Una nueva mirada sobre la Naturaleza
autor: Mario Gargantini
fecha: 2010-06-02
fuente: Un nuovo sguardo verso la Natura
traducción: Jorge Enrique López Villada

Energía para afrontar las emergencias y custodiar la Tierra

En los últimos dos meses el azul, el color que caracteriza nuestro Planeta, ha sido cubierto por dos amenazadoras manchas negras: los cielos norte-europeos han asistido al despertar poderoso de una fuerza de la naturaleza incontrolable como el volcán islandés Eyjafjallajokull; poco después las aguas del Golfo de México han visto aflorar de las profundidades una cantidad enorme y por muchos días incesantes de petróleo de unas instalaciones que se creían segura.

Dos episodios que se suman a una serie de acontecimientos sumamente dramáticos, que se han devuelto cada vez más presentes en las páginas de los periódicos, como en los normales comentarios cotidianos, palabras como desastre, catástrofe, emergencia, hasta apocalipsis.

Parece que lo negro también esté reemplazando el azul en el modo como se analizan estas situaciones y se trazan escenarios sobre el futuro. Las consideraciones alarmantes sobre nuestra imposibilidad de dominar las dinámicas naturales se suman a las preocupaciones por los muy frecuentes accidentes propiciados por obras del hombre que se salen de control.

Ciencia y tecnología acaban enseguida fácilmente sobre el banco de los acusados: la primera por su incapacidad de explicar de forma completa y de prever con exactitud los fenómenos naturales; la segunda por no lograr establecer sistemas operacionales totalmente seguros y confiables. En ambos casos hay una negra desilusión.

Es en particular sobre la tecnología que se dirigen los comentarios más severos.

Como aquel de Emanuele Severino (Corriere della Sera, 18-4-2010) que estigmatiza una técnica que de un lado o “se rinde a la naturaleza" o de otro lado desarrolla sistemas tan devastadores que “sobre el plano de la destrucción, técnica y naturaleza luchan en igualdad de condiciones."

Muchos otros hablan, con decepción y pesar, de la capacidad inventiva humana que no logra superar ciertos límites impuestos por la naturaleza. Pero estas constataciones sólo logran sorprender - y desaforadamente se trata de la mayoría – a quienes tienen una imagen no adecuada y desproporcionada de la tecnología acentuadamente positivista: una tecnología vista como ejercicio de un poder imbatible, absoluto e ilimitado sobre la naturaleza; una tecnología que de instrumento y medio se convierte en el fin; en una actividad autosuficiente sólo motivada por las exigencias internas del crecimiento y de la auto sostenibilidad (como ya lo señalaba en los años setenta Jean Ladrière).

Vale la pena por tanto, en este momento de reflexión sobre la tecnología, enfocar el tema del límite. Se enfrentan aquí dos visiones y dos aproximaciones bien diferentes.

De un lado una tecnología concebida como un continuo desafío humano a superar cada límite, a superar cada obstáculo, en una carrera excitante hacia empresas cada vez más prometeicas. Del otro, un quehacer técnico vivido como empeño de la razón que expresa todas sus potencialidades en conseguir lo máximo respetando los inevitables límites impuestos por la realidad.

Ésta es la posición del ingeniero realista, que pone en juego todas sus habilidades y su creatividad para encontrar la solución optima "partiendo" de los vínculos impuestos por el contexto, no eliminándolos. Son dos aproximaciones que tienen repercusiones sobre el plano psicológico de todos, sobre la actitud y sobre las expectativas respecto a la tecnología; y colmadas de implicaciones a niveles más específicos para quienes obran en el ámbito tecnológico.

Subrayar la impotencia de la técnica sobre ciertas situaciones y al mismo tiempo evitar el delirio de omnipotencia que implican ciertos proyectos sin escrúpulos, no significa retroceder a posiciones derrotistas y minimalistas. El hombre siempre está empujado hacia cosas grandes y la resignación (como ha reclamado Ferdinando Camon, Avvenire, 21-4-2010) es una conclusión equivocada. Sin embargo, “no podemos perder el tiempo" recogiendo todas las lecciones que ofrecen los hechos desastrosos. Y una primera lección es, para Camon, no desperdiciar tiempo en "investigaciones en áreas que no conocemos."

Pero esto no es suficiente.

Susanna Tamaro ha ido más al fondo (en el Corriere, 27-5-2010) después de un sentido llamamiento al respecto de la naturaleza, ha individuado el punto débil que le impide al hombre contemporáneo cumplir su tarea de "custodio de la creación": “Deberíamos haber custodiado la tierra, las aguas, los animales, las plantas, pero para hacerlo habríamos tenido que tener en nosotros la idea de lo sagrado."

Además de la idea de la realidad como "otro", de una alteridad con la cual continuamente nos topamos y que nos lanza invitaciones, mensajes, señales. "La realidad está aquí delante de nosotros y nos habla constantemente, sólo que ya no sabemos escucharla". Dice entonces la escritora, estos acontecimientos apocalípticos vienen precisamente a "quitar un velo de nuestros ojos y donarnos una nueva mirada."

Se puede sólo añadir que una real novedad no nacerá de la visión de los desastres y de la pura constatación de nuestra impotencia frente a ellos. No es el miedo lo que puede engendrar lo nuevo. Una nueva mirada para acoger y custodiar la naturaleza y una nueva energía para afrontar las emergencias sólo pueden venir del encuentro renovado con una Presencia positiva y buena que sabe suscitar todas las dimensiones de lo humano y nos vuelve capaces de seguir construyendo incluso en un contexto de destrucción.

Sólo la irrupción de una Luz puede disipar lo negro y hacer emerger todo un abanico de azules.

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