tribunal eclesiástico y los informes de los censores teólogos y de la comisión histórica serán enviados junto a las obras de Romano Guardini a Roma a la Congregación de las Causas de los Santos. Así termina la fase Diocesana e inicia la fase Romana del proceso de beatificación.

Después del examen de validez jurídica de los actos llevados a Roma, se examina el contenido de los actos, el llamado mérito de la causa. El postulador debe preparar, bajo la guía del relator histórico, una disertación según la estructuración prescrita por toda la causa, la así llamada ”positio”. Si los consultores históricos y el Relator General están de acuerdo con la “positio“, ella puede ser publicada y la causa prosigue en el Congreso Peculiar de los Consultores teólogos. Ellos examinan, si la consecución de la verdad acerca de la santidad del Siervo de Dios, es expresada trámite el ejercicio heroico de todas las virtudes cristianas, o bien a través del martirio, ha sido obtenido desde el punto de vista teológico. Después de la luz verde del congreso de los teólogos, la causa procede a la sesión Ordinaria de los Miembros de la Congregación de las Causas de los Santos, o sea los cardenales y los obispos.

Corresponde al Prefecto de la Congregación el trabajo de presentar para la aprobación del Sumo Pontífice, que es el único Juez en las causas de los santos a emitir la sentencia definitiva y conceder la beatificación y la canonización, las conclusiones de la sesión ordinaria acerca de las virtudes heroicas o el martirio del Siervo/Sierva de Dios o acerca de un milagro atribuido a la intercesión de los Siervos de Dios.
Para la beatificación de un “confesor”, o sea un Siervo de Dios que no ha sufrido el martirio por la fe, sumada al ser “venerable” que quiere decir la confirmación de haber vivido las virtudes en grado heroico, es necesario también un milagro atribuido a su intercesión. Para la investigación sobre el milagro se requiere un proceso a parte, similar a aquel del martirio o las virtudes heroicas. Para un presunto mártir se debe usar el método del martirio, que procede de manera muy similar a aquel apenas descrito. En el caso de un presunto mártir el milagro no es necesario para la beatificación.

Después de la causa de Romano Guardini soy también postulador de la causa del presunto mártir Fritz Gerlich, un periodista católico, que ya al inicio de los años treinta del siglo pasado escribió vehementemente contra Hitler en el periódico “der gerade Weg” (El camino recto), por lo que fue asesinado ya en 1934 por los nacionalsocialistas en Dachau. Probablemente ha sido el primer mártir del régimen nacista.
Estos son - en resumen - los pasos más importantes de un proceso de beatificación.

Ahora surge la pregunta, por qué los dos sacerdotes católicos, don Romano Guardini y don Luigi Giussani, han llegado a ser objeto de un proceso de beatificación.
Según yo ambos han creado en su periodo una visión nueva e una insólita perspectiva del cristianismo: “Lo que puede convencer al hombre moderno no es un cristianismo histórico o psicológico o al menos modernizado, sino sólo el mensaje no circunscrito e intacto de la revelación. Naturalmente está luego la tarea de quien enseña, conectar este mensaje a los problemas y penas de nuestro tiempo” (RG a Papa Pablo VI 1965). Se debe ver y conocer el cristianismo partiendo principalmente de la figura de Jesucristo. “El Cristianismo es Él mismo” (es decir Cristo) dice Romano Guardini. Así el Cristianismo se vuelve más dinámico, más emocionante o en las palabras de la colega Scholz-Zappa: “Poner en el centro del diálogo sobre la esencia del cristianismo el reclamo a la realidad históricamente encarnada, Jesucristo, respecto a todo intento de su reducción ética o pietista expresa la prioridad compartida y el núcleo originario de la estima e interés por Guardini de parte de Giussani (p. 60)”.

Aquí se habla del primado del logos sobre el ethos: primero Cristo, luego la ética. Poniendo el focus en la figura y en la vida de Cristo, don Giussani evoca una estrofa de la famosa secuencia medieval “Stabat mater dolorosa” del franciscano Jacopone da Todi, que expresa con palabras simples pero impresionantes la cercanía, la amistad y el amor de los fieles por Cristo:
fac ut ardeat cor meum
in amandum Christum Deum
ut sibi complaceam

A esta famosa secuencia ha sido puesta música por tantos compositores famosos, por ejemplo Alejandro Scarlatti, Juan Battista Pergolesi, Joseph Haydn, Gioacchino Rossini, Antonin Dvorak y Giuseppe Verdi. Don Giussani observa muy bien que los dos compositores, Pergolesi y Dvorak, han puesto música precisamente a esta estrofa de manera muy emocionante y conmovedora. Partiendo de esta observación, don Giussani cita una frase de Guardini muy famosa y muy densa: “En la experiencia de un gran amor todo se vuelve un advenimiento en su ámbito”.

Esta bella frase de don Guardini demuestra un hecho conocido: si un hombre se enamora de una mujer o viceversa, toda su vida cotidiana y su ámbito están inmersos en la luz de este amor.
Se trata de la misma experiencia respecto al seguir a Cristo y al amor por Cristo: toda la vida y todo el ámbito del hombre se ven en esta luz de la fe. Así la fe se manifiesta en toda la vida y se actualiza cada día diversificándose de una mera lista de doctrinas y reglamentos. La fe se manifiesta en la experiencia y se convierte así en la vida.

Esto es según yo una posición muy atractiva que actualiza precisamente para nuestro tiempo el pensamiento de Guardini y Giussani, otra razón para los dos procesos de beatificación.
Ambos hablan también del amor y del conocimiento de Dios. Escribe Don Giussani: “Para el hombre de la Biblia conocer no designa jamás una acción exclusivamente intelectual, en un contexto científico, sino siempre una unión, una unidad cargada de intimidad en un contexto de vida. Conocer contiene toda la realidad experimental de una relación existencial”. En este ámbito debemos recordar la definición de Santo Tomás de Aquino: veritas est adaequatio rei et intellectus. La verdad es la equiparación de las cosas reales con el intelecto.

La revelación divina se convierte para nosotros los hombres en una experiencia cada día siempre nueva, porque el amor por Cristo resulta cada día un nuevo advenimiento.
Esto no significa una abolición de los mandamientos, de las prescripciones o reglas, sino los pone en una nueva y agradable luz pastoral, menos dominante. Refiriéndose a don Guardini, escribe Don Giussani: “Doctrina y moralidad son naturalmente de fundamental importancia, pero uno se pregunta si ellas solas puedan expresar la plenitud de lo que se llama revelación. Sobre todo en el Antiguo Testamento – pero viéndolo bien también en el Nuovo – no es difícil ver que una y otra están apoyadas en algo más elemental, es decir en la acción viva de Dios”.

Siguiendo la frase de don Guardini “en la experiencia de un gran amor todas las cosas se convierten en un advenimiento en su ámbito”, don Giussani continúa: “El cristianismo es un acontecimiento. No existe otra palabra para indicar la naturaleza: no la palabra ley, ni las palabras ideología, concepción o proyecto. El cristianismo no es una doctrina religiosa, un seguimiento de leyes morales, un conjunto de ritos. El cristianismo es un hecho, un advenimiento: todo el resto es consecuencia“. La revelación divina se manifiesta en la vida y en la realidad cotidiana; según las palabras de don Guardini no hay una religión más materialista que el cristianismo: la resurrección de la carne.
Aun esta posición es muy atrayente. Otra razón actual para la beatificación: la “vox populi” lo quiere así.

Otro aspecto que según yo se muestra como un importante factor para la fama de santidad del Siervo de Dios, don Romano Guardini, es su rol como promotor espiritual del movimiento litúrgico antes del Concilio Vaticano segundo. Siguiendo su pensamiento central del advenimiento de Cristo, capta también las consecuencias para la liturgia. Guardini escribe: “La liturgia no tiene a fin de cuentas ningún otro contenido más que la persona, la vida, la palabra y la obra del Señor…. Todo este orden de los tiempos, de las oraciones y de las acciones se refiere a un advenimiento histórico: el adviento y la vida de Jesús. En la liturgia no se trata de un “entonces”, sino del ahora”.

Esta visión era el inicio del movimiento litúrgico, que condujo a la reforma litúrgica del Concilio Vaticano Segundo (por ejemplo el uso de la lengua materna junto al latín y la participación activa de los fieles en la liturgia).

Otro punto de la actualidad del Siervo de Dios don Romano Guardini consiste en su crítica a la centralidad de la tecnocracia. El Santo Padre Papa Francisco se refiere algunas veces en su encíclica “Laudato sí” al libro “Das Ende der Neuzeit” (El fin de la época moderna) de Romano Guardini, cuando escribe en el capítulo 115: “El antropocentrismo moderno, paradójicamente, ha terminado por colocar la razón técnica por encima de la realidad, porque este ser humano «ya no siente la naturaleza ni como norma válida, ni como refugio vivo. La ve sin hipótesis, objetivamente, como espacio y materia en la cual realizar una obra en la cual echar todo, y no importa qué resultará». “Así el valor propio del mundo viene disminuido. Siempre citando a Guardini, Papa Francisco continúa: “Por esta razón es posible que la humanidad no perciba la seriedad de los desafíos existentes”. La posibilidad del abuso del poder humano siempre aumentará, si no existen normas de libertad, sino sólo presuntas necesidades del uso y de la seguridad.
Ya hace más de cincuenta años, Romano Guardini había descrito de manera profética los peligros del progreso y de la técnica, que no viene usada por los hombres respetando la naturaleza. Un tema realmente siempre actual.

La última parte de mi breve relación quiere mostrar un poco la personalidad del Siervo di Dios Romano Guardini y los lugares más importantes que han formado e influenciado también su personalidad.
La primera fotografía nos muestra la casa donde nació en Verona con una placa conmemorativa.
La segunda fotografía muestra la placa conmemorativa con el texto.
Ahora se ve la fuente bautismal de Romano Guardini en su iglesia parroquial San Nicolás cerca de la Arena de Verona.

En esta foto se ve la gran catedral de Maguncia/Mainz, donde Romano Guardini ha recibido el sacramento del orden sacerdotal.
Vista del interior de la catedral de Maguncia
La universidad Humboldt en Berlín donde el profesor Romano Guardini tenía sus lecciones.
La casa canónica de Mooshausen, donde Romano Guardini se tuvo que retirar en el periodo final del nacionalsocialismo.
La facultad teológica y filosófica en Tubinga, donde estudiaba y enseñaba Romano Guardini.
El edificio principal de la Ludwig-Maximilians-Universität de Múnich, donde se encuentra también el aula magna, donde el profesor Romano Guardini tenía sus conferencias, que estaban siempre llenas de muchos oyentes.

Esta es la famosa villa de la familia de Guardini en Isola Vicentina, donde Romano Guardini a menudo transcurre sus vacaciones se dejó inspirar en el bello ambiente para la concepción de sus obras.
El gran parque de la villa.
La tumba de la familia de Guardini en Isola Vicentina.
La casa donde vivió Romano Guardini en Múnich.
La iglesia parroquial de Hl. Blut (“preciosa sangre”), cerca de su casa en Múnich, donde don Romano Guardini tuvo muchas homilías.

El interior de la iglesia parroquial de Hl. Blut.
El interior de la iglesia universitaria y parroquial de San Ludovico en Múnich, donde el predicador universitario profesor Romano Guardini tuvo tantas homilías.
La capilla ábside derecha de San Ludovico, donde se encuentra la tumba del Siervo de Dios don Romano Guardini.
La tumba de Romano Guardini en San Ludovico
Relieve medieval en el claustro de San Fermo Mayor en Verona, representando una lección universitaria.

Gracias por su atención.

ALBERTO SAVORANA:
Ya de esta primera intervención vemos la pertinencia, la utilidad del testimonio de estas grandes figuras de la Iglesia del 1900 para el hombre de hoy. Guardini y Giussani no se han bloqueado en posiciones defensivas, no han tenido miedo de comenzar un diálogo con el hombre moderno, con el corazón del hombre moderno. Y entonces pregunto a Massimo Borghesi: ¿en qué has localizado los rasgos sobresalientes, los rasgos actuales, útiles para nuestro camino hoy, de este trayecto de Romano Guardini? ¿Qué contribución te parece que Guardini pueda ofrecer a la Iglesia en salida de Papa Francisco?

MASSIMO BORGHESI
Gracias, buenas tardes a todos. Responderé a las preguntas que me haces en una reflexión sobre el modo con que Guardini ha establecido el diálogo con la modernidad. A mí me corresponde tratar de Guardini, un autor que es querido para mí, al que he dedicado mucha de mi reflexión, por los motivos que Alberto Savorana ha apenas indicado: porque es un autor de extraordinaria actualidad, porque no es un autor del pasado, porque es un autor que tiene una propuesta que vale también para nosotros hoy. Guardini, italiano de nacimiento alemán por formación, ha sido en realidad un gran educador; aquí hay un trayecto del todo similar a aquel de Giussani, en el fondo estamos frente a dos grandes educadores.

El movimiento Quickborn (fuente viva) con su castillo de Rothenfels lo ha tenido como protagonista (ha sido recordado que las actividades del castillo fueron espiadas y luego suprimidas por los nazis, Guardini será puesto fuera de acción en 1939, su cátedra suprimida, el movimiento juvenil cerrado), ha sido ciertamente un punto de resistencia cristiana en los años oscuros del nacionalsocialismo, cuando muchos cristianos vendieron el alma y él se quedó firme (pienso che también la causa de beatificación tenga que ver con su resistencia cristiana al nacionalsocialismo, su enseñanza en Berlín era espiada por la Gestapo). Y bien, Guardini ha sido filósofo, teólogo, educador, traductor de obras literarias, ha tenido una visión del mundo realmente católica y ha sido apreciado y estimado por tres papas, por Pablo VI, por Benedicto XVI y por Papa Francisco, que - come sabemos - quería hacernos incluso la disertación de doctorado. ¿Cuál es pues, para obedecer al título que nos hemos dado, la relación de Guardini con la modernidad? Cuando Guardini era estudiante de teología en la Alemania de los años 10 del siglo pasado, el horizonte cultural es dominado por la corriente neo escolástica, que auspicia un retorno a santo Tomás de Aquino, retorno que León XIII había patrocinado y querido. Este movimiento de la neo escolástica que marca, impregna los seminarios y las facultades pontificias, es un movimiento de gran espesor cultural. Intuye la derivación idealista y subjetivista de gran parte de lo moderno y opone una tendencia realista, de un sano realismo que se remonta a santo Tomás de Aquino.

Por tanto la neo escolástica representa realmente un lugar de formación real, y los juicios denigrantes sobre la neo escolástica son tontos y no tienen en cuenta la grandeza de este movimiento. Había sin embargo un límite en la neo escolástica y era dado por su utopía medievalista. La oposición a lo moderno llevaba a idealizar románticamente el medievo como periodo perfecto del punto de vista de la síntesis entre fe y razón, del punto de vista del encuentro entre Iglesia e Imperio, y del punto de vista de la perfección de la vida Cristiana. En resumen era un tipo de idealización muy romántica. No al azar esta idealización del medievo emerge durante el romanticismo. Y esto llevaba naturalmente a una oposición total, frontal, con toda la modernidad y llevaba inevitablemente a una especie de gueto católico, es decir de clausura, de incapacidad de hablar a los hombres del tiempo, a una sensibilidad que inevitablemente parecía arcaica, a una posición que por cuanto fuera animada por las mejores intenciones quedaba muy intelectualista. En resumen es como si toda la gran corriente, por ejemplo, del existencialismo del 1900, pasara sin ningún relieve, con grandes excepciones. Puedo recordar entre estás a Cornelio Fabro, Etienne Gilson, Jacques Maritain, grandes excepciones. Y bien también Guardini, en sus primeros ensayos publicados, se mueve en este horizonte del medievalismo. También él de alguna manera mira hacia atrás, en su reacción al tiempo presente.

Pero ya en su obra maestra filosófica de 1925, La oposición polar: intentos por una filosofía de lo concreto vivo”, nos ofrece un modelo histórico que ya va más allá de esta oposición frontal. Es un modelo tríadico. Guardini dice algo así como: el medioevo ha sido una gran época, sin embargo es una época pre crítica. Es una época que no ha establecido de manera clara aún las distinciones entre el clero y el laicado, entre el poder político y la Iglesia; en resumen su pecado ha sido confundir mucho los ámbitos. Así que al final la libertad ha sufrido. Luego ha seguido la época moderna que ha sido la época de la gran división, de la contraposición frontal, la época de la escisión.

Ahora, dice él, toca a nosotros recrear una nueva unidad, una unidad crítica, no pre crítica como aquella medieval, sino una unidad crítica que sepa mantener las distinciones al interno de una nueva unidad que estamos llamados a realizar. Por tanto ya no una unidad orgánica totalizadora como aquella del medioevo, sino una unidad nueva que valorice la libre personalidad. La Iglesia debe encontrar el puente con la libre personalidad. Este es el sentido de su obra de 1923, El significado de la Iglesia, donde él auspicia precisamente esto: el renacimiento de la Iglesia en las almas puede ocurrir sólo si la Iglesia logra interceptar, valorizar, la libre personalidad que ha madurado en el curso de la modernidad. Este es el desafío que tenemos en frente. De esta manera, como ven, Guardini anticipaba los resultados del Concilio Vaticano II, porque será el Concilio Vaticano II el que finalmente logrará valorizar lo mejor, rechazando lo peor, de la modernidad, es decir a obrar aquella distinción crítica que Guardini había auspiciado ya en 1923.

Ciertamente Guardini, y ésta era una nota de diferenciación respecto a otra parte del mundo católico que él frecuentaba, nunca ha sido un medievalista si no en estos primeros escritos. Escribe: “Por mucho que se pueda amar el medievo por su inigualable profundidad, plenitud y belleza, no se creerá ni menos por un instante en la oportunidad de cambiar nuestra situación con aquella medieval”. Y aún: “La actitud medieval se ha disuelto, y después de que la reforma y la potenciación de la cultura han disuelto las conexiones histórico psicológicas entre Cristianismo y cultura, entramos de nuevo plenamente en el círculo de fuego del problema del Cristianismo primitivo”. Permítanme decir, ésta es una frase de 1926, que esto es una genialidad. Que uno en 1926, en vez de soñar el retorno al medioevo, que era pura utopía teológica, entendiera que la disolución de la Cristiandad ponía al Cristianismo en las condiciones del Cristianismo primitivo, es absolutamente una posición genial, porque es la posición de hoy. Intuirla en 1926 demuestra qué capacidad intuitiva tuviera Guardini entonces.

Escribe aún, en 1928:
“No queremos pensar que la posibilidad de realización de la fe propia del medioevo y del barroco, sean el non plus ultra. Existen otras cumbres más elevadas aún, quizá tales de encontrarse en nuestro camino de todos modos. Nosotros presentamos un ardor, una profundidad de la fe, una capacidad de superación en ella, por lo menos tan grande como en el medievo, por cuanto de otro color espiritual”.

La fe de hoy es más grande que aquella medieval cuando se manifiesta en su pureza, porque ya no tiene los apoyos del medievo, porque es una fe que vive desnuda en un mundo que ciertamente no sostiene aquella fe. Por tanto el retorno al medievo no sólo no es factible bajo el perfil histórico, sino ni siquiera es justo bajo el perfil ideal, porque la unidad medieval, se ha visto, es una unidad orgánica muy estrecha, muy integral, en el sentido de integralista. Con los riesgos de la confusión, del clericalismo etc. Para Guardini nosotros, en realidad, estamos frente a dos modelos en riesgo. Uno es la absoluta autonomía del mundo respecto a Dios, que lleva a deificar el mundo. Pero existe también el riesgo contrario, y es aquel por el que la presencia de Dios es concebida de manera tan totalizante, tan integralista, que la realidad de la criatura se evapora y se destruye. Por lo cual todo se vuelve sofocante, todo se convierte en eclesiástico, todo se vuelve clerical, y ya no hay respiro, ya no existe el respeto por la naturaleza en cuanto tal. Paradójicamente Guardini demostraba ser un óptimo tomista cuando elevaba este tipo de crítica, porque el Cristianismo respeta un tiempo natural y sobrenatural y no permite que un término prevalezca sobre el otro. Por tanto estamos frente a dos perspectivas desviadas y por eso Guardini lee la autonomía moderna como reacción al absolutismo medieval.

Se trata de separar dos momentos: la rebelión negativa contra Dios que está detrás de la autonomía moderna, de las justas reivindicaciones de las libertades que están detrás de la autonomía moderna. Esta es la operación crítica que los católicos están llamados a operar. De otra manera son o modernistas o integralistas. Y se necesita en cambio tener esta paciencia y esta capacidad. Escribe en un importantísimo apunte de la obra Der Mensch de los años treinta: “Sería importante tratar de delinear la historia de la patología de la modernidad, a partir de la relación que ella tiene con Dios. Tal historia se revelaría sin duda coincidencia con la del fracaso del Cristianismo”.

Porque entender que la autonomía es una revuelta contra Dios y un destaco de Él, significa haber comprendido sólo la mitad de la cuestión. Se debe preguntar también si en la voluntad de autonomía no estén comprendidos elementos positivos que han llegado a madurar en la modernidad, a los cuales el Cristianismo, no cierto modificando su configuración de base, sino captándolos en ella, puede conceder un legítimo espacio. Por tanto se trata de entender si detrás de la revuelta moderna haya instancias positivas que puedan ser aceptadas por el Cristianismo sin que el Cristianismo deba convertirse en modernista. Es decir el Cristianismo queda fiel a su tradición, pero una tradición es una riqueza virtuosa que puede ser valorizada. Por tanto se puede superar la autoafirmación moderna sólo separando y distinguiendo el espíritu de revuelta de las justas aspiraciones, no comprendidas adecuadamente en la óptica de un sobrenaturalismo olvidado de la naturaleza.

Escribe Guardini: “Si rechazamos la actitud de la modernidad para fundar el ser en la libertad del actuar de Dios, eso no significa que vaya necesariamente rechazado también lo que tal actitud expresa de válido”. Y bien estas posiciones de Guardini entonces no eran ciertamente usuales. Lo digo porque tantos estudiosos hacen de Guardini un autor espiritual, simplemente. Guardini era uno que también tenía una posición clara, y la posición clara lo ha atraído a la vida, basta leer la biografía de Hanna-Barbara Gerl, para entenderlo, le ha atraído tantas hostilidades, tantos consensos, pero también tantas hostilidades, y no debemos aplanarlo como un autor espiritual, aéreo, ligero y sobrenatural, si no lo matamos dos veces. Y bien, decíamos, Guardini suscitó muchas sospechas, como aquellas del doctor Carl Sonnenschein, asistente espiritual de los jóvenes en la Berlín de los años 1920, que lo obstaculizó totalmente en el ambiente universitario y educativo. Qué decía Sonnenschein: “Estamos en una ciudad asediada, por eso no hay problemas sólo consignas”. Esta era la configuración dura de los católicos de asalto de entonces. Muy integralista, basta. No se necesita dialogar, perder tiempo, hay consignas, hay que obedecer. No se necesita perder tiempo en vanas reflexiones etc.

¿Y bien como responde Guardini a esta posición? Dice: “Este lema puede impresionar, pero es un error. No se pueden descartar los problemas, quien los advierte debe aplicarse, especialmente si es responsable en el plano intelectual y espiritual. La praxis auténtica, es decir el recto actuar, deriva de la verdad y por ella hace falta luchar. En todo caso me aplicaba al interrogar, y no podía dejarme atar a su praxis. Sé que me ha juzgado en modo muy duro. Me veía como un hombre que despierta inquietud, en verdad temo que fuera precisamente así, que él no soportase algunas preguntas”.

Guardini descubre la propia naturaleza liberal en los años de la guerra. Le escribe al amigo Wiger en 1924. Escribe: “En estos días me ha conmovido de manera particular la profundidad de la naturaleza liberal que tengo en mi sangre. ¿Me he malentendido a mí mismo, quizá? Mi padre era un liberal italiano de vieja escuela, sangre caliente y mente fría. Lleno de respeto por lo que es religioso pero con una profunda aversión por lo que es clerical. Era como si dentro de mí retumbe la sangre de mi padre. Antes he siempre despotricado contra el liberalismo, pero ves se respira en el aire”. La correspondencia con el amigo Wiger, de la que se refugiará luego en los años de la guerra, es muy valiosa, y para entender a Guardini hace falta leer esta correspondencia, porque era el amigo de confianza (ha sido editada en italiano por la editorial Morcelliana). Hace falta leer la correspondencia con Wiger. No se entiende el ánimo y las perspectivas de Guardini si no se parte de aquel epistolario.

Y bien, en 1915 se vuelve intolerante hacia el integralismo. El integralismo entonces quería decir a los católicos que esposaban la guerra en Alemania, los de las banderas, quería decir que la Iglesia y el imperio eran uno porque, como de costumbre los Católicos tenían la preocupación de no ser patrióticos, de no ser suficientemente patrióticos. Escribe Guardini: “Ves, creo que la esencia del integralismo consista precisamente en rechazar esta religiosidad indirecta. Y en el desear que la vida entera sea directamente religiosa. Si lo hace una sola persona por sí misma, entonces le es permitido, aunque creo que raramente una persona normal lo pueda hacer. El integralismo en sí mismo trata de crear un sistema para todos. Incluso para las instituciones públicas de la vida eclesiástica. Y no lo logra jamás, ni siquiera para algunas.

La naturaleza se atribuye su derecho, pero continúa probando y precisamente por eso su efecto es tan pesado y malsano. Es el intento forzado de colocar a Dios y lo que supera la naturaleza en la vida plena, y de hacer de eso la parte dominante de cada cosa. Es un mal por el hecho mismo de quererse imponer exclusivamente”. Y bien, esta perspectiva de Guardini explica por qué sufrió tanto la estrechez del Catolicismo alemán. En 1923 auspicia un gran renacimiento del Catolicismo en Alemania. La iglesia que retorna a las almas. Pero hacia el final de los años 1920 se nota un proceso de desilusión progresiva. Se da cuenta que este Catolicismo alemán está embalsamado, es clerical, se mueve, podríamos decir en los términos de Papa Francisco, en una clausura autorreferencial, no logra comunicar con al exterior, no logra encontrar interlocutores. Y entonces contra este legalismo, escribe aún en Wiger en 1924: “Apenas he leído un libro que posee grandeza, belleza, disciplina y una neta hostilidad hacia la Iglesia. Soy consciente de cuánta grandeza, pureza y fuerza creativa hay allá afuera, afuera de la Iglesia, y de cómo lo que produce creatividad al interno sea epigonismo. Pensamientos descompuestos, técnicas de compromiso, y temo el momento en que me será absolutamente claro cómo el verdadero Catolicismo sea miserable. Aquello que hacemos nosotros, en efecto, la gente que se dice Católica, escribir libros y tener discursos, y organizar, todo eso es algo desesperado que no dice nada. Si el verdadero evento no llega a nosotros de otra parte, entonces estamos en el final”.

Y bien el mundo católico, encerrado en su ámbito, no se colocaba en la esfera requerida, es decir aquella de un libre testimonio capaz de concordar lo sobrenatural con la naturaleza. Guardini sufría mucho las acusaciones de Nietzsche sobre el Cristianismo miserable, que no valorizaba la naturaleza humana, que no exaltaba lo humano en sus componentes, siempre este Cristianismo moralista, siempre este Cristianismo restrictivo, hecho de viento, incapaz de valorar lo humano.

El ateísmo moderno no era dado simplemente por una posición teórica, la inmanencia del cogito cartesiano, como pensaban los tomistas. Representaba también una posición existencial, una decisión afectiva, una revuelta. Por eso la modernidad iba afrontada al menos según dos posiciones: una absolutamente no liberal y es la que ha sido recordada antes, cuando Guardini tiene la consciencia de que necesita proponer a Cristo así como es, el Cristo de los Evangelios, no adulterado, no domesticado, el Cristo histórico, el Cristo de los Evangelios, el Cristo real. Esto, contra todo liberalismo teológico, era el contenido del anuncio Cristiano.
Guardini combate en la mitad de los años 1930 por este Cristo, contra la reducción mitológica, mítica del Cristo de los nacionalsocialistas y de los cristianos alemanes que iban detrás de un Cristo irreducible al sentido religioso. Porque el sentido religioso es una cosa de la naturaleza y Cristo en cambio es la auto manifestación histórica de Dios en el tiempo.

La otra posición en cambio era liberal, liberal en el sentido que es existencial, que valoriza la libertad del hombre, según aquella posición por la que no se da verdad que no sea acompañada por la certeza. En esto un punto de consonancia absoluta con don Giussani. Está claro porque Giussani era tan sensible a la lección de Guardini. Porque la verdad no se puede dar de manera intelectual, sino se da sólo en la verificación de una experiencia, y por tanto pasando a través de la existencia. Y este es el momento moderno, es el momento existencial, es el momento de la subjetividad, es el momento de la libertad. Por tanto la modernidad se debía afrontar a partir de estas posiciones, y en particular sobre el terreno existencial. Es la opción que Guardini cumple con sus lecciones universitarias de antropología Cristiana de los años 1930, los años del nacionalsocialismo. “Estas lecciones, escribe, se interrogan sobre qué es el hombre en la consciencia cristiana. La cuestión debe ser transportada, y sin alguna vacilación, en el moderno estilo del pensamiento. En un estilo existencial. Eso significa que el objetivo principal de estas lecciones es la aclaración de la experiencia de existir y de la modalidad en que en la existencia un determinado Cristiano se encuentra a sí mismo. De este modo se introduce en el tratamiento un elemento de gran subjetividad”.

Y bien esta modalidad de pensamiento encuentra en la tradición Cristiana su autor ideal en san Agustín. San Agustín se vuelve para Guardini el puente entre el Cristianismo y la era moderna. A partir de la mitad de los años 1930, san Agustín se vuelve el puente con la modernidad, por su estilo existencial, porque en él el Cristianismo se vuelve experiencia existencial y no simplemente afirmación formal. Escribe: “san Agustín ha establecido un vínculo no sólo desde la antigüedad al medievo, sino también desde la antigüedad a la era moderna. Los pensadores y maestros espirituales del medievo han pescado a manos llenas de sus escritos pero muchas de sus preguntas han quedado extraños para ellos, es decir los medievales. A estos pertenece en primer lugar aquello concerniente al modo en que individualmente el hombre se encuentra en la existencia. Cuando san Agustín lo plantea, estaban cayendo los sistemas de defensa y de apoyo que constituían un cosmos entorno al hombre antiguo y daban a su existencia una auto comprensión. Así el individuo se sentía a merced de un mundo que se ha vuelto peligroso y de un curso de la historia ya no comprensible”.

Es decir san Agustín, viviendo en el momento de la crisis del mundo antiguo, ya no vive de coberturas, de apoyo que son típicos del medievo. Vive en mar abierto, en una situación de crisis y esto lo hace contemporáneo, porque nosotros vivimos la misma situación. Guardini pone a san Agustín en una situación cultural, existencial análoga a aquella que marca las primeras décadas del siglo XX. El haber vivido tal condición, de parte de san Agustín es la dote que le permite entrar de lleno en el teatro de una modernidad en crisis. Tiene la perspicacia que falta sea a la antigüedad que al medievo.

Concluyo con una citación aún de Guardini: “Sólo con los pensadores del inicio de la edad moderna y en las apasionadas configuraciones del problema por parte de Pascal, se abren camino las preguntas que desde aquel momento ya no quedarán mudas. Aquel modo de experimentar la propia existencia se manifiesta particularmente evidente en los primeros 5 libros, en los cuales san Agustín refiere de su camino hacia la fe: Las Confesiones. Las preguntas que se plantean a nosotros, el estilo en el cual se desarrolla el pensamiento, el modo con que el pensador siente la propia vida en relación al mundo y ambas en relación con la vida de Dios, hacen de aquellos capítulos una de las manifestaciones más puras de la experiencia existencial moderna”. Gracias.

ALBERTO SAVORANA:
Ahora Mónica Scholz-Zappa nos contará el diálogo de don Giussani con la modernidad, que quiere decir no con una categoría teórica, sino con el hombre moderno, con el corazón del hombre moderno. He quedado literalmente fascinado cuando he encontrado en los rasgos biográficos de don Giussani su primer, el primerísimo albor de su encuentro con la modernidad, que ocurre a los 13 años con lo que don Giussani, en la edad adulta, definirá literalmente “el compañero más sugestivo de mi itinerario religioso”, Giacomo Leopardi. Don Giussani, a los 13 años y luego por toda la vida, sufre la atracción de este hombre, porque bajo la superficie, bajo la apariencia de las posiciones asumidas, ve un corazón que busca, que pregunta, que desea, que quiere usar su razón, su libertad, según toda su amplitud. Y entonces pregunto a Mónica: ¿cuál es la relevancia de don Giussani hoy? ¿Cuál es el alcance de este diálogo que a cierto punto lo ha hecho interceptar otro sugestivo compañero de camino en Romano Guardini?

MONICA SCHOLZ-ZAPPA:
Buenas tardes, agradezco por esta ocasión de diálogo. El tema es inmenso, hablar de don Giussani no es una tarea fácil: por eso, no quiero de ningún modo ni comentar ni parafrasear textos que él ha escrito, en que expresa mejor que yo el corazón de ciertas cuestiones. Como cristiana y moderna, quisiera interrogarlo y lo he interrogado, he visto cómo él ha interrogado a Guardini: y es de esta relación que quisiera hablar, de esta pregunta que he captado en su diálogo. ¿Por qué digo esto?

Esta tarde quisiera partir de un pasaje presente en el primer parágrafo de la Lumen Fidei: “Hablando de la luz de la fe” - escribe el Papa - “podemos sentir la objeción de tantos de nuestros contemporáneos. En la época moderna se ha pensado que una tal luz pudiera bastar para las sociedades antiguas, pero no sirviera para los nuevos tiempos, para el hombre convertido en adulto, orgulloso de su razón, deseoso de explorar el futuro en modo nuevo. En este sentido, la fe parecía como una luz ilusoria, que impedía al hombre cultivar la audacia del saber. El joven Nietzsche invitaba a la hermana Elisabeth a arriesgar, recorriendo «nuevos caminos…, en la incertidumbre del proceder autónomo». Y agregaba: «A este punto se separan las vías de la humanidad: si quieres alcanzar la paz del alma y la felicidad, ten fe, pero si quieres ser un discípulo de la verdad, entonces indaga.»”. Nietzsche es seguramente uno de los más grandes, a mi parecer, porque es un radical y en esta citación me ha parecido captar dos puntos en que me he reconocido, como preguntas en que he visto toda la tensión de don Giussani. La primera: dar razón de esta exigencia infinita que hay en el hombre de saber, esta audacia del saber, esta energía del saber, esta inquietud del saber; dar razón, como decía también antes Massimo, de esta tensión infinita del hombre, no blocarla, valorizarla. La segunda cosa: la cuestión de la relación fe-razón, de esta contraposición que continuamente, vemos, nos viene propuesta, como dos aspectos de nuestro yo. Por tanto, la tensión infinita y la cuestión de la fe: porque la cuestión es Cristo.

Aquí, he notado que cuando don Giussani ha iniciado a plantearse el problema de la modernidad ha sido instado por algunos fenómenos, sobre todo vinculados a cuestiones de contraposición o de separación: contraposición fe-razón, individuo-sociedad, al interno de la iglesia entre comunidad y yo. Un intento continuo por despedazar al hombre. Hay una citación que considero muy actual que dice: “La cultura de la sociedad de hoy produce una imagen, un sentimiento del yo como suma de segmentos o fragmentos. Todos los segmentos son gobernados por su ley, por eso es como si la realidad quedara toda devastada. El éxito de un similar comportamiento cultural y psicológico es aquel de arrasar toda construcción en fragmentos dispersos por el suelo y el uno contra el otro en lucha, como después de un violento terremoto: ya no existe la casa y ya no existe el país. Existen un montón de piedras, pedazos de muro, la “gran ruina” de la que aún habla Dante. El Papa ha hablado del hombre contemporáneo - dice Giussani -, como del hombre reducido a pedazos de materia o ciudadano anónimo de la ciudad terrena. Y esta palabra, “pedazos”, nos recuerda la guerra: a pedazos, es decir el ser frente a una sociedad fragmentada”. La primera página de El Sentido Religioso de 1957 afirma que hay un hecho, el Cristianismo es un hecho y tú estás hecho para. Don Giussani ha querido poner al inicio el hecho, una realidad. Esta es la experiencia personal que ha hecho, esta es la experiencia de la que tenía que partir la opción teológica, la opción fundamental de su vida.

El inicio es un hecho: no ha sido ni siquiera su pensamiento sobre un hecho. Su vida, su experiencia documentaba este hecho. ¿Cuál ha sido desde entonces el paso? Frente a un hecho, como el hecho de la fe, probablemente muchos entonces han tratado de demostrar el hecho, una vía demostrativa de este hecho. Ésta no ha sido su posición, porque el hecho era el excedente, la gratuidad absoluta que estaba viviendo. Su posición de salida era permitir, crear las condiciones para que todos los hombres que encontrara pudieran hacer su misma experiencia de hecho. Es decir la primera diferencia que he captado y que veremos aun en el diálogo con Guardini, ha sido la de partir de un Cristianismo no concebido como doctrina, sino como un hecho presente, “presente hoy”.

Éste ha sido el punto de encuentro entre los dos: ¿Cristianismo como doctrina o Cristianismo como hecho? Y lo leemos en la primera página de 1957, y de nuevo en una actitud metodológica que no es demostrativa, no es apologética, sino es una actitud que tiende al encuentro. La actitud demostrativa asume otro nombre: es razonable, ¿tiene sentido para el hombre contemporáneo, el hombre europeo, creer en Jesucristo? Ésta es una posición que he captado en ambos. Es por eso que probablemente don Giussani ha saltado en la silla cuando ha descubierto en La esencia del Cristianismo esta frase, citada más veces. La esencia del Cristianismo es un texto en el que Guardini, en cierto sentido, pretende, exactamente como Giussani ha hecho también en el Curso básico, mostrar la novedad del Cristianismo respecto a sentimientos religiosos o a otras religiones. En el Cristianismo tenemos la absoluta coincidencia entre el profeta y Cristo mismo: el profeta no conduce a otro, Él es el profeta, Él encarna, Él es.

En este texto muy pequeño, Guardini se enfrenta a grandes provocaciones, a grandes preguntas: ¿el Cristianismo tiene en sí formas de escándalo, tiene una pretensión? ¿Por qué el Cristianismo tiene esta pretensión? Lo que quisiera decirles es que este libro es complejo y lo que me ha sorprendido es que don Giussani haya descubierto estas tres líneas, ¡tres líneas! No sé quién de nosotros se habría detenido a descubrir estas tres líneas: “En la experiencia de un gran amor…”. Eso quiere decir que estas tres líneas habían tocado su corazón y habían dicho algo de su fe, es decir la fe como advenimiento. Es claro que el tema del advenimiento no lo ha inventado Guardini, no lo ha inventado Giussani, pero ellos han puesto realmente una sinonimia entre Cristianismo y advenimiento. El punto de sorpresa, el punto interesante de unión entre ellos es precisamente este inicio. El inicio es el Cristianismo como advenimiento que se plantea, en ambos. Pero como decía, el proceder no es demostrativo: el proceder es – y es toda la genialidad e la inteligencia de don Giussani -: ¿cómo puede el hombre de hoy encontrar este advenimiento? Y no con proselitismo, con una repetición de la doctrina, sino dándole los instrumentos que puedan abrirlo a la posibilidad de este advenimiento. Y es por eso que un segundo punto importante de su encuentro ha sido el rol de la Iglesia, de la Comunidad.

Decía Guardini: “Dar mi vida, ¿pero a quién? Si se la doy a Cristo, en el fondo, la doy sólo a mí mismo. Hace falta una instancia objetiva y esta instancia objetiva puede ser sólo la Iglesia”. El segundo punto que los ha unido ha sido el hecho de que la posibilidad de encuentro puede ser sólo, hoy, con una realidad que se puede encontrar. Por eso se pueden parangonar situaciones increíbles: ambos han tenido intereses por la realidad juvenil. Ha ocurrido, es verdad, pero veían un humus que podían educar. Ambos han puesto juntos muchachos y muchachas (en el sentido que podían pasar las vacaciones juntos, encontrarse para momentos de reflexión, de música, de juego, etc.). Lo digo porque han favorecido lo humano así come es, ambos, y en este favorecer, su apuesta era si hubieran logrado descubrir esta instancia objetiva más allá del aspecto físico. Seguramente estos dos puntos, el Cristianismo como advenimiento y la Iglesia como la continuación de este advenimiento hoy, han sido los dos temas en que mayormente se han reconocido. Las obras leídas por Giussani tienen que ver con este tema: La esencia del Cristianismo, El sentido de la Iglesia, El Espíritu de la Liturgia, etc.

Ahora, por cuanto concierne al desarrollo de estos dos puntos comunes, quisiera partir precisamente de esta frase: “En la experiencia de un gran amor, todo lo que ocurre se convierte en un advenimiento en su ámbito”. En esta afirmación de Guardini, tenemos el desarrollo y, según yo, la actualidad de ambos. El inicio es un gran amor, el inicio es un hecho que se plantea, es una persona: y esto lo dicen claramente ambos. Este es el nombre que dan a la palabra ‘Logos’. El Logos, como nos lo repite Ratzinger más veces, es una persona, que se nos acerca con discreción, es el gran amor del cual poder partir para ir al encuentro con la realidad y para poderlo reconocer. ¿Por qué digo esto? Porque el intento que han hecho ha sido aquel de poner en movimiento lo humano, ha sido aquel de hacer que a través de la experiencia del encuentro - esta es una ulterior categoría que los dos comparten - pueda ponerse en movimiento este proceso de conocimiento del hombre. Y en efecto ambos se han detenido en la diferencia entre religiosidad y Cristianismo, y, en don Giussani, entre sentido religioso y acontecimiento.

Notábamos en efecto que en esta búsqueda del hombre podía haber un gran equívoco, en esta energía de Nietzsche podía haber un gran equívoco: una religiosidad que se perdía poco a poco. Y es por eso que ambos han querido diferenciar la religiosidad respecto al hecho del Cristianismo: no Cristianismo como proyección de una religiosidad, sino una clara distinción entre religiosidad y Cristianismo, entre sentido religioso y acontecimiento. Ésta ha sido una ulterior diferencia que los dos han hecho. ¿En qué sentido se coloca hoy? Se coloca en el sentido que es dentro de esta dinámica de advenimiento y sentido religioso que el hombre puede proceder. El advenimiento como movimiento al sentido religioso y el sentido religioso como posibilidad de reconocer el advenimiento.

El penúltimo tema que quisiera tocar es precisamente el de la Iglesia. La Iglesia es la instancia objetiva, la posibilidad de encontrar no una doctrina, sino un advenimiento. Y ya Guardini todavía notaba esta reducción de la Iglesia a institución: Guardini luchaba fuertemente con una concepción de Iglesia como institución, en el intento de hacer entender que la Comunidad es una dimensión del Yo. Este es un punto que don Giussani ha hecho suyo, la superación de esta separación, de esta contraposición entre yo y la Iglesia y al mismo tiempo la Iglesia como fuente, como advenimiento que de nuevo pone en movimiento el yo y el sentido religioso. Y por último, la cuestión de la modernidad. Máximo ha ya explicado la intención de Guardini y hay muchas coincidencias también aquí con Giussani. ¿En qué sentido? Cuando Giussani se ha demorado sobre el tema de la modernidad (quizá algunos de ustedes conocen el texto La consciencia religiosa del hombre moderno), el enfoque de Giussani no ha querido ser simplemente historiográfico, o sea narración de la evolución o involución que podía haber del medievo a la modernidad, sino su lectura ha sido un intento por buscar aquellos cánones hermenéuticos, es decir aquellos puntos firmes en el proceso de conocimiento del hombre, datados más allá del hecho mismo.

Su reflexión sobre esta historia - antigüedad, medioevo, modernidad- no tenía ningún interés apologético, más bien quería captar los factores periódicos y los ha sintetizado en diversas reducciones que había notado: reducción de la razón a medida de las cosas, reducción de la libertad a ausencia de vínculos, reducción de la consciencia a norma ética, reducción de la cultura a tener y no a ser. El punto de contacto, de nuevo, entre los nuestros es que han querido mirar al hombre y a cómo el hombre se plantea. Si Guardini, osaría decir, ha tenido al final una visión más pesimista respecto al desarrollo de la historia, a una mirada hacia el futuro, don Giussani lo ha tomado en cambio como desafío de la modernidad: el sentido religioso, el acontecimiento, son los dos cánones dentro de los cuales este desarrollo de la modernidad puede ocurrir, puede ser acompañado y conducido.

Por eso, Giussani termina - y yo termino - con una invitación. De la certeza del hecho cristiano y no de la preocupación de una demostración del hecho, la única invitación que podía hacer don Giussani, también a la modernidad, paradójicamente, era vivir intensamente lo real. Porque lo real, de algún modo, habría hecho emerger aquellas preguntas que lo habrían llevado más allá. Y esto con extrema discreción, en el sentido de esperar que pudiera ocurrir un encuentro, que de una pregunta pudiera nacer la nostalgia de un más allá.

«Y un domingo una mañana de junio: Luigi entra en la iglesia, con él está su madre. Si bien crecido en un ambiente católico, el chico está atravesando un momento de crisis. Por eso se apoya en el confesionario y dice: “Mire, yo estoy aquí. Pero no tengo ganas de confesarme, porque no creo”. Giussani, replicó: “Bueno, no puedo darte la absolución entonces”. “Pero mi madre está aquí, detrás, que me empuja, porque tengo que hacer el examen final del bachillerado y quiere que haga la Comunión”. Entonces comienzan a hablar. A cierto punto, frente a la avalancha de razonamientos de Giussani, riendo le dice: “Mire, todo lo que usted se afana en exponerme, no vale tanto como lo que estoy por decirle - y aquí tenemos la modernidad -. Usted no puede negar que la real estatura del hombre es la del Capaneo dantesco, ese gigante encadenado por Dios en el Infierno, pero que a Dios grita: ‘No puedo liberarme de estas cadenas porque tú me has clavado aquí, no puedes sin embargo impedirme de blasfemarte y yo te blasfemo’. Esta es la estatura real del hombre”. Después de cualquier segundo de incomodidad Giussani le dice con calma: “¿Pero no es más grande aún amar el Infinito?”. El muchacho se va, pero después de cuatro meses ha regresado a decirme que desde hace dos semanas asistía a los sacramentos, porque había estado roído como por un gusano, por todo el verano, por aquella frase mía».

Concluyo con esto, porque Esta es la respuesta de Giussani, la invitación de Giussani al hombre moderno: si Dios existiera, si existiera la hipótesis de un amor más grande, a nosotros se nos pide sólo la opción de la libertad de ser abiertos a esta posibilidad. Gracias.

ALBERTO SAVORANA:
Don Giussani y Guardini no han tenido miedo de mirar con infinita ternura a este hombre que puede llegar a blasfemar a Dios. Y entonces, después del encuentro de hoy, entiendo aún más el alcance de la frase de Benedicto XVI, de Dios que tiene de algún modo que justificarse a los ojos del hombre de hoy. Es decir la fe tiene que mostrarse de algún modo útil a la vida hoy. Esto, lo entiendo, es la gran contribución, la gran herencia que estos dos grandes padres nos ponen en las manos, sometiendo al tribunal de nuestra vida, de nuestra experiencia, su propuesta. Sin otra arma, para usar la bellísima expresión de don Carrón, que una “belleza desarmada”, capaz de interceptar como ningún otro este corazón inquieto, este corazón que quiere vivir pero no sabe cómo. Y entonces entiendo también y estoy agradecido que, en su mensaje al Meeting, el Papa haya identificado esta tarea con la misión para la cual hemos sido elegidos por Dios. Es el anuncio del Evangelio, que hoy más que nunca se traduce sobre todo en el ir al encuentro de las heridas del hombre, llevando la presencia fuerte y simple de Jesús, su misericordia consoladora y alentadora.

De esto hoy hemos tenido una ulterior gran confirmación en las contribuciones de Johannes Modesto, Massimo Borghesi y Monica Scholz-Zappa, y por eso les agradecemos, porque es una confirmación ulterior de un camino que puede justificar la fe a los ojos de nuestros contemporáneos y ante todo a nosotros.

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